Por qué es importante visibilizar el Día Internacional del Trabajo Doméstico

Por qué es importante visibilizar el Día Internacional del Trabajo Doméstico

En Argentina, es realizado en un 70% por mujeres y no reciben remuneración. Lo que no les pagan, equivale al 13,4% del PBI porteño.


¿Que los espartanos/romanos/cristianos/cualquierejércitoquequieras luchaban en grupo, con armaduras, a través de una estrategia y legitimados por toda una Nación que respaldaba y gratificaba todas sus decisiones, hagan lo que hagan? ¡Cuánto privilegio!. El trabajo de la mujer en la historia, por el contrario, fue y es muy distinto: parir, limpiar, cocinar, lavar, cuidar a los ancianos, y volver a parir. Por siglos, incluso, parir significaba morir; pero aún cuando quedaban con vida, mantenerse en el ámbito “privado” del hogar las relegó a la soledad, sin comunicarse con otras y viviendo -literalmente- para sus maridos. Y más vale que esos hombres soldados regresen de la guerra, porque viuda con huérfanos era una aberración; andá a saber qué hizo ella para quedarse viuda; andá a saber cómo estaba vestida.

El “trabajo” al que está “destinado” la mujer es esquizofrénico y la clave central de toda su concepción es, justamente, fracasar constantemente en ese rol inalcanzable. Virgine Despentes en Teoría King Kong describe perfectamente cómo debería ser una mujer en el sistema patriarcal hegemónico que domina a la sociedad desde hace 12.018 años:

“El ideal de la mujer blanca, atractiva pero no puta, bien casada pero no relegada, que trabaja pero sin ser muy exitosa, para no humillar a su hombre, flaca pero no neurótica con la comida, que sigue indefinidamente joven sin que la desfiguren los cirujanos estéticos, que se siente plena con ser mamá pero no es acaparada por los pañales y los deberes de la escuela, buena ama de casa pero no sirvienta tradicional, culta pero menos que un hombre, esta mujer blanca feliz que nos ponen siempre frente a los ojos, que deberíamos esmerarnos para parecernos a ella, más allá de que parece aburrirse mucho por poca cosa, de todas formas nunca me la crucé, en ningún lugar. Creo que no existe”.

En 1983, en el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, se declaró el 22 de julio como el Día Internacional del Trabajo Doméstico, con el objetivo de reconocer el trabajo no remunerado que realizan las mujeres en sus hogares, basado en patrones socioculturales históricos, que estigmatizan y profundizan la desigualdad entre varones y mujeres.

“No remunerado” significa siglos de trabajo gratis. El trabajo doméstico es el conjunto de actividades no remuneradas que se realizan dentro del hogar para proporcionar y proveer bienestar a los miembros de la familia. Este trabajo contempla garantizar: higiene, alimentación, salud, equilibrio emocional y la socialización de los individuos desde su nacimiento.

El trabajo doméstico representa el 13,4% del PBI porteño

La Dirección de Estadísticas de la Ciudad realizó un informe donde calculó cuánto aporta a la economía el trabajo de cuidados y de gestión del hogar, y dio cuenta que lo que aportamos las mujeres a la economía y que no nos pagan equivale al 13,4% del PBI porteño.

Este trabajo, además, es realizado en un 70% exclusivamente por mujeres y constituye uno de los empleos centrales de todas.

Si la mujer logra acceder al mercado laboral, la desigualdad también se acentúa en la paridad salarial: una mujer gana hasta un 27% menos que un varón por ejercer el mismo cargo laboral.

¿Sabías que hay más personas con el nombre John ocupando cargos en grandes empresas que mujeres? 

El flagelo del “amor romántico”

La idea de la mujer que cuida “por amor” es la causa que justifica al trabajo doméstico no remunerado. Esa mujer “frágil” en la oposición de un hombre “racional” fue justificada en toda nuestra historia, primero por las condiciones ambientales -sociedad agrícola-, luego por el cristianismo, la ciencia y el psicoanálisis.

Pero una idea brillante asombró a todes a principio del siglo XX: somos mitades “incompletas”. Mujeres y varones son partes que corresponden une otre, que por sí soles no funcionan. Como respuesta, la monogamia garantiza la supuesta felicidad de “estar completo”. Se entiende la ausencia de la monogamia como falta de amor. Pero el amor es un sentimiento, la monogamia es una regla, que incluso no cumplirla es considerado un delito en muchos países del mundo.

El trabajo doméstico está ligado al mandato de la mujer frágil, suave, contenedora y dulce. En la reproducción de ellos durante años, se convierten en estereotipos ligados a prejuicios. Correrse de allí resulta angustiante, pero el final es gratificante.

El trabajo doméstico sostiene el sistema capitalista

El trabajo doméstico es la causa que sostuvo y sostiene a todo sistema. Gracias a que el rol de la mujer estuvo por décadas destinado a parir para aumentar la población y así defenderse frente a otras poblaciones, el varón pudo conquistar otras latitudes. Toda su conquista se debe a tener resuelta las cosas “en casa”. No fue su hazaña ni su valentía. Sin una base social a quien controlar, nunca hubiesen podido construir un mundo simbólico que los favorezca.

Reglas como la monogamia fueron creadas para ese mismo fin: sostener el sistema. Por décadas las alianzas matrimoniales se realizaron para que dos Estados gobiernen y se defiendan unidos frente a los demás. La línea matrilineal de la historia existe, solo es necesario recogerla y darle una entidad.

Imagen de la película María Antonieta sobre la boda real de ella con el rey francés Luis XVI, que significó la unión en paz de Francia y Austria.

La reconocida antropóloga feminista Gayle Rubin escribió un famoso ensayo sobre la economía política del sexo, donde explica que las mujeres actúan bajo una forma de patriarcado que podría definirse mejor como dominación paternalista. El término describe la relación entre un grupo dominante, al que se considera superior, y un grupo subordinado, al que se considera inferior, y donde se da un falso intercambio de derechos y obligaciones. Falso porque en la práctica, distinto de la teoría, los roles de género afectan el cumplimiento de los derechos y obligaciones.

En esta lógica, las mujeres intercambian exclusividad sexual, trabajo doméstico no remunerado y aseguran a los varones tener su descendencia, a cambio de protección.

En la sociedad agrícola de 10.000 a.c. quizás tenía sentido, pero en nuestro mundo del 2018 resulta un poco absurdo. ¿De qué nos están protegiendo? ¿De ser libres?

Resulta increíble que el feminismo haya conquistado muchos derechos desde hace 40 años -como el derecho a decidir sobre su cuerpo- pero aún no pueda solucionar el trabajo doméstico no remunerado, la paridad salarial y los impuestos que acentúan la desigualdad económica entre varones y mujeres como el pink tax y la gratuidad de los productos de higiene menstrual.

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