El lunes último los componentes de la alianza del Frente Amplio Unen (FAU), que conforman el Partido Socialista Auténtico, el Partido Socialista, la Unión Cívica Radical, la Coalición Cívica-ARI, Proyecto Sur, la Generación para un Encuentro Nacional, Libres del Sur y el Frente Cívico de Córdoba, volvieron a exponer ante su público sus diferencias internas y a poner en duda la viabilidad de su propio futuro como fuerza política unificada.
Como tantas otras veces, quien dio la nota fue la blonda diputada chaqueña Elisa “Lilita” Carrió, que primero amonestó a todos sus compañeros en tono ominoso y luego, cuando Fernando “Pino” Solanas contestó sus exabruptos, se levantó, agarró su cartera multicolor en tonos de rosa y se retiró del Palacio Rodríguez Peña a paso de carga.
“No me corran por izquierda”
Hubo siete oradores en el acto en el que el FAU recordó el suceso que obtuvieron sus listas en las elecciones primarias de 2013, cuando el 11 de agosto de ese año obtuvieron el 35,58 por ciento de las intenciones de voto.
Carrió no se privó de nada en su discurso. Provocadora como siempre, advirtió a sus correligionarios, camaradas y compañeros que no se volcaran a la izquierda, en alusión a algunas críticas que había recibido por su intención de correr el espacio hacia la derecha.
“No me corran por izquierda, ¿entendieron? Soy la única de los que está acá que no habló nunca con Macri. Se los digo a todos los decentes que están acá”, intentó suavizar, aunque sin mucha convicción. Es sabido que para ella la línea divisoria, la grieta que divide la Argentina, es la que separa a los “decentes” de los “corruptos”.
Carrió advertía así al mismo tiempo a Fernando Solanas y a Hermes Binner –opositores a un acuerdo con Macri– y aun a Julio Cobos y a Ernesto Sanz, que no solo alientan esa opción, sino que se reunieron con el Jefe de Gobierno porteño y exploraron distintas variantes electorales para el futuro.
Arrogándose una representación que también otros dirigentes del FAU consideran poseer, la chaqueña aclaró que “nadie está autorizado”. “Voy a respetar no a los dirigentes, sino a lo que decidan las asambleas partidarias de cada uno de los partidos de Unen. Para eso vamos a esperar al año que viene.”
Sobre el final, la polémica legisladora deslizó un moderado optimismo con respecto a las posibilidades de la coalición que integra. “Siento que el futuro gobierno de la Ciudad va a ser de Unen. Nunca he podido ser candidata a jefa de Gobierno. Vengo de Chaco y me juré defender al pueblo de todo el país y que no me iba a cambiar al distrito más rico”, informó.
Hacia el final de su alocución, manifestó su preferencia por la candidatura de Martín Lousteau para jefe de Gobierno en 2015 e insinuó que tampoco sería candidata a presidenta.
“Me retiré respetuosa y silenciosamente; hay gestos que valen mil palabras”, respondió la diputada a una consulta periodística. Para explicar su desplante, Carrió argumentó, en tono docente, que Pino “discriminó” a “mucha gente de centro y centroderecha independiente que lo votó, no porque pensara igual, sino porque quería que los tres senadores fueran de la oposición” en el distrito porteño.
Luego, Lilita explicó su ida en tono gastronómico. “Me pareció que no estaba de acuerdo y me fui a comer pizza, no es que me enojé, estaba comiendo pizza en Los Inmortales, que estaba riquísima”, insistió. La chaqueña no aclaró si acompañó su itálico manjar con champagne.
Antes, la jefa de la Coalición Cívica había tuiteado una foto de su cartera multicolor, tomada en su transitorio despacho en la pizzería Los Inmortales. En tono jocoso, su mensaje traslucía una alegría poco creíble, pero muy de circunstancias. “Yo no estoy enojada, solo me fui con mi carterita a comer pizza. ¡Miren que linda!”
Quizás Pino se plantó en la huerta errónea
Solanas, que cerró la lista de oradores, tampoco se guardó nada para su coleto. “Unen hoy está amesetado. Se le ha hecho mucho daño con estas especulaciones. En este espacio no hay espacio para los ajenos. No hay espacio para la derecha moderna.”
