Los asuntos policiales tienen una lógica propia. Es como si se tratara de un género literario distinto a los demás. Algo parecido a lo que sucede con las novelas policiales. “Investigar un asesinato puede ser el trabajo más solitario del mundo”, escribió el sueco Stieg Larsson en Los hombres que no amaban a las mujeres, y agregó: “Al final, solo queda una persona que piensa en la víctima e intenta que se haga justicia: el policía que se hace cargo de la investigación”.
En el caso de la nueva policía porteña se conjugan, fundamentalmente, dos cuestiones que hacen que el tema tenga también una lógica propia: la decisión política y lo estrictamente relacionado a la seguridad.
El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, sabe perfectamente que la creación de la policía dependerá de la negociación que se realice en la Legislatura con la oposición. Para evitar que innumerables juicios y recursos de amparo de muchos de los policías de la Federal que se niegan a ser traspasados prosperen, se deberá aprobar una nueva Ley de Seguridad Pública que contenga el artilugio que evite procesos judiciales.
El Gobierno porteño ya tiene redactada la ley, y es inminente el envío del proyecto a la Legislatura. Apenas llegue, deberá pasar por varias comisiones y eso determinará el comienzo de las negociaciones con la oposición, especialmente con el Frente para la Victoria (FpV). Si bien parecía que iban a ser necesarios 40 votos para su aprobación, el oficialismo sostiene que eso no es necesario y que le alcanzará con conseguir los 31 votos. Sin embargo, para alcanzar los consensos aceptará modificaciones en el proyecto. Como el Pro cuenta con 28 legisladores, los acuerdos con otros espacios serán imprescindibles para que la ley avance.
El FpV ya salió a plantear ciertas exigencias (ver nota en página 10). Las dos más importantes serán la creación de una Comisión de Seguimiento de la nueva policía, lo que le dará a la Legislatura cierto poder para controlar lo que haga la nueva fuerza, y la intención de que haya alguna suerte de jefatura civil para que la nueva policía no se autogobierne.
El otro problema con el que se enfrenta la nueva policía… es la propia policía. Más exactamente, los casi 20 mil efectivos de la Superintendencia de Seguridad Metropolitana de la Federal que serán traspasados, la mayoría de los cuales integran el personal de las 54 comisarías de la Capital, y los más de seis mil agentes de la Policía Metropolitana (PM).
El cambio de uniforme, de escudo, de nombre y de patrulleros no es algo que a los federales que están incluidos en el pase les resulte agradable. Pero este es solo un problema de la tropa. Existe un tema aún más problemático, que está relacionado con cierta autonomía que tenía la Federal para manejarse. Esto tiene que ver con la compra de uniformes, patrulleros, chalecos antibala y armamento, que generalmente se hacía a través de una licitación que ganaba siempre la misma empresa.
“Este es un negocio de mucha plata, que era manejado por la propia policía. Y era así porque el poder político de turno se lo permitía. Con el traspaso ese negocio no se acabará, sino que cambiará de manos, con lo cual los que se quedan sin el negocio no estarán muy contentos”, le dijo a Noticias Urbanas un excomisario de la Federal.
La relación entre los federales y los metropolitanos tampoco es buena. El tema de la unificación del escalafón es problemático desde donde se lo mire. Las distintas jerarquías de las fuerzas y cómo unificarlas será otro de los escollos que deberá sortear el Gobierno porteño. Por ejemplo, en la PM hay comisionados, mayores y generales, rangos que en la Federal no existen.
El final del relato se presenta tan complicado como el inicio. El propio jefe de Gobierno se encuentra dentro de un territorio que excede lo político, aunque el tema del traspaso esté supeditado a él. La nueva zona de conflicto es eminentemente policial y, como el género literario del mismo nombre, tiene reglas propias. Para sortearlas, Larreta deberá realizar el trabajo del detective, el más solitario del mundo. Aunque superficialmente parezca lo contrario.