Los últimos pueden darle la victoria a los primeros

Los últimos pueden darle la victoria a los primeros

Los votantes que acompañaron a Sergio Massa, Nicolás del Caño, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saa tienen en sus manos la llave a la Presidencia de la Nación. Son casi 7 millones de votos.


Hace aproximadamente 22 meses, Mauricio Macri la nominaba como su predilecta en la carrera por la Gobernación bonaerense, un camino que debió compartir, por esas cosas de la política, con Jorge Macri hasta mayo pasado. Convencida de que no podía aspirar solo a ser la segunda más votada, comenzó a recorrer las cuatro latitudes del áspero territorio bonaerense. El destino le puso enfrente al rival ideal, a la pesadilla para cualquier jefe de campaña: el oscuro Aníbal Fernández. El buen resultado en las PASO, cuando fue la candidata de unidad del Pro, la UCR y la CC-ARI, fue la última puerta que cruzó María Eugenia Vidal hasta llegar al batacazo.

El cisma político que provocó todavía no se termina de digerir. El golpe aún no fue asimilado por el peronismo. Aunque los sondeos ya lo preanunciaban, estos confiaban en el aparato, en el miedo al cambio y en las dudas que despertaba que hubiera una mujer al frente del distrito más difícil del país.

“¡Ahora, ahora, Vidal gobernadora!”, gritaron durante semanas los militantes y voluntarios del Pro en los actos de campaña. Los versos estallaron nuevamente en la noche del domingo electoral, cuando, en un último gesto desesperado, Alak los hizo esperar hasta la madrugada del lunes para conocer los resultados que anunciaban que por primera vez en 28 años la provincia de Buenos Aires iba a ser gobernada por un espacio no peronista. Y por primera vez, a secas, por una mujer.

Después del hito empezó el tejido político y surgieron las primeras definiciones. La más importante y sorprendente es que el sensible cargo de ministro de Seguridad bonaerense sería para Cristian Ritondo. Al cierre de esta edición, Vidal todavía no le había hecho el ofrecimiento formal, pero era prácticamente una decisión tomada, según confirmaron a Noticias Urbanas desde el entorno más próximo de la gobernadora electa.

El vicepresidente primero de la Legislatura porteña –de hecho, el segundo de Vidal allí– ya había anunciado a sus íntimos su deseo de trasladar su carrera política a la provincia de Buenos Aires en el caso de que ganara la candidata de Cambiemos, porque cree que tocó su techo en la Ciudad, donde se siente atrapado entre los liderazgos locales de Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti.

El referente macrista de la zona sur porteña deberá reemplazar al polémico Alejandro Granados en el área más delicada de la gestión, que requiere de cintura política para manejarse con la Policía Bonaerense, los jueces, los intendentes y, por si fuera poco, para lidiar con la opinión pública. Para ese lugar, antes había sonado fuerte Eugenio Burzaco, exjefe de la Policía Metropolitana, que probablemente ocupará otro cargo.

Los dos sillones que ya tienen dueño son el del Ministerio de Economía, al frente del cual estará Hernán Lacunza, directivo del Banco Ciudad, y el del Ministerio de Agricultura, que será para el ingeniero agrónomo Leonardo Sarquis. También está previsto que el actual ministro porteño de Espacio Público, Edgardo Cenzon, sea parte del equipo de Vidal en La Plata, posiblemente en un área relacionada con la infraestructura.

El principal operador político de Vidal, el legislador Federico Salvai, que se ocupó de tejer el entramado con los dirigentes del Conurbano, tendrá a su cargo una de las más importantes áreas políticas (probablemente la Secretaría General o el Ministerio de Gobierno), un espacio que será clave, ya que el escenario político estará fragmentado por el poder de fuego legislativo, que estará repartido casi en tercios.

Esa situación se da porque, a diferencia del resto del país, el massismo pisa fuerte en la Provincia, que es su bastión y la fuente de casi la mitad de los votos que recibió en todo el país. En la Legislatura provincial son la segunda minoría después del kirchnerismo (con mayor poder de presión en el Senado) y contarán con diez intendencias, entre ellas dos distritos grandes como San Miguel y Tigre.

“La va a tener jodida”, adelantó el intendente de Ensenada, Mario Secco, en un gesto de bienvenida que puede ser interpretado como una advertencia. Es el prólogo de una batalla política que será ardua, como todo repliegue de un poder que debe, forzadamente, dejar paso a otro.

Por ahora, Vidal es la niña mimada de los medios y del ambiente político, en su papel de protagonista de una proeza que nadie puede negarle. Al día siguiente de la elección recibió el llamado de Aníbal Fernández para felicitarla y, un día después, el del propio Daniel Scioli. Conversaron acerca de cómo poner en marcha la transición, aunque aún no hay fecha para una cumbre entre ambos.

Otro que llamó a la gobernadora electa fue el intendente reelecto de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, el segundo municipio más poblado del Conurbano. “Fue protocolar, entre un intendente y la nueva gobernadora”, explicaron desde su entorno, con temor a quedar pegados a una panquequeada más de las que vienen y de las que aún faltan.

Uno de los enigmas que aún restan definir es el papel que les dará Vidal a sus aliados radicales y a su exjefe de campaña, Jorge Macri. En el primero de los casos (más allá del vicegobernador Daniel Salvador), aseguran que habrá más de un ministerio y algún puesto de relevancia para la UCR.

En cuanto al primo de Mauricio, que fue reelegido en Vicente López y es el presidente del Pro bonaerense, la situación es más compleja. Desde el vidalismo aseguran que él pidió ser el jefe de Gabinete, semanas antes de la elección. En cambio, el intendente dice por lo bajo que hay un acuerdo para que entre ambos conformen el gabinete. Por ahora, esta novela tiene final abierto y será el primero de los desafíos que le esperan a la mujer del momento, futura gobernadora de 16 millones de bonaerenses.

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