La suerte está echada. Después de casi dos años de accidentadas campañas, Daniel Scioli y Mauricio Macri ya están encarando el tramo final de una elección que tuvo todos los condimentos para ser definida como dramática.
No todos recuerdan los sucesos que antecedieron a estos días, con esa dificultad que tiene el público para recordar lo acontecido más allá de unos pocos meses, sometidos como están en estos tiempos a constantes bombardeos de noticias, chismorreos, desmentidas, imágenes impactantes y periodistas que dicen y desdicen permanentemente.
Bajar para subir
En septiembre de 2009, Mauricio Macri, después de una serie de focus groups desarrollados por el socio de Jaime Durán Barba, Santiago Nieto, en provincias clave, tomó la decisión de presentar su candidatura presidencial para 2011.
Casi dos años después, el 8 de mayo de 2011, los diarios publicaban una descorazonadora noticia para los esforzados militantes del Pro: tras conocer los resultados de una serie de encuestas, que lo situaban muy lejos de la Presidenta de la Nación en las preferencias del electorado, Macri había desistido de sostener su candidatura para sucederla.
De todos modos, fiel a su estilo, el ingeniero anunció su decisión en el escenario del Club Cultural y Deportivo 17 de Agosto, en Villa Pueyrredón, rodeado de jóvenes y globos de colores, al ritmo de la música de cumbia, rock y reggaetón. También allí sentó un precedente al bailar con su esposa, Juliana Awada, sobre un escenario en el que reinaba una alegría inducida.
Debieron pasar cuatro años para que, finalmente, el expresidente de Boca Juniors se decidiera a presentar nuevamente su candidatura presidencial. En esta ocasión, Macri se presentó como cabeza de una alianza que incluye a los radicales, una opción que en 2011 no logró concretar y que fue uno de los motivos principales de su desistimiento.
A pesar de que los números no eran los mejores, el Pro apostó a construir su opción, y en ese trabajo descubrió a uno de sus cuadros más importantes. María Eugenia Vidal caminó toda la Provincia, pueblo por pueblo, cuando pocos le auguraban alguna posibilidad de triunfo. Los resultados están a la vista.
Es cierto que la actual vicejefa de Gobierno porteño recibió alguna ayuda de parte del FpV, que ubicó enfrente suyo a Aníbal Fernández, un candidato que más allá de sus virtudes y defectos, arrastraba denuncias en su contra que fueron la antesala de una operación mediática que lo recluyó sorpresivamente al segundo lugar.
Buenos Aires era un territorio en el que el peronismo no perdía desde 1987, cuando Antonio Cafiero derrotó al candidato radical Juan Manuel Casella, que intentaba ser el sucesor de su correligionario, el Titán Alejandro Armendáriz.
La performance de Vidal fue aun superior a la del propio Mauricio Macri, favorecida por su propio crecimiento como figura política, por la gestión del aparato radical, que le dio territorialidad a su propuesta, y por la defección de muchos intendentes peronistas, que la beneficiaron cortando boleta, en protesta por su escasa incidencia a la hora de armar las listas. También muchos antiguos duhaldistas, que desde 2005 habían quedado marginados del PJ a causa de la derrota de Chiche Duhalde ante Cristina por la senaduría provincial, unieron sus fuerzas para llevar a Vidal al Palacio de Gobierno platense.
En ese marco, Macri realizó el 25 de octubre una sorprendente elección, que lo situó apenas tres puntos por debajo de un confiado Daniel Scioli, que obtuvo de esta manera una victoria a lo Pirro.
Macri podría convertirse –de ser ciertas las conclusiones de algunas encuestadoras– en el primer presidente conservador en ganar una elección desde el triunfo del radical antipersonalista Roberto Ortiz en 1938. Pasaron desde entonces nada menos que 77 años.
Ganar por cuarta vez consecutiva
Daniel Scioli fue el vicepresidente de Néstor Kirchner entre 2003 y 2007 y luego fue electo dos veces como gobernador de la provincia de Buenos Aires, la primera en 2007 y la segunda en 2011. Antes había sido diputado nacional entre 1997 –año de su retiro de la motonáutica– y 2002, cuando renunció a su banca después de haber sido reelecto.
