“Durante el debate del matrimonio igualitario, Bergoglio acompañó la unión civil gay, lo que pasa es que la polarización opacó esa posición de la Iglesia, que tal vez no se comunicó bien”, remarcó el cura párroco del Bajo Flores, el padre Gustavo Carrara, quien formó parte del equipo de curas villeros que armó el papa Francisco mientras fue arzobispo de Buenos Aires.
Carrara trabaja codo a codo con el padre Pepe Di Paola, quien saltó a la fama hace unos años por su lucha contra el paco. Y aunque su perfil mediático es más bajo, su rol en el equipo de curas villeros no lo es. Más aún: Carrara tiene una sólida formación teológica, que deja ver en charlas y entrevistas. Es el cura párroco de la iglesia Santa María Madre del Pueblo, ubicada en la Villa 1-11-14.
Francisco se comunicó con él –como suele hacer con muchos de sus afectos en la Argentina– el lunes posterior a las Pascuas. Entonces, Bergoglio le dijo: “No sé si Dios quiso que yo fuera papa, pero al menos lo permitió. Estoy en paz”.
Pero fue otra frase la que esta semana estuvo en boca de todos. Fue aquella en la que, en medio de una entrevista ofrecida por Francisco a los corresponsales que habían ido a cubrir su viaje a Brasil, habló de los gays: “¿Quién soy yo para juzgar a una persona gay?”, sorprendió el Papa.
Las especulaciones sobre una apertura en la Iglesia y sus posibles consecuencias le siguieron a esa frase bergogliana y explosiva.
–¿Cambia la Iglesia con relación a los gays?
–La Iglesia no cambia en sus cuestiones fundamentales. Está a favor de la familia y de la defensa del casamiento entre un hombre y una mujer. Me refiero al matrimonio como sacramento. Ahora, cuando se dio aquí el debate de la unión civil gay, Bergoglio tuvo una posición de acompañamiento. Lo que ocurre es que esa posición quedó sesgada por la radicalización de la discusión.
–Pero hace no tanto tiempo, los gays y divorciados estaban excluidos de la Iglesia. Incluso, quienes estaban divorciados no podían comulgar.
–Si están bautizados, están incorporados en la Iglesia. Personalmente, durante la eucaristía en la misa no le pregunto a nadie cuál es su condición. Hay gente que comulga habiendo cometido graves pecados. Un narcotraficante, por ejemplo. La Iglesia es cada vez más partidaria de respetar lo que pasa en la conciencia de los hombres.
–Pero, ¿qué quiso decir exactamente con que él no puede juzgar a un gay? ¿Es la antesala de una apertura?
–Quiso decir que todos somos iguales ante Dios. Es la necesidad de no discriminar, de no juzgar. En la ya famosa entrevista de Bergoglio en el avión de regreso de Brasil, alguien le pregunta, concretamente, por el tema de los divorciados y los gays. Si se escucha o se lee el texto completo, se verá que él dice que la Iglesia debe repensar estos temas. Que hay que volver a reflexionar y que no son asuntos cerrados.
–¿Los cambios que plantea pueden generar resistencias en la jerarquía eclesiástica dentro del Vaticano? No son pocos quienes dicen que Francisco puede enfrentar obstáculos severos. Otros, incluso, temen por su vida.
–No conozco el Vaticano, pero evidentemente que puede generar resistencias en una estructura que se ha burocratizado. Como dijo el Papa: en el Vaticano hay gente santa, pero también hay gente que no ha hecho las cosas bien. Pero a cualquiera le genera resistencia un cambio así.
–¿Ser más generosos y abiertos, dice usted?
–Yo diría que es más que eso: lo que incomoda es entrar en comunión con el otro. No solo la generosidad. Imaginate que vas apurada a tu trabajo y alguien te pide ayuda porque se siente mal. Tal vez podrás darle dinero, y eso podrías hacerlo bien. Ahora, si también te pide que lo acompañes a un hospital porque está solo, enfermo y necesitado, ahí ya te empezás a resistir. Es mucho más fácil para muchos dar dinero que tiempo. Darle tiempo a una persona humilde, escucharla, hacerse amigo, es algo mucho más difícil de hacer de lo que uno puede imaginar. A otra escala, hablo de ese tipo de resistencia cuando se plantea una Iglesia para los pobres. El rostro de Dios que Francisco quiere ver reflejado en la Iglesia se expresa en otra de sus frases recientes: “Cómo quisiera una Iglesia pobre para los pobres”. Y eso no es tan fácil de llevar a cabo.
