El periodista y escritor Ernesto Semán pasó por Buenos Aires para presentar su tercera novela Soy un bravo piloto de la nueva China en Eterna Cadencia, pleno Palermo. Y antes de volver a Estados Unidos, donde está radicado hace casi diez años, charló con NU.
?¿Cómo surge la posibilidad de escribir Soy un bravo piloto de la nueva China?
?Surge de conversaciones con Sylvia Molloy. Nos encontramos en un bar para charlar justo en la época en que estaba muriendo mi madre. Sylvia había leído algunas de mis primeras cosas y me había prologado la tapa de mi primer libro. Me di cuenta que tendría que hacer el libro de tal manera que no fuera una memoria. O decir que no fuera biográfico. Ella me inspiró por lo que me dijo y por lo que escribió en Desarticulaciones sobre trabajar con las experiencias reales para escribir ficción. Uno escribe para darle sentido a algunas experiencias. Me interesaba poner la narración y las historias que son la base de mi vida familiar en diálogo con otras historias y otras memorias. De ese intento surge Rubén, el personaje principal de la novela. Alguien que, más que contar su historia, está más ocupado por escuchar y hacer hablar a los actores. Por otra parte, escribo sobre historia, y una desviación profesional de los últimos veinte años ha sido la idea de que la memoria es histórica. Una cosa que me interpelaba era que la historia es la suma de todas las memorias?
?De las buenas y de las otras?
?Sí. Y lo que Rubén hace en ese momento trágico, que es volver a Buenos Aires para acompañar a su madre en sus últimos días de vida, es aprovechar esa tragedia para decidir ver qué hace entre su historia ?la que acarrea? y su historia ?la que va a producir?. En las dos tienen el mismo nombre; tienen una continuidad pero ambas son radicalmente distintas. La novela es, en un punto, ese tipo de cuarenta años que, a través de ese hecho trágico, hace ese viaje hacia atrás, que no es melancólico sino que hace un recorrido que le permita verlo y al mismo tiempo, distanciarse para hacer su propio camino. Para hacer eso, su posición en relación con la memoria, es poner su lugar, su experiencia y su dolor en diálogo con otras memorias y otros dolores. Aún en situaciones de las más difíciles como es la inclusión de un torturador. En un momento, la historia incluye lo que a Rubén le pasa, con un efecto que si no es redentor, le permite reconciliarse con su pasado y las figuras que intervinieron ?su padre, sobre todo?.
?La novela se puede leer de corrido o por los tres ejes por separado, ¿fue planeado eso?
?Empecé a escribir con la idea de los tres lugares, como tres secciones separadas. Sentía que Rubén, en esa separación, perdía la posibilidad de perder pasados posibles. La ciudad que tiene una connotación más realista, el campo que es lo más histórico y la isla que podría ser más alegórica, onírica. Para Rubén, los 70 como política, son un obstáculo, no un tema. Lo crítico de Rubén no es volver a los 70 sino a su infancia. Se choca con los 70 en esa búsqueda y empieza a desmalezar y ahí encuentra su propia riqueza, su propia esencia en la que la política ocupa un lugar importante. Si yo hubiera nacido en India en 1990, hubiese escrito la novela así, con un hecho traumático de un tipo de 40 años que vuelve hacia atrás para dejar el pasado y constituirse como un tipo que puede amar, hacia el futuro. En ese sentido, es una historia de amor. No romántico, sino como construcción de futuro, a partir de su vida con un efecto liberador que produce el dolor por la muerte de su madre y con lo ocurrido con su padre.
?¿Cómo fue la creación del torturador? Desde el Galíndez de Pavlovsky no es común un torturador ?humano?, no demonizado.
?No se me cruzó Galíndez ni ninguno en particular. Se me apareció de la forma más primaria al hacer hablar a un tipo que había sido pésimo padre de familia pero cien por ciento militante con un tipo cuya moral era monstruosa pero que había logrado constituir una familia interesante. El cometer esos hechos atroces lo saca de quicio y lo pone por fuera de todo, que le hace imposible continuar con esa familia. La novela no busca la equivalencia moral sino ver desde la mirada de Rubén cómo podría ser la relación entre dos tipos opuestos en un mismo acto, el de la tortura.
?¿Cómo es tu relación con los 70?
?No le entré a la novela por el lado de los 70 y, aún mostrándosela a amigos que la leyeron, no me di cuenta que podía ser vista como ?una novela de los 70?. Para mí, era un regreso a la infancia. No me producen interés los 70 como género literario y mis proyectos de trabajo van por otro lado. Sí hay un punto de anclaje en mis tres obras: Buenos Aires en el 2000. Los personajes, por algún motivo, vienen a resolver sus problemas en los 2000. No me genera un respeto la política de los 70 más importante que la del 90 o la del 2000. Si bien hay un montón de personajes que pasaron por un montón de situaciones que merecen respeto, con los que interactúo desde la literatura o como relación personal, son personajes que en los 70 transmitieron una cosa que me interpela.
?¿Te sirvió estar viviendo afuera para escribir la novela?
?Sí. Al tener la posición del que vive afuera, no tengo esa hiperpolitización en la cual todo se evalúa por la posición en que estás. Cuando se evalúa la posición, el resto importa un pito. Ahí la palabra pierde todo el valor. Me da la impresión de que si Boca juega con cinco en el medio, si escribís una novela de los 70, sobre los derechos humanos o lo que sea, es porque sos kirchnerista o no; o si es Clarin, Nación o lo que sea. Una vez que arrancás las cosas mirándolas de ese lugar, la palabra pierde valor. Sería un instrumento de esa posición que no es la forma en que uno opera en el momento en que escribe. Hay una variedad de matices sin que esto implique desatenderse de las posiciones políticas de uno. Mi impresión es que en el caso de los intelectuales, en los medios y en cierta traducción literaria también, la mayor facilidad de esos actores que surgen ahora ?Clarin, Nación, los K?, dificulta mucho el escuchar lo que se está diciendo. El estar afuera facilita el desmarcarse y buscar otro tipo de narración
?¿Qué opinión te merece lo ocurrido con Vargas Llosa?
?Creo que hay tres debates distintos. Uno, si está bien que uno no argentino abra la Feria del Libro, de lo cual no tengo idea si es así pero no me parece muy importante. Que el último Premio Nobel de Literatura, siendo latinoamericano, no inaugure la Feria del Libro, me parece una tontera. Puedo tener un montón de prevenciones con respecto a las ?estrellas literarias? y la connotación artificiosa que tiene la literatura con la política pero sería extensible a Vargas Llosa como a cualquiera. Que las posiciones políticas de este tipo son increíbles y burdas es cierto al igual que quien quiera oponerse a esas ideas.