Scioli lanzó su carrera presidencial en 2011, poco después de la reelección de Cristina Fernández de Kirchner, lo que lo convirtió en el blanco de los ataques de algunos de sus compañeros, que aspiraban a la misma responsabilidad, y de la oposición, que comenzó la larga carrera por “limar” su candidatura con la esperanza de desplazar al peronismo del poder en 2015.
La campaña de Scioli lleva así cuatro largos años de duración, durante los que debió lidiar con la oposición de los referentes del kirchnerismo duro, que preferían a otros candidatos antes que a él. De todos modos, ninguno de los otros elegidos llegó a medir ni siquiera la mitad que el exmotonauta cuando fueron evaluados por las consultoras de opinión.
El último 25 de octubre, desde su búnker en el Luna Park, Scioli salió a afrontar los resultados de la elección sabiendo que la segunda ronda era inevitable, que sus adversarios habían logrado un fuerte golpe de efecto y que sus posibilidades ya no eran amplias como su propia tropa imaginaba.
Una elección volátil
Las encuestas que elaboraron las consultoras González y Valladares, Hugo Haime y Poliarquía coincidieron en ubicar a Mauricio Macri primero en los guarismos para el 22 de noviembre.
La primera, cuyos resultados fueron publicados el 11 de noviembre, le otorga al jefe de Gobierno porteño once puntos de ventaja: 55,5%, contra 44,5%. De todas maneras, la empresa reconoce que existe un alto porcentaje de indecisos. Un 7,4% de ellos reconoció que podría cambiar su voto y un 3,5% aseguró no estar decidido aún.
La consultora Poliarquía difundió hace una semana un trabajo realizado de manera telefónica que arroja como resultado que Macri consigue una intención de voto del 48,7%, contra el 40,2% que obtiene Daniel Scioli. Los indecisos son el 6,4%, y el 4,7% sería proclive a votar en blanco o a anular el voto.
Sin embargo, el propio Eduardo Fidanza, director de la encuestadora, reconoció que todavía “no se puede considerar definida la elección”.
Poliarquía halló que el 59% de los votantes del Frente Renovador migrarían hacia Cambiemos, en tanto que solamente el 22% preferiría a Daniel Scioli. De los restantes, el 11% aún duda a quién votar y el 8% restante votaría en blanco.
Por su parte, la consultora Hugo Haime y Asociados encontró que la ventaje de Macri se redujo al 3,8% en la última semana.
La encuesta indica que Macri tiene una intención de voto del 44% y Scioli obtiene el 40,2%. Los indecisos, según el estudio, llegan al 11,1%, una cifra muy alta, y el 4,3% votaría en blanco. Si los indecisos se sumaran de acuerdo con los porcentuales de votos positivos, Cambiemos obtendría finalmente 5,7 puntos más que el Frente para la Victoria.
Para Haime, Macri se quedaría con el 46,4% de los votantes de Massa, en tanto que el 26% preferiría a Scioli. En la encuesta anterior que elaboró esta firma, la distancia entre Cambiemos y el FpV era de 7,3 puntos.
El capítulo esotérico
Cuentan las lenguas viperinas que, en 1882, Julio Argentino Roca convocó a una bruja de Tolosa –localidad aledaña a La Plata, en donde vivió la Presidenta de la Nación durante su juventud– para que echara un maleficio contra el gobernador bonaerense Dardo Rocha, que aspiraba a sucederlo en el sillón de Rivadavia.
Las crónicas de la época ocultaron la naturaleza del maleficio que lanzó contra el fundador de La Plata la hechicera, pero lo seguro es que fue muy efectivo, porque desde entonces todos los gobernadores que intentaron llegar a la Casa Rosada mediante elecciones fracasaron en el intento.
Hay quienes dicen que la brujería solamente afecta a las mentes posibles de sugestionar, pero la mayoría reconoce un cierto grado de escepticismo… aunque “que las hay, las hay”.
