Los intendentes peronistas ya tienen enemigo: Cambiemos

Los intendentes peronistas ya tienen enemigo: Cambiemos

El último grupo de intendentes se llama El Establo y también estuvo en Lobos. Fueron también los del Grupo Fénix, los del Grupo Esmeralda y los del Grupo Patria. Fuerte demostración


El peronismo viene demostrando cabalmente que su naturaleza es realmente la de un movimiento, más que la de un partido político. Las instancias de negociación, de intercambio y de alineamiento político que se generan en su interior son tan variadas y ajustadas a las coyunturas, que si se las analizara por sí solas, explicarían la extraordinaria capacidad de adaptación que le permitió sobrevivir a todas las crisis que lo azotaron, que no fueron pocas.

Ni bien se produjo, a fines de 2015, el cambio de mando en la Argentina, se desató un nuevo conflicto que amenazaba con desatar la dispersión final de un movimiento que cambió la manera de hacer política en la Argentina. Por supuesto, es verdad que el peronismo no es un testimonio de los tiempos que pasan, sino que está diseñado para ejercer el poder. Por eso, no existen momentos más dramáticos en su historia que los tiempos en los que permaneció en el llano.

En medio del caos, las únicas voces capaces de convocar a los dispersos eran las de los que no perdieron el 25 de octubre. En el caso de la Provincia de Buenos Aires, estas voces eran las de los intendentes que retuvieron porciones del territorio bajo la égida peronista. De todos modos, la tormenta no hacía más que empezar y tanto azotó que cayó bajo sus tempestades hasta la propia Cristina Fernández de Kirchner, a la que le cupo el mote -junto a otros más, como Aníbal Fernández, Hugo Curto, Daniel Scioli, Carlos Zannini y Martín Sabbatella, por nombrar sólo a algunos- de “mariscal de la derrota”, a pesar de que durante 12 años lideró una época de victorias, que le permitieron al peronismo acceder a variadas instancias de poder a lo largo de todo el país.

Pero una vez producida la derrota, en medio de este negro panorama que azoraba a los peronistas, aparecieron las nuevas instancias de supervivencia. Sin una conducción nacional unificada, los intendentes bonaerenses comenzaron a construir la propia. Primero se plantaron frente a la nueva gobernadora, con el objetivo de sostener los fondos para ejecutar obras en sus distritos. De esta batalla nació, el 16 de enero de 2016, el Pacto de San Antonio de Padua, en el cual confluyeron los intendentes que se habían unido en la discusión, que culminó con la adjudicación de las partidas presupuestarias que les permitieron realizar obras durante este período y sobrevivir un año más.

Más tarde, el Pacto se rompió y, al calor de las divergencias se formó el Grupo Esmeralda, primero y, casi inmediatamente después, el grupo Fénix, con los mismos integrantes. Ambos agrupamientos coincidieron, además, en el homenaje realizado a Antonio Cafiero en el Hotel City, en Buenos Aires, en un acto que marcó la necesidad de confluir que sostienen los diferentes agrupamientos, pero también profundizó las diferencias, ya que ambos grupos delimitaron con claridad sus propios territorios.

Paralelamente, existía desde el principio el grupo de los leales a Cristina, que hoy son nominados como el “Grupo Patria”, en alusión al Instituto desde el cual la expresidenta atiende sus asuntos políticos.

El nuevo bloque

En los últimos días de septiembre apareció una nueva instancia, conformada, como era de esperar, por los jefes comunales que no se habían alineado anteriormente con ninguna otra colectividad, ya fuera por falta de coincidencias o por desconfianza hacia los posibles candidatos. Es sabido que el peronismo no se agrupa para “gestionar” o para “testimoniar”, sino para construir poder.

El Grupo El Establo, conformado mayoritariamente por intendentes del interior bonaerense, vio la luz el 28 de septiembre último en Cañuelas. Los intendentes que forman parte de él son, en principio, Marisa Fassi (Cañuelas); Jorge Cortéz (Hipólito Yrigoyen); Oscar Ostoich (Capitán Sarmiento); Ricardo Casi (Colón); Juan Carlos Veramendi (General Paz); Roberto Álvarez (Tres Lomas); Juan Carlos Gasparini (Roque Pérez); Gustavo Coconi (Tapalqué); Hugo Corvatta (Saavedra); Marcelo Santillán (Gonzáles Cháves); Julio Marini (Benito Juárez); Néstor Álvarez (Guaminí); Alejandro Acerbo (Daireaux); Marcos Fernández (Monte Hermoso); Hernán Yzurieta (Punta Indio); Mario Ishii (José C. Paz); Germán Lago (Alberti) y Ricardo Curuchet (Marcos Paz).

Más allá de los vínculos que mantiene el Grupo Esmeralda con Florencio Randazzo, en la creación de El Establo intervino directamente la mano de Julián Domínguez y es la primera señal de un grupo ligado directamente a una figura que no es un intendente. La mayoría de los jefes comunales que estuvieron en Cañuelas le responde al expresidente de la cámara baja, bajo la advocación de mantenerse fuera de la égida de Cristina y, si es cierta la cercanía de Domínguez con el Papa Francisco, próximos a éste. Para confirmarlo, en Cañuelas estuvo Gustavo Vera, que es casi como el vocero del Vaticano, por estos días.

Una instancia superadora

La nueva instancia y la necesidad convocó a los jefes comunales. En Lobos se produjo el primer intento de reunir a todos los grupos que atraviesan el peronismo en estos tiempos de transitar el desierto. Hubo autocrítica y se delineó una estrategia que sin definirse del todo deja la diáspora de lado y se encamina a la unión más grande dentro de lo posible. “El peligro es que gane Cambiemos” se escuchó desde todas las vertientes y no se habló de candidaturas ni de notables. Solo hubo menciones a Cristina pero sin plantearla como candidata.

Por primera vez desde el 10 de diciembre de 2015, el día en que se produjo el cambio de mando en Argentina, todo el peronismo, sin instancias facciosas, se bajó del tobogán que produjo la derrota en las elecciones de la fórmula del Frente para la Victoria. Fue sólo una instancia preliminar, pero a partir de Lobos el peronismo bonaerense intentaría comenzar a elaborar una nueva síntesis política.

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