El jefe de Gabinete del Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta anticipó que piensa reenviar a la Legislatura el proyecto para prohibir la actividad de los “cuidacoches”, conocidos en la jerga popular como “trapitos”.
“Tenemos miles de denuncias de aprietes, de autos rayados, que en los recitales pretenden cobrar más de lo que cuesta la entrada. Si un lugar es gratis, es gratis. Hay presión, hay mafias”, declaró el funcionario.
“Es un tema muy complicado”, definió Rodríguez Larreta ante los micrófonos de radio La Red y recordó que el gobierno porteño envió “un proyecto de ley para prohibir que se cobre a la gente para estacionar en lugares donde es gratis, pero la oposición no sólo no lo votó sino que aprobó otro que los blanqueaba y los permitía”.
“No logramos la mayoría en la Legislatura. El año que viene vamos a volver a insistir, porque no estamos de acuerdo”, insistió el funcionario.
“Me mataron, me mataron”
El último lamento de Daniel Flores, de 28 años, pronunciado el domingo mientras se desangraba hasta morir en la vereda del Zoológico, seguirá resonando por mucho tiempo en los oídos de los que presenciaron su agonía. Un minuto antes había sido apuñalado sobre la Avenida Sarmiento, cerca del Zoológico, por otro joven que, después de una pelea a golpes de puño, le acertó en el corazón con su cuchillo.
El ajuste de cuentas se produjo cuando Flores estaba cobrando sus servicios a un automovilista, a unos 100 metros de la Plaza Italia. En esos momentos, otro joven inició una discusión con él, que prosiguió con un enfrentamiento a puñetazos. Flores ganó la pelea, pero el otro no aceptó la derrota, por lo que el ajuste de cuentas finalizó con una cuchillada y la muerte.
Voceros policiales informaron que Flores tenía antecedentes delictivos y formaba parte de los niveles inferiores de la barra brava de Boca Juniors. Los policías aseguraron que el asesino -que poseía un escaso sentido corporativo- también integraba la facción del grupo autodenominado “Jugador Número Doce”, que sangra para el club de la ribera.
Vino trágico
El cinco de octubre Maximiliano Brian Fernández, de 22 años, fue asesinado de una cuchillada en el cuello. Lo encontraron yaciendo en la vereda de la calle Don Bosco al 4.100, después de haber sido agredido por un hombre de 31 años, con el que fue visto compartiendo una botella de vino. Dos días después, éste fue detenido a escasa distancia del escenario de la tragedia.
Muerte en la Nueve de Julio
El 27 de febrero último, Juan Carlos Armura, de 40 años, fue asesinado también de una cuchillada en la plazoleta de Santa Fe y Carlos Pellegrini. El enfrentamiento se produjo en medio de una disputa por el manejo de las esquinas de una de las zonas más lucrativas en las que trabajan los “trapitos” y limpiavidrios.
Los que mueren dos veces
Estos crímenes se produjeron en el ámbito de actuación de los ciudacoches y limpiavidrios, que es una actividad que convoca a los marginales. Pero existen muchos otros ámbitos en los que se producen asesinatos, robos y delitos de distinta índole, que no reciben el mismo tratamiento prohibitivo.
Antes de prohibir una actividad, que de no existir expulsaría a sus protagonistas hacia otras quizás más peligrosas y que suelen provocar muchas más muertes, deberían las autoridades diseñar políticas de estado para quitar de la marginalidad a los jóvenes. Integrar no es una mala palabra, pero a veces el Estado deserta de ejercer sus funciones de igualamiento de oportunidades y entonces se convierte en un cómplice del statu quo vigente, que es el mismo que envió a esos jóvenes -víctimas y victimarios de sí mismos- a los márgenes en los que la muerte es apenas un incidente, que será olvidado casi de inmediato.
Esto viene a cuenta porque existen ciudadanos que en realidad ya estaban muertos cuando fueron asesinados.