“Su corazón paternal siempre está cerca. Fue un arzobispo muy cercano y ahora es un papa cercano también”, relata Carrara recordando el momento en el que Bergoglio lo llamó desde el Vaticano.
“La verdad es que la vida sorprende. Bergoglio se estaba despidiendo cuando fue nombrado papa. Y me consta: estaba dejando el arzobispado y yéndose a vivir al hogar sacerdotal. Incluso estaba donando sus libros; desprendiéndose de objetos, dejando sus cosas en orden. Y me consta que así era por la cercanía que tenemos con él. No estaba dejando de ser sacerdote, por supuesto, porque eso no se abandona nunca, pero un hombre sabio de 76 años ya empezaba a despedirse, no solo del arzobispado, sino de la vida. E increíblemente le llegó esta misión, cuando él menos lo esperaba.”
–Tal vez por eso le llegó, porque ya no lo esperaba. Y se adaptó muy bien, tanto que no volvió a la Argentina. Se lo ve muy cómodo en su rol.
–Sí, imaginate el cambio. Él sabe que tiene que repartirse entre los continentes, que es el papa de todos. Por eso, cuando estuvo en Brasil, se hizo un tiempo para estar con los jóvenes argentinos, como para generar una presencia, pero por ahora no va volver.
–Francisco pareciera hablar con gestos.
–Sí, así es. Como cuando no deja que le besen los anillos ni tampoco permite que se inclinen ante él. Lo que plantea es que nadie puede estar por encima de los demás. Eso marca que podemos tener roles diferentes, pero que todos somos iguales. El Papa tiene un lenguaje cada vez más positivo: a favor de la vida, de la misericordia, de la escucha, de la comunión con los demás. Se acerca al hombre de hoy. A los sufrimientos del hombre de hoy. La visita a Brasil, en la que el papa Francisco tuvo muchos gestos, dejó planteada una Iglesia que dialoga con el pueblo. Y el diálogo es, en primer lugar, escuchar al otro. Fijate que lo primero que pidió el Papa en la plaza de Roma, cuando fue elegido, fue que tengamos misericordia. Que podamos perdonar. Que comprendamos. La pregunta siempre es, ¿cómo lo haría Jesús?
También pidió que lo bendijeran a él en la plaza San Pedro.
Otro gesto que va en el mismo sentido: bendijo a los presentes y pidió la bendición de los presentes.
–El diálogo abierto con los periodistas marca una diferencia enorme con la fuerte confrontación que el Gobierno tiene con la prensa, desde hace años. ¿También ese podría leerse como un gesto hacia el kirchnerismo?
–Francisco ya no está en Buenos Aires. Es el papa y su gesto debe ser leído en otro contexto. Es un error nacionalizar todo lo que hace. Hoy le habla al mundo.
–También habló de la corrupción. ¿Qué significa eso?
–Volver a rehabilitar la política. Es probable que Francisco se haya inspirado en los obispos franceses cuando habló de la corrupción y de volver a la idea de nobleza en la política. Volver a la idea de que para ser político hay que tener grandeza de corazón porque es ocuparse de la vida de los demás. La corrupción deja en la hambruna a mucha gente, y eso es lo que tenemos que mirar. Tiene un texto, que escribió cuando era arzobispo, cuyo título es Corrupción y pecado. Pecadores somos todos, pero la justificación de la corrupción como si estuviera bien ya está en otro plano. Hace mucho que Francisco se ocupa de estos temas y, como sacerdote, eso me hace sentir representado.
Cura villero
Edad: 40 años.
Dónde nació: Villa Lugano, Capital Federal.
Barrio porteño preferido: Bajo Flores, pero le sigue “tirando” Lugano.
Restaurante: No come afuera de la parroquia, excepto en pizzerías con algún sacerdote amigo.
Una película: La Pasión de Cristo, con Mel Gibson.
Un autor: Fiódor Dostoyevski.
¿Auto o bici?: Caminata.
Perfume: Ninguno.
¿Montaña o mar?: Ninguno de los dos; no toma vacaciones.
Terapia: Hizo dos meses.
Programa de TV: Noticieros.
Personaje histórico: Manuel Belgrano.