Desde que el peronismo, a instancias del sector sindical del movimiento, lanzó hace un mes aproximadamente, la idea de aprobar una ley que limite la capacidad de despedir a las patronales, en el Gobierno empezaron a dudar de la pertinencia de utilizar el poder de veto. Nada queda más a contramano de la opinión pública que salir a defender un despido o, peor aún, una “ola de despidos”.
Por esa razón, en algunas conferencias de prensa, Mauricio Macri salió a minimizar la ola despidos, hablando de que no era algo generalizado, sino que existían sólo casos puntuales.
Paralelamente, en la Cámara de Diputados, el interbloque de Cambiemos saboteaba en todo lo posible la sanción del proyecto, que en la cámara alta fue aprobado con dos tercios del total de votos (48 a 16). Así, todavía este miércoles, los diputados del Frente para la Victoria se quejaban de que la vicepresidente de la Nación, Gabriela Michetti, aún no había girado el proyecto -ya con media sanción- a la cámara baja.
Luego, siguió una pelea entre Héctor Recalde (FPV) y Pablo Tonelli (Pro), en la que se discutía si el proyecto iba a ser tratado directamente en el recinto, sin pasar por las comisiones o si iba a ser tratado en éstas.
Sorpresivamente, cuando todo hacía pensar que la pelea se iba a profundizar, en la noche del martes una visita del ministro de Trabajo a la Cámara de Diputados fue el termómetro para detectar un cambio en la estrategia del Pro. La prédica de Emilio Monzó y de Sergio Massa ante Mauricio Macri tuvo sus frutos.
El resultado fue que ahora se acelerarán los tiempos. La morosidad en el tratamiento del proyecto de Ley de Emergencia Ocupacional sólo sirvió hasta ahora para exponer al Gobierno a sostener una posición desgastante.
El detonante del cambio de posición fue la reafirmación de