El Grupo Indalo, perteneciente hasta hace poco a Cristóbal López, mantiene una deuda de 8 mil millones de pesos (actualizada serían más de 10.000) con la AFIP por evasión fiscal. Por lo tanto, la maniobra necesitó una jugada de alto vuelo para poder saldar esa moratoria y vender la empresa (siendo excluyente el pago de la moratoria previamente), y la encontró de la mano del poder británico, aunque a través de una mega empresa de origen ruso.
El fondo de inversión OP Investments es la punta del ovillo, cuyo director es Ignacio Rosen adquirir el 100% de Indalo. Sin embargo, detrás de OP se encuentra la petrolera rusa Lukoil, que intervendrá en la recomposición fiscal del exGrupo Indalo (nomenclatura provisoria hasta que los nuevos dueños bauticen la empresa nuevamente) con una inversión de 120 millones de dólares, en un plan de inyección de 300 millones de dólares.
Ergo, la deuda alcanza tal magnitud que más acciones se suman a este Plan Estratégico que deberá ser aprobado por la Justicia argentina, se consideró necesaria la venta de activos no estratégicos por 100 millones de dólares, entre los que se destacan la Petrolera Cerro Negro y la planta de Paraná Metal, pero no incluye la venta de los medios de comunicación Ámbito Financiero, C5N, radio Diez y las FM ex Hadad. Y una propuesta de pago de 10.075 millones de pesos de deudas a la AFIP, en un plan de 90 cuotas de 112 millones de pesos mensuales, con un prepago inicial de 972 millones.
De esta manera, si la Justicia avalara este proyecto la madeja de influencias políticas y económicas de esta cadena comercial se ensancharía notablemente y constituiría un nuevo capítulo de las siempre malas relaciones internacionales entre Rusia y Gran Bretaña. Pero esta vez con Argentina en el medio.
Es que la petrolera Lukoil Pan Americas LLC ingresaría al grupo controlante del exGrupo Indalo y aportaría 120 millones de dólares en préstamos, que luego se podrán convertir en acciones de Oil Combustibles (OCSA); y otros 80 millones de dólares en “financiamiento de inventarios”, para la compra de petróleo crudo y derivados.
Pero, detrás de esta megaempresa, el mundo petrolero intuye un management oculto de British Petroleum, aliadas en Lukarko en el Mar Caspio como también en Azerbaijan, aunque casi siempre coordinen con figuras jurídicas autónomas. Dentro de Lukoil se encuentra su dueño y magnate Mijaíl Jodorkovski, duro opositor al presidente ruso Vladimir Putin, y quien fuera también el hombre más rico de Rusia, encarcelado durante diez años en Siberia por ser presunto autor de dos asesinatos entre 1998 y 1999, siendo uno de éstos el del alcalde de la ciudad de Nefteyugansk, donde estaban radicadas las oficinas de su imperio petrolero. Los hijos y la familia del magnate llegaron a Londres en aquélla época con fines de organizar la resistencia política y garantizar la rentabilidad del emporio. Las ayudas -incluidad la liberación- fueron recompensadas por la familia Jodorkovski.
Jodorkovsky fue liberado por la presión internacional liderada por Londres y Wáshington, que lograron establecer que si no era liberado las sanciones económicas a Rusia serían letales para Moscú. La Justicia rusa decidió liberarlo por razones obvias y Putin se encontró con su peor enemigo aliado al Imperio Británico, desde lo comercial y lo político. Es común en las grandes contrataciones internacionales en el ámbito de la energía, ver a los empresas o sub empresas -como por ejemplo la de Azerbajian-
Por tanto, Rusia había pedido su captura internacional. Es que no es ningún secreto que Jodorkovski quiere ver una revolución en Rusia, ni tampoco su intención de ayudar a lograrla. La entrada de Lukoil y por ende de British Petroleum constituye una piedra en el zapato de Putin en su relación con nuestro país, justo antes de la disputa del mundial de fútbol en aquél país y poco antes del viaje casi seguro de Macri al país euroasiático. Así, en los hombros de la Justicia reposa ahora la responsabilidad de decidir si salvar al Grupo Indalo a partir de la aprobación de su Plan Estratégico es suficiente razón para lastimar en un momento inoportuno la relación con Rusia.