El Papa expresó que el que gobierna “debe amar a su pueblo”, porque “un gobernante que no ama, no puede gobernar: al máximo podrá disciplinar, poner un poco de orden, pero no gobernar”.
Desarrollando una base filosófica sobre la cual deben gobernar los católicos, Francisco manifestó que “no se puede gobernar sin amor al pueblo y sin humildad y cada hombre, cada mujer que debe tomar posesión de un servicio de gobierno, debe hacerse esta pregunta: ¿Yo amo a mi pueblo para servirlo mejor? ¿Soy humilde y siento a todos los otros, las diversas opiniones, para elegir el mejor camino?”, en clave interrogatoria.
En este camino, el Sumo Pontífice llamó al compromiso de los católicos con la política. “Nadie de nosotros puede decir: `Pero yo en esto no entro, ellos gobiernan´. No, no, yo soy responsable de su gobierno y debo hacer lo mejor para que ellos gobiernen bien y debo hacer lo mejor participando en la política como yo puedo”.
Fiel a su posición de siempre, que desarrolló en su accionar como titular del Centro de Investigación y Acción Social, que dirigió en los 70, el ex cardenal primado de la Argentina aclaró que “la política, dice la Doctrina Social de la Iglesia, es una de las formas más altas de la caridad, porque sirve al bien común. Yo no puedo lavarme las manos. Todos debemos hacer algo”, advirtió, contrariando a los prelados que buscan una actividad autónoma de los partidos, que a veces los llevó a aceptar liderazgos dictatoriales..
Por último, el Papa definió el compromiso que debe guiar a los cristianos, cuando especificó que “un buen católico se inmiscuye en política, ofreciendo lo mejor de sí, para que el gobernante pueda gobernar”.