Fue ahí cuando Lilita se levantó, se paró casi frente al orador, agarró su cartera rosada de la mesa ratona que estaba frente a ellos y se fue. Lo de la mesa ratona merece un párrafo aparte, porque responde a una ambientación de living hogareño que le copiaron al Pro, que a su vez la tomó del Partido Republicano de los Estados Unidos.
Mientras tanto, tan imperturbable como el joven que mastica wasabi en la publicidad de Axe, Solanas prosiguió en el mismo tono, relatando: “El otro día, una chica me dijo: ‘Pino, ¿usted sabe en qué se diferencian los tres pollos Macri, Massa y Scioli? Bueno, muchas diferencias no tienen. Uno tiene en la piel una pluma blanca, el otro, colorada, y el otro, gris, pero los tres están en el mismo gallinero’. Lo cierto es que hoy hay tres candidatos del establishment, a los que no les conocemos una idea distinta para solucionar los problemas del país”.
De todos modos, el que tendrá que evaluar sus opciones será el propio Fernando Solanas. La coalición de la que forma parte intenta disputar el espacio de centroizquierda, para constituirse en una especie de kirchnerismo más prolijo, pero ese espacio lo ocupa, hoy por hoy, el propio kirchnerismo, por lo que los principales dirigentes del FAU se inclinan en su fase preliminar por pelearle el electorado al propio Mauricio Macri y al candidato del Frente Renovador, Sergio Massa. Incluso, la opción avanzada de este proyecto no rehuiría una eventual coincidencia con alguno de estos dos candidatos.
Un escenario de conflicto
De todos modos, tal como lo advirtiera el célebre cirujano callejero Jack el Destripador, es necesario desmenuzar los avatares que tensaron la interna del FAU a partir de su nacimiento, acaecido el 22 de abril último en el teatro Broadway.
Aquel día, en el escenario del teatro en el que Flavio Mendoza representaba su Stravaganza, los candidatos –sobre cuyas cabezas colgaba la utilería mediante la cual los artistas volaban por los aires– se reunieron brevemente, omitiendo hablar al público, que debió conformarse con presenciar una suerte de pasarela política en la que los dirigentes de la coalición subían al proscenio, posaban para las fotos y luego firmaban un acta que contenía un programa político cargado de generalidades.
Cuando se terminó la presentación de los dirigentes, también Elisa Carrió fue la primera en abandonar raudamente el escenario y desaparecer rápidamente de la escena, con una presteza que ni Houdini hubiera imaginado. O sea que ya existían antecedentes de los veloces mutis de Carrió.
Lo mismo, es necesario aclarar que la fragilidad política que perseveró tras el lanzamiento de la coalición, en el que no hubo ni acto ni acta por temor a los desacuerdos, es la mayor amenaza futura del FAU, que continúa, casi cuatro meses después, sumido en la misma atomización. Y en la Legislatura porteña, el bloque de Unen acaba de perder a dos diputados con las partidas de Gustavo Vera (ver contratapa) y Pablo Bergel, quienes crearon el espacio Bien Común. Desde hace varios meses, Vera se venía quejando de que era dejado de lado de las decisiones principales. Finalmente, se fue dando un portazo argumentando que, inmerso en su estrategia nacional, Unen solo focaliza su oposición al gobierno kirchnerista y deja de lado los cuestionamientos al macrismo en la Ciudad de Buenos Aires.
Una crisis que comenzó en 2001
Parecen ser críticos estos tiempos para los partidos y coaliciones que intentan ocupar el espacio que dejó vacante la vieja Unión Cívica Radical, que aglutinaba por sí misma –con su sola existencia– a un poco más del 20 por ciento del electorado argentino. Si el FAU debe apelar en estos días a una complicada confluencia de ocho partidos políticos para intentar cubrir ese espacio que la UCR representaba por sí sola, en la que tradicionalmente convivía un abanico ideológico de clase media que abarcaba desde los liberales de derecha hasta los socialdemócratas, queda claro que la dispersión de esa franja ideológica es la verdadera crisis, que incluso supera a la de los partidos.
