“Siempre hay diálogo entre las dos partes, lo que no significa que haya definiciones de nada”, explica, tajante, uno de los decisores en la campaña del Pro en la provincia de Buenos Aires. Responde a la consulta más preguntada desde las primarias del 9 de agosto: la posibilidad, o no, de un acuerdo distrital entre Cambiemos y el Frente Renovador.
Los presidenciables Mauricio Macri y Sergio Massa se miran de reojo y se mandan mensajes indirectos a través de los medios. También tienen emisarios. Desde el Pro, el principal es Jorge Macri, siempre con fluida relación con dirigentes massistas por razones geográficas. Desde el FR son varios, sin nadie concentrando la interlocución. Jesús Cariglino es amigo del Jefe de Gobierno porteño, y también hay buen vínculo entre Joaquín de la Torre y el vidalismo en general.
Dado que el massismo está prácticamente reducido en su masa crítica a la Provincia (su bastión electoral y donde consiguió casi la mitad de sus votos en las PASO), cualquier tipo de acercamiento o pacto con el Pro tendrá como tablero de operaciones el territorio bonaerense. Especialmente, las intendencias, que es donde más sufren los dirigentes del FR el derrumbe de su líder.
Vale recordar que Cambiemos ganó 62 de los 135 municipios de la Provincia, entre ellos los tres distritos más grandes fuera del Conurbano: Mar del Plata, La Plata y Bahía Blanca, además de retener Vicente López y San Isidro y de estar a un punto del batacazo en Tres de Febrero. Mientras tanto, el massismo solamente se impuso en Tigre y San Fernando, dejándoles un agrio sabor a los leales Joaquín de la Torre (San Miguel), Mario Meoni (Junín) y Carlos Selva (Mercedes), entre otros.
Allí está la grieta por la cual puede colarse un acuerdo entre ambas partes, que por cuestiones legales ya no podría ser electoral sino táctico y de praxis. Una de las opciones que se baraja es, con el visto bueno de las cúpulas partidarias, ayudarse mutuamente para ganar más distritos, cooperando en forma coordinada.
En crudo realismo, y a través del reparto de boletas y la asistencia en la fiscalización, Diego Valenzuela (Pro) podría, por ejemplo, recibir una ayuda massista para darle una estocada a Hugo Curto en Tres de Febrero, mientras que en San Fernando el macrismo podría ayudar a Luis Andreotti (FR) a mantener el distrito invisibilizando al concejal Alex Campbell, su candidato a intendente.
“A mí no sé si me sirve ayudar a que los massistas mantengan sus distritos bajando a mi candidato, porque ¿quién me garantiza que el voto para presidente sea para Mauricio?”, reflexiona un jerarca macrista, exponiendo una justificada preocupación: en Cambiemos van por el premio mayor y los desvela la tracción en octubre que pueda asegurar el pase al balotaje y la mayor cantidad de diputados en el Congreso, mientras que en el massismo la satisfacción pasa por perder la menor cantidad de municipios posibles.
Desde el Pro aguardan a que la polarización se profundice cuanto más avance el calendario y empuje hacia abajo los números de Massa, y allí, según creen los amarillos, “los intendentes vendrán solos”. El tiempo juega a favor de Macri por haber logrado obtener un cómodo segundo lugar en la Provincia y ser la opción opositora que canalizará el denominado “voto útil”.
“Nada se definirá antes de 30 días”, dejan en claro desde el macrismo, mientras que en el FR nadie admite la existencia de conversaciones, tampoco con el kirchnerismo. Ambos partidos esperan resultados de nuevas encuestas nacionales que contemplen las consecuencias de los resultados de las primarias y de las inundaciones. Sin duda, un hasta ahora insospechado crecimiento de Daniel Scioli en los sondeos empujaría a los sectores a un pacto más flexible.
El riesgo para las respectivas jefaturas de campaña es que, ante la pasividad, por abajo comiencen a gestarse microacuerdos inorgánicos, acotados a los terruños en juego. Los días pasan y septiembre se proyecta como un mes de transición hacia un escenario aún incierto.
La soledad de Felipe
El candidato a gobernador del Frente Renovador consiguió una amplia repercusión mediática por su denuncia de robo de 140 mil votos, cifra que al comienzo había estipulado en casi 200 mil pero no se sabe aún cómo fue el cálculo que la hizo descender.
También tuvo repercusión judicial con el fiscal Jorge Di Lello, quien lo convocó a Tribunales para escucharlo y actuar de oficio, y al día siguiente manifestó su interés en abrir las urnas. Pero donde no hubo eco positivo fue al interior del massismo.
Con la sugestiva indiferencia de Massa, varios dirigentes no apoyaron la denuncia de Solá en la que acusaba a los fiscales propios de haberle jugado una mala pasada en los distritos de La Matanza, Ezeiza, Mar del Plata y La Plata. De la Torre cuestionó que se ponga en duda “la honorabilidad de los fiscales que ponen el cuerpo” y Mónica López calificó los reclamos como “tiros al aire”.
La denuncia de Solá tiene como telón de fondo su enfrentamiento con buena parte de los coroneles massistas, especialmente con De la Torre, quien no pudo ser candidato a vicegobernador porque Solá se opuso y pidió a Daniel Arroyo. Haber fustigado a los fiscales propios con poca evidencia en mano, y hacerlo sin una estrategia coordinada con Massa, termina dando la impresión de que Solá se pegó un tiro en el pie y el único que saldrá herido, al final del día, será él.