Ya dio sobradas muestras de optimismo. Mal no le fue. A medida que bajan las aguas que inundaron otra vez la provincia de Buenos Aires, esa que administra desde hace ocho años, Daniel Scioli va retomando su mirada positiva sobre el futuro. El gobernador y candidato presidencial del oficialismo cambió visiblemente de ánimo al menos cuatro veces desde las elecciones del domingo 9.
Cuando la noche de los comicios el recuento se demoraba y los primeros números marcaban una ventaja exigua sobre Mauricio Macri, antes de la medianoche un enojado Scioli salió a enfrentar a los militantes en el Luna Park. Sus propios compañeros de mesa chica calificaron aquel discurso como “pobre”. Acaso le hayan jugado una mala pasada esas cifras provisorias y lejanas de sus deseos. ¿Lo traicionó la ansiedad?
La mañana siguiente ya encontraría al gobernador con otro semblante. Sobre el mediodía, cuando la distancia con su rival de Cambiemos se clavaba en ocho puntos, enfrentó sonriente a la prensa. “Está agrandado”, lo describieron algunos testigos en esas horas.
Luego llegaría lo peor. Por impericia propia, más allá de cualquier operación sobre la que pudieron haberse montado sus contrincantes, Scioli debió explicar qué hacía en Italia mientras 40 municipios de su distrito, urbanos y rurales, ricas zonas productivas y barriadas de extrema pobreza, quedaban bajo el agua. Nunca lo admitirá en público: el gobernador fue alertado –quizá tímidamente, pero alertado al fin– sobre la situación de las lluvias. Decidió irse igual. Lo hicieron volver. Seguramente, esto último tampoco será admitido por el candidato ni por su entorno.
La reunión posviaje con ese círculo más íntimo de gestión lo encontró otra vez a la baja. Enojado. Sorprendido por lo que él consideró un destrato de los medios. Desde sus épocas de supercampeón mundial de un deporte desconocido, Scioli está (mal) acostumbrado a una relación fluida y amena con la prensa. A veces condescendiente. El salto nacional lo puso en una categoría en la que aún no se termina de acomodar. Descargar la furia y forzar una denuncia por supuestas fotos falsas en Twitter parece una reacción amateur. Son tiempos de confusión. Al menos en un sector de su equipo.
En paralelo, y fiel a sus antecedentes, el gobernador decidió empezar a retomar la senda que lo llevó hasta donde está. Esto es, básicamente, una buena mezcla de gestión y campaña. Actos públicos, tele. Inauguraciones, más medios. Optimismo y promesas.
Este domingo, además, Scioli espera sumar un triunfo en Tucumán que le permita coronar otra foto de festejo provincial. Estas imágenes fueron las menos en la previa a las PASO, donde los distritos que adelantaron sus comicios locales, sobre todo los más grandes (Santa Fe, Córdoba, Mendoza y la Capital), fueron refractarios a las propuestas K. Para preparar la fiesta, el gobernador fue el miércoles a la provincia del azúcar y se rodeó de colegas mandatarios. Una muestra, otra, de que el PJ se encolumna detrás de su figura. Es el mejor paraguas que encontraron para seguir en el poder.
Pero más allá de esta excursión al norte argentino, la preocupación de Scioli se concentra sobre sus pies. Allí donde se probó imbatible, donde la propia Cristina dejó traslucir celos por sus performances en las urnas, ahora el gobernador flaquea. No haber llegado al 40 por ciento en tierra bonaerense abrió un abismo de dudas en el sciolismo. La coronación de Aníbal Fernández como candidato a gobernador del espacio potenció los miedos: ¿será nomás el jefe de Gabinete un techo para las aspiraciones de Scioli? Por como son los sistemas electorales, puede darse una paradoja: que Aníbal funcione efectivamente como un ancla, pero que le alcance para coronarse como gobernador, mientras Scioli deba conformarse con un balotaje empujado, en parte, por ese resultado bonaerense modesto.
En menos de una semana, el gobernador ya encadenó tres actos en distritos del Conurbano: Tres de Febrero, Malvinas Argentinas y Zárate. En los próximos días podría concentrarse en grandes ciudades del interior bonaerense, como Mar del Plata o Bahía Blanca, lugares que le dieron la espalda al Frente para la Victoria. ¿Le alcanzará? El primer e inesperado traspié por las inundaciones dejó una enseñanza: el escenario sigue abierto. Faltan solamente dos meses. Conviene templar el ánimo.