Siempre fue difícil encontrarles sentido a los numerosos desplantes políticos que Elisa “Lilita” Carrió les asestó a sus aliados, a sus socios y aun a sus adversarios a lo largo de su carrera. A veces, cuando habla de un tema y mira a la cámara buscando la complicidad del espectador, pareciera que está develando los arcanos más recónditos de la realidad. Otras veces, cuando posa la mirada en algún punto situado detrás de cámaras mientras habla, hay quienes la tildan de “loca”, porque parecería que está hablando de algo que se supone que el público debería conocer pero ignora y entonces obliga a todos a sentirse culpables. En otras ocasiones, de repente, la chaqueña se para, echa llamas por los ojos y lanza sobre sus repentinos “examigos” toda clase de acusaciones sobre hechos que el público desconoce y que los destinatarios de sus invectivas tampoco esperaban.
Así de imprevisible es esta diputada porteña –que llegó al Congreso representando a la provincia del Chaco–, que crea partidos políticos y coaliciones y después los destroza sin solución de continuidad, que alaba sin reparos a sus camaradas y después les imputa realizar componendas terribles.
Hay quienes tienen la impresión de que Elisa Carrió abre todas las puertas sin pedir permiso y, consciente de que es una intrusa, destruye todos los lugares que no le pertenecen.
Un largo adiós
Este miércoles, la blonda chaqueña pegó el portazo, abandonó a sus antiguos amigos radicales, progresistas y socialistas de todo cuño y se recluyó en su propia creación porteña, Unen. Lo que en realidad hizo Carrió fue abandonar la coalición con el Frente Amplio Progresista, de la que resultó la alianza nacional Frente Amplio Unen, y recluirse en el territorio porteño, su nueva patria desde que en 2005 fuera elegida como diputada por primera vez en representación de la Ciudad de Buenos Aires.
De todos modos, Carrió, que con el portazo al FAP consiguió más centímetros y minutos en los medios de comunicación que votos, jamás les hizo la vida fácil a sus “amigos” de Unen. Decidida a ocupar un espacio importante después de lograr el 1,8 por ciento en 2011, lanzó sobre los dirigentes y la coalición una blitzkrieg de acusaciones, epítetos altisonantes y arbitrarias definiciones sobre la política de alianzas, llegando a amenazar que si no había alianza con el Pro, abandonaba la política.
A Martín Lousteau, a poco de crearse Unen, lo acusó públicamente por ser el redactor de la Resolución N° 125, que desató el conflicto con el campo en los albores del año 2009, una circunstancia que Carrió no desconocía al momento de aceptarlo como aliado. Hoy, sin embargo, lo promueve para disputar la Ciudad de Buenos Aires.
A Ricardo Gil Lavedra le dijo el 15 de mayo de 2013 que el kirchnerismo lo había violado a él y a sus compañeros de bloque porque algunos votaron la reforma de la Comisión de Valores propuesta por el Frente para la Victoria. El abogado le contestó: “Si a nosotros nos violó el oficialismo, a ella la violaron dormida, porque estaba en su casa y no fue a la sesión de ese día”. El antiguo integrante de la Cámara Federal Penal, molesto, agregó luego que la legisladora “es un severo obstáculo para la unidad de la oposición”.
El 12 de agosto de este año, Elisa Carrió volvió a tener un papel protagónico, cuando en el lanzamiento oficial del Frente Amplio Unen en la Ciudad de Buenos Aires la chaqueña tomó su cartera, se levantó del sillón del cómodo living del Palacio Rodríguez Peña dispuesto para los cinco presidenciables y los referentes porteños de la coalición electoral y se fue, en medio del discurso de cierre de Fernando “Pino” Solanas, en momentos en que el cineasta desechaba la posibilidad de acordar con el macrismo, afirmando que en ese espacio no había lugar “para la derecha moderna ni candidatos light como Macri, Massa y Scioli”.
La controversia
Tras la decisión de la Unión Cívica Radical, conocida el lunes último, de no tomar ninguna medida inmediata en cuanto a alianzas, la diputada chaqueña decidió abandonar el espacio en el que conviven trabajosamente ocho partidos políticos. La UCR acababa de enfriar la presión ejercida por Lilita dentro del FAU para acordar con Mauricio Macri, postura que era compartida por el titular de la UCR, Ernesto Sanz, y por Oscar Aguad, quienes, sin embargo, debieron acatar la decisión partidaria del radicalismo.
Apenas se conoció el portazo de Lilita, Mauricio Macri bajó la orden al Pro de no salir a hablar públicamente del hecho.
Al abordar la pelea dentro del Frente Amplio Unen, es necesario diferenciar el discurso de Carrió en dos niveles. En el primero, el más importante, sus definiciones políticas, que, cuestionables o no, son el patrimonio de cualquier dirigente que se precie de serlo. Los exabruptos (ver recuadro) corren por un carril paralelo y aparecen cuando la diputada debe justificar sus acciones y se arriesga, en ese concepto, a recibir cuestionamientos.
“La decisión de la UCR de no hacer alianzas es la mejor manera de que el peronismo gane la elecciones. Es posible que el kirchnerismo logre su objetivo de impunidad”, comenzó Carrió, casi en tono profesoral.
A continuación, cuestionó en la misma cuerda: “Está bien que la UCR haga lo que le parece, que vayan hasta donde les va. Pero yo no me suicido. Me retiro de Unen nacional, no voy a romper la única posibilidad que tiene la Argentina. Voy a trabajar en Provincia. Peleo por la Capital con [Martín] Lousteau y [Fernando] Sánchez”.
Hasta allí, una disidencia planteada con una gran racionalidad, que continuó aflorando cuando expresó: “Prefiero seguir como amigos, que la UCR haga su experiencia y yo sacarme esa mochila. Uno tiene pena. Yo vi otro radicalismo. Vi otra calidad de personas. Vi a Illia, a Alfonsín esforzarse, lo sufrí. Vi la idea triunfar”, se entristeció.
Pero entonces comienzan los exabruptos. Primero advirtió, buceando en las miserias –reales o no– de su propia fuerza, que “hay gente de Unen que tiene acuerdos con Scioli, gente de Ricardo Alfonsín que llevó a Pepe Scioli de candidato”.
Enseguida denunció: “Massa avisó a narcotraficantes que los iban a allanar. Me piden pericia psiquiátrica, yo les pido rinoscopía”, sin citar fuentes informativas confiables, tratándose de un candidato de la democracia que nunca fue procesado por el hecho que denuncia.
La dirigente de la CC-ARI también cargó contra su antiguo partido. “Cuando uno ve esta dirigencia de la UCR, le da pena”, fue su aseveración más suave de la mañana del miércoles. Luego, como si intentara dejar atrás nuevamente su discurso racional, volvió a denunciar a sus antiguos correligionarios. “Acá hay mucho dinero en juego, mucho dinero por abajo”, dijo, nuevamente, sin hacerse cargo de sus palabras, porque la diputada tiene la obligación de corroborar sus denuncias en sede judicial, si sus fuentes son confiables. No puede denunciar en la calle o en un estudio de televisión, porque su cargo la obliga a concurrir al juzgado de turno si sabe de algún hecho ilícito. No puede ser de otra manera.
Finalmente, casi en tono despechado contra quienes no la escucharon, la blonda dirigente manifestó: “Ellos se liberan de mí y yo me libero de trabajar con gente mediocre”.