La orden de la presidenta Cristina Kirchner fue clara. Las acusaciones presentadas contra el jefe de Gabinete Aníbal Fernández respecto del triple crimen de General Rodríguez y el manejo del tráfico de efedrina en el programa Periodismo Para Todos debían morir en él. En tanto, el tema debería ser explicado cuantas veces haga falta. Mientras la apuesta era a que mientras más rápido se desinfle, mejor.
Sin embargo, la fuerte interna que Aníbal viene sosteniendo con Julián Domínguez, el presidente de la Cámara de Diputados, por la candidatura a gobernador bonaerense del FPV, parece impedir que esta orden se cumpla por completo. Y más si entre medio está Elisa ‘Lilita’ Carrió, enemiga pública del ministro coordinador.
En consecuencia, esta mañana, ya más sereno que el lunes, Fernández volvió a desmentir el informe de Jorge Lanata y equipo, al tiempo que decidió redoblar sus críticas contra Domínguez y Carrió. A esta última, la acusó de haber prestado su casa para que José Luis Salerno, un farmeceútico que estuvo involucrado en el expediente, declarara en su contra ante las cámaras de PPT. Para sustentar esto, llevó fotos en las que comparó los escenarios.
“Las reuniones privadas de Carrió coinciden con el lugar donde entrevistaron a Salerno. Hoy voy a ampliar la denuncia por falso testimonio en los términos del artículo 140 del Código Electoral porque no se puede buscar modificar el voto con mentiras”, aseguró Fernández.
Finalmente, con su rival en la interna K, que este lunes por la noche bailó una chacarera en el programa de Marcelo Tinelli, Showmatch, fue lapidario. “No lo vi, pero me llegaron 30 millones de mensajes de texto de gente que estaba tomando Reliverán”, disparó.