Poseído por esta afirmación, el gobernador Eduardo Duhalde mandó a exorcizar la Provincia convocando a un nigromante, quien no consiguió desembrujar a su empleador: en 1999, la Presidencia de la Nación quedó en manos de Fernando de la Rúa, por entonces jefe de Gobierno porteño.
Consultados por algunos avispados periodistas, los asesores del actual gobernador bonaerense negaron temerariamente que se esté preparando una incursión por el reino de la superstición.
Hasta ahora, el único gobernador de Buenos Aires que llegó a la Presidencia de la Nación tras ganar las elecciones fue Bartolomé Mitre. Alcanzó su objetivo en 1862, cuando la bruja tolosana aún no había ejercido sus dudosas artes de encantamiento.
Un largo y sinuoso camino
En la canción de John Lennon y Paul McCartney, este le canta a su chica su ruego desesperado: “No me dejes esperando aquí, llevame hasta tu puerta”, una frase que sintetiza con bastante exactitud los sentimientos de los competidores por la Casa Rosada.
La larga campaña fue desarrollando variaciones en las expectativas, que llevaron a los candidatos a creer que el triunfo estaba a la vuelta de la esquina u, otras veces, que estaba tan lejano como la inalcanzable muchacha de la canción.
Lo que es seguro es que hay un ciclo que se termina, el del kirchnerismo, porque, gane quien gane, el estilo de gobierno va a ser muy diferente, más allá de que existan políticas que serán continuadas o modificadas.
Scioli va a capitalizar el voto de los sectores sociales que fueron beneficiados por las políticas estatales, que aceptan un cambio de estilo pero desean la continuidad de los programas básicos. El propio Mauricio Macri, en la misma noche en que Horacio Rodríguez Larreta fue electo como su sucesor, trató de arrebatarle ese electorado prometiendo continuar algunos de los planes que desarrolló el FpV en los últimos años.
Al contrario de lo que se esperaba, Scioli decidió mantenerse durante la campaña cerca del Gobierno nacional, sin despegarse, que era lo que le pedían los propios candidatos de su espacio político. Incluso, después de las PASO se “kirchnerizó” aun más por un tiempo, alejándose del voto independiente, que esperaba eso de él. Fue una actitud inesperada, dicen los analistas, porque precisamente su capacidad de llegar a los sectores independientes fue una de las razones que lo hicieron sobresalir por sobre los demás candidatos del kirchnerismo, que debieron resignar sus postulaciones ante esta realidad.
En los últimos tiempos, el FpV mantuvo una fuerte adhesión entre los sectores del trabajo, la clase media baja, los empresarios pyme, los que dependen del mercado interno, aunque no sean pequeños y, en especial, los intelectuales y artistas, muchos de los cuales hicieron campaña por Daniel Scioli.
La estrategia de Macri, por su parte, estuvo centrada en alcanzar a los sectores medios y altos, que tradicionalmente son seducidos por los planes económicos más conservadores, que eluden las políticas sociales e igualadoras y exigen que el Estado invierta en sus necesidades.
Para lograrlo, el jefe del Pro necesitaba de la territorialidad que le podía otorgar el radicalismo, que le facilitó la llegada a todo el país, una tarea que el partido amarillo no podía cumplir en el corto plazo. De esta manera, el Pro ahorró en años, aunque los radicales esperan, si triunfa Macri, que esa capacidad que poseen les sea reconocida cuando se conformen los gabinetes de gobierno. Es sabido que los aliados de la UCR suelen quejarse porque estos batallan con una fiereza inigualable cuando se conforman las listas y los elencos gubernamentales.
Un párrafo aparte merece la provincia de Buenos Aires, cuyos votantes eligieron en esta ocasión a María Eugenia Vidal. El peronismo espera que allí Scioli, que en primera ronda ganó la elección presidencial, marque una diferencia mayor sobre Macri, ahora que el candidato más impopular –Aníbal Fernández– está fuera de carrera. Algunos analistas señalan que quizás eso no ocurra, porque el votante que eligió a Vidal es muy similar en sus características al que hizo lo propio con Julián Domínguez, por lo que el triunfo de Vidal puede inducir ese voto a seguir en la misma senda, es decir, la que hoy transita Mauricio Macri.