Finalmente, el Gobierno aceptó que las elecciones primarias sigan siendo las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias). De haberse aprobado su proyecto original, estos comicios hubieran perdido su obligatoriedad.
La decisión fue adoptada finalmente en la reunión que sostuvieron el secretario de Asuntos Políticos del Ministerio del Interior, Adrián Pérez; el apoderado del Pro nacional y asesor presidencial, José Torello; el presidente del interbloque Cambiemos en la Cámara de Diputados, Mario Negri; el titular del bloque Pro en la cámara baja, Nicolás Massot y los diputados Silvia Lospenatto (Pro), Pablo Tonelli (Pro) y Fernando Sánchez (CC-ARI).
Durante más de una hora, los funcionarios y legisladores discutieron analizaron exhaustivamente el curso de la reforma, que consideran que está demorada en su aprobación. El plan es que en una semana el proyecto llegue el proyecto al Congreso, ya que se atrasó por las disidencias que existieron, que obligaron a rediscutir temas que parecían fáciles de aprobar, pero que no lograron consenso.
La materia del desacuerdo fue, en especial, la discusión sobre la obligatoriedad de las PASO, que contó con la oposición de la Unión Cívica Radical y del Partido Justicialista. Desde el Pro -adonde aborrecen la política- se dejó trascender que la oposición de los grandes partidos nacionales a este punto de la reforma es “porque no les conviene”, sin entrar en mayores detalles, por lo que el debate sobre este punto quedaría trunco.
De todos modos, si bien existirá una nueva reunión entre Pérez y los senadores, es posible que en el proyecto que envíe el Poder Ejecutivo, el punto de la obligatoriedad lo mismo sea incluido, obligando a los propios parlamentarios a pronunciarse en contra, para lo cual deberán reunir mayorías, encontrar consensos y votar negativamente en el recinto la propuesta.
Una cosa es más que posible, para el final: el único objetivo de Mauricio Macri era que se impusiera el voto electrónico y ese objetivo habría sido conseguido. En este fárrago, la obligatoriedad de la concurrencia a las Primarias fue, casi seguramente, un operativo de distracción.
De esta manera, los argentinos se encontrarán repentinamente obligados a votar con un método inseguro, fácilmente vulnerable al fraude y al engaño y, una vez más, habrá triunfado la ilusión de la tecnología por sobre la política.
Triste, solitario y final, hubiera definido el Gordo Soriano a la culminación del ciclo vital del voto tradicional, que significó, hace 100 años, el ingreso de la Argentina en una nueva era.