Detrás de las figuras que ponen la cara en la campaña, sean los candidatos o quienes llevan la batuta en la agenda mediática, está siempre ese grupo que funciona como un laboratorio de ideas y de acción que analiza lo ocurrido y planifica la estrategia con base en la experiencia. Algunos los llaman operadores, otros los llaman estrategas, asesores o incluso técnicos.
Esa elite de dirigentes de Cambiemos que no necesita un descanso mediático y bajar el perfil como sí lo hicieron los candidatos Esteban Bullrich, Gladys Gonzáles y Graciela Ocaña (y, en cierta forma, también la gobernadora Vidal), sigue elucubrando con la mira puesta en sellar el triunfo en la Provincia para el oficialismo, desmenuzando cada detalle de los números que arroja el escrutinio provisorio (dicho sea de paso, en pocos días puede detonar una fuerte polémica si el conteo definitivo a cargo de la Justicia electoral ubica a Cristina Kirchner como la más votada).
La realidad en el segundo y tercer cordón suburbanos de la Capital Federal no da motivos para la alegría en Cambiemos, y de aquí hasta que la campaña vuelva a tocar su clímax en octubre varios deshojarán la margarita para ver cómo la coalición gobernante puede remontar al menos un par de puntos porcentuales allí, que implican casi 1,5 por ciento a nivel provincial por la ponderación del Conurbano en la torta total de votantes.
El empate no permite conformismo, menos cuando la expresidenta está enfrente y Vidal y Macri necesitan, tal vez, ganarle más que a nadie. Mirar más allá de la Ruta 6 tampoco alcanza: los resultados en el interior bonaerense fueron muy buenos, ganaron en la mayoría de los distritos con porcentajes que superaron los 40 puntos, pero ese sería el techo. Las fieles usinas de votos de Mar del Plata y La Plata son naranjas sin mucho jugo más para exprimir.
Por ello, y ya con el resultado en la mano, la lupa volvió a ponerse en el Conurbano y los avances y retrocesos con respecto a 2015. La realidad indica que en esa subregión bonaerense, Cambiemos solamente logró triunfar en Tres de Febrero, San Martín, Ituzaingó, Morón, Vicente López, San Isidro, San Fernando y logró un empate técnico en Tigre con el alicaído massismo.
En la Primera Sección, el oficialismo empardó en 33 por ciento con Unidad Ciudadana (aunque ganó por dos por ciento en la lista para diputados), pero el promedio también puede engañar: la avalancha de votos de la zona lindera al Río de la Plata balanceó el contraste con lo magro de las localidades más lejanas a la costanera y a la General Paz. Por su parte, en la Tercera Sección, perdió ante el cristinismo por una paliza de 12,5 por ciento de diferencia, con agujeros negros catastróficos en el oeste matancero y en el segundo y tercer cordón de la zona sur.
Uno de esos asesores con acceso habitual a encuestas y con despacho en la planta baja de la Casa Rosada representa al sector que atribuye a motivos particularmente económicos la situación esquiva en el Conurbano. “La masa de fondos coparticipables aumentó seis por ciento. Es el primer gobierno en años que en vez de quitarles a las provincias les dio más. Antes el kirchnerismo concentraba más recursos para focalizar en subsidios a servicios (tarifas de gas, luz, agua y transporte) en el Conurbano, pero ahora se cambió la ecuación. Se transfiere más al interior y no es casualidad que nos vaya mal en los mismos lugares donde se quitaron los fondos”, explica.
El diagnóstico tiene a su favor que es empíricamente visible. En su ataque al déficit fiscal, el gobierno de Macri recortó subsidios indirectos que golpearon la capacidad de consumo de la clase media y media baja que reside en el Gran Buenos Aires, padecimiento que se agravó por el aumento de la inflación. Pero la Rosada fue expansiva con los gobernadores (entre otros) a la hora de descentralizar recursos y lograr, como beneficio colateral, la colaboración de legisladores peronistas para la aprobación de leyes en el Congreso.
Otro relevante funcionario nacional consultado, perteneciente al Pro bonaerense, no avala esta teoría. “No creo que la coparticipación sea el motivo, porque se viene inyectando mucha plata en obras en el Conurbano. Creo que es más por razones históricas del voto peronista y la resignación que hay en la gente, que ve a Cristina y/o al peronismo casi como única opción. También puede influir en algunos el prejuicio sobre que este es un gobierno para ricos”, reflexionó. Aunque no se puede soslayar que los coletazos del recorte a los subsidios se vienen sintiendo hace más de un año y la dinamización de la obra pública es bastante reciente.
Otro factor a tener en cuenta es la carencia de un aliado que potencie, como la UCR. Muchos dirigentes radicales en el interior provincial traccionan votos por su liderazgo local (el ejemplo más claro es el tandilense Lunghi). Pero en el Conurbano, el radicalismo estaba prácticamente borrado –o cooptado por el kirchnerismo, como pasó en Vicente López con el Japonés García–, por lo que Cambiemos debió empezar de cero en buena parte de los municipios, algo que tiene consecuencias hasta hoy.
Sea como fuere, el debate interno está abierto y seguirá algunas semanas. Pero el tiempo es tirano y el oficialismo no dispone del suficiente como para torcer una tendencia que parece casi estructural. La apelación a la polarización y a seducir a los votantes massistas y randazzistas parece la opción más accesible.
Sin embargo, ya algunas mentes del Pro carburan el mediano plazo. Un dirigente macrista del interior provincial lo grafica así: “Ahora viene la etapa de construir en serio en el Conurbano. Hasta ahora fue lógico intentar entender cómo gobernar y cuidar la imagen de Macri y Vidal. Pero tenemos que pasar de ver cómo sumamos más votos en el centro de Lomas de Zamora a ver cómo ganar en Ingeniero Budge, Turdera y Llavallol”. Para los macristas, ya debe reconocérseles, la única batalla que se pierde es la que se abandona.