Es que el verdadero intérprete de la clase media fue, hasta fines de los 80, el partido que crearon hace más de 100 años Leandro Alem e Hipólito Yrigoyen y, en menor medida, solo en algunos períodos, el Partido Socialista. Pero la herencia de los continuadores de Alfredo Palacios e Yrigoyen entró en crisis junto con la crisis del modelo neoliberal de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI.
Desde entonces, todos los intérpretes del liberalismo de centro –un poco a la derecha o un poco a la izquierda, según la coyuntura– vieron afectada su credibilidad por aquella crisis de 2001, en la que la supina ignorancia en el manejo de la cosa pública por parte de los radicales de entonces precipitó los sucesos hasta que en la noche del 20 de diciembre de aquel año, Fernando de la Rúa debió subirse a un helicóptero para dejar la Casa Rosada en medio graves incidentes, que dejaron cinco muertos solo en la Ciudad de Buenos Aires.
Esa pesada herencia, que sumió a la UCR en una crisis que no encuentra salida y que afecta por igual a quienes intentan ocupar esa misma representación política, es la que no pudo superar el FAU, al menos hasta estos días.
Es necesario recordar que, tras 10 años de menemismo, el advenimiento de De la Rúa abrió el camino al regreso de Domingo Felipe Cavallo, que radicalizó su propuesta del ajuste permanente y de un discurso promercado, que trataba de justificar el endeudamiento perpetuo y el pago de la deuda externa a cualquier precio.
El día después
En la reunión de la Mesa Nacional del FAU que se realizó al día siguiente de los sucesos del Palacio Rodríguez Peña, abundaron tanto los reproches por lo ocurrido como las advertencias sobre el comportamiento de los dirigentes (léase Elisa Carrió) en el futuro.
Allí se escucharon las frases del estilo “lo que Carrió no puede manejar, lo destruye” y el calificativo de “caprichosa” para referirse a la chaqueña, frases que casi no trascendieron hacia afuera, más allá de alguna filtración. De todos modos, no es la primera vez que Carrió desata estos vendavales y, posiblemente, no será la última, tomando en cuenta su verborragia.
A las reuniones de la Mesa asisten dos representantes por cada partido y suelen encontrarse en la sede de Cemupro (¿una premonición?), la fundación que preside Hermes Binner, situada en Esmeralda 288; en las oficinas del bloque de GEN, en el Congreso nacional, o en las del bloque de Proyecto Sur, situadas en el mismo edificio.
La Mesa es la que hasta ahora ha redactado todos los documentos y comunicados políticos del frente, así como ese ámbito es el que arbitra en los conflictos, como el que se desató en Córdoba entre las huestes del intendente radical Ramón Mestre y las del líder del Frente Cívico provincial, Luis Juez.
Las conclusiones más importantes que surgieron de la reunión del martes de esa instancia de conducción, en la que están representados todos los partidos miembros de la coalición, son que esta será la encargada de anudar las futuras alianzas políticas y que la mayoría de sus miembros no son proclives a una alianza con Mauricio Macri.
Según las fuentes que informaron sobre la reunión, solo sectores minoritarios de la Coalición Cívica y de la Unión Cívica Radical se mostraron hasta ahora proclives a la mentada alianza con Mauricio Macri, lo que los deja en franca minoría frente a sus pares de los demás partidos que la integran.
De todos modos, los planteos ideológicos y principistas a veces se rinden frente a las matemáticas electorales. El 22 de abril, en la puerta del glamoroso teatro Broadway, el economista Alfonso Prat-Gay, que de números sabe algo, dejó una frase que dejó pensando a más de uno de sus socios en la coalición: “Acá hay un tercio del electorado, y el Pro representa diez puntos más”. Si la ciencia electoral fuera solo matemática, una posible alianza entre las dos fuerzas, como quieren Carrió y Lousteau, tendría grandes posibilidades de depositar a su candidato en el sillón presidencial.
El problema es que las ciencias sociales distan de ser exactas, por lo que esta será, por ahora, solo una ecuación que, para que se concrete, debería sumar muchas variables.