En términos generales, y más allá de ganar las PASO, Daniel Scioli realizó una buena elección, situándose relativamente cerca del objetivo que se había planteado.
El gobernador bonaerense quedó solo un punto y medio debajo del guarismo perseguido y, atendiendo el resultado del frente Cambiemos, con el treinta y moneditas, el escenario de “madura el nocaut”, ese de más de 40 contra menos de 30, que era uno de los posibles, no quedó plasmado pero tampoco tan lejos. Si quiere asegurar el KO, no deberá confiarse y tendrá que salir a buscar el 45 por ciento para octubre.
El Luna Park reflejó la relación de fuerzas que se vive en el oficialismo. El ultrakirchnerismo, si bien se hizo presente con sus dirigentes y militantes, asistió como actor de reparto al bautismo del peronismo sciolista como fuerza política a partir de esta competencia electoral. Por supuesto que esta fuerza deberá confirmar este resultado en las elecciones de octubre para constituirse en una realidad de la política nacional. El PJ nacional, los gobernadores, los kirchneristas (casi todos) y la mayoría de los gremios lo ven a Scioli como propio. La clase media le fue bastante esquiva, tendrá que ir por su voto.
El mapa de los distritos ganados por el Frente para la Victoria es bastante contundente si se proyecta a octubre, pero su falla respecto del escenario buscado estuvo, justamente, en la provincia que Scioli gobierna, en donde la feroz interna que se desató cual sudestada política y la lluvia que inundó buena parte del territorio le quitaron los puntos necesarios para una mayor tranquilidad. Por fuera del Conurbano, en el interior, Scioli no logró convencer con su propuesta. El voto chacarero le fue hostil. De la misma manera, en la Ciudad de Buenos Aires, distrito donde el exmotonauta nació a la política y en el que alguna vez fue favorito para ganar la Jefatura de Gobierno, apenas consiguió la misma cantidad de votos con los que Mariano Recalde no accedió al balotaje porteño. Poco para Scioli, se esperaba más en este distrito.
El frente Cambiemos tuvo más puntos altos que de los otros. En general es buena la performance a nivel nacional y deben estar satisfechos por haber logrado la marca de lo que fueron a buscar. Sobre todo, la conquista de una posición neta de balotaje, algo que hasta que se realizaran estos comicios se ponía en duda incluso puertas adentro del submarino amarillo. Fue clave la inoperancia de los temidos aparatos y el correcto control que hubo de la elección.
El punto descollante de la coalición quedó en manos de la vicejefa porteña y dirigente de Morón, María Eugenia Vidal, que confirmó en una cancha complicada que se ha transformado en el mejor cuadro político del espacio Pro a nivel nacional. Le tocó bailar con la más brava y sacó más votos no solamente que Macri sino que todo Cambiemos. Tuvo, además de la frescura de lo nuevo, la actitud, perseverancia e inteligencia para ponerse al hombro una provincia que desde hace 28 años es el bastión inexpugnable del peronismo. A tenerla en cuenta, tiene vuelo propio, trasciende su partido y demostrará su poder de fuego si hay debates en la TV. Sobre todo si la intentan ningunear.
En los últimos años, los que ganaron en provincia de Buenos Aires lo hicieron en testimoniales de medio término, como Francisco de Narváez (con la resolución 125 a su favor) y Sergio Massa (parando la re-re de Cristina), aunque este último sostenido desde una gruesa columna de intendentes del Conurbano y del interior provincial.
Mauricio Macri no brilló pero cumplió. No fue el de las encuestas de marzo pero tampoco decepcionó, consumándose como la cabeza de la oposición. Dependerá de su capacidad de leer lo que viene si tendrá o no alguna chance de llegar al sillón de Rivadavia. Es posible, pero para ello, en términos automovilísticos, deberá hacer el récord de vuelta los 76 días que restan. Y para eso hay que doblar rápido y es peligroso. Retener a Sanz y a Carrió sin conflictos, ayudarlos a que nadie de ese seis por ciento emigre, y ser más sólido que un revivido Massa en esta etapa, en la que seguramente no habrá acuerdo ya que es bastante difícil coordinar las estrategias y necesidades de cada uno. No pudieron antes, cuando el Círculo Rojo lo pedía a gritos porque era la opción cantada, ahora se les hará más difícil. Igualmente, ya están conversando. El mapa de los triunfos a nivel nacional condena a este 50 por ciento de los votos. Existen, pero son a priori de dura articulación, al menos con lo hecho hasta ahora. El otro diez es casi imposible para ellos. Y ahí está el problema.
Un párrafo aparte para Massa. El acuerdo con el gobernador José de la Sota le salvó la ropa –al igual que los seis puntos de Sanz y Carrió a Macri– y permitió el discurso triunfante de que “existen tres fuerzas líderes”. Si la intención era romper la dicotomía se puede decir que lo logró, ya que, a pesar de que quedó a lejanos nueve puntos de Macri, su presencia es indispensable en cualquier maniobra de ahora en más. Es el más joven, el que puede perder y no pasa nada, y será indudablemente el hombre a seducir.
La triste interna del Frente para la Victoria en la Provincia dejó al desnudo las fallas que tuvieron ambos candidatos, Aníbal Fernández y Julián Domínguez, a la hora de juntar votantes. La deslealtad los terminó perjudicando a ambos y, con ello, a Scioli.
Aníbal, el ganador, no parece ser una carta triunfadora de primera línea. Le tirarán con munición gruesa desde todos los ángulos. Pero es posible que si logran desarticular los odios adquiridos, los guarismos, a pesar del candidato, mejoren. También aquí deberá haber una negociación clave de la que Scioli no puede permanecer ajeno. La Cámpora dejó su sello y se cargó a intendentes intocables del Conurbano. Bien por los pibes, brindando desde el poder una ayuda a la democracia.
Final abierto, no superabierto, pero aún sin definición. Si fuera boxeo, estaríamos en el round 10, con Scioli tres puntos arriba. Solo una serie de errores en fila lo pueden dañar. El primero lo cometió viajando en plena inundación. Nada está ni ganado ni perdido. Parafraseando a Jorge Asís, va a triunfar el que menos se equivoque y no el que más acierte.
Macri y Massa promueven el cambio desde sus discursos. Scioli, desde la actitud. Ojalá haya debates de propuestas concretas, visibles, realizables y útiles. Las necesitamos como país. Ojalá las cumpla el que gane y las exija la oposición y el pueblo entero. Ese que entiende y acompaña el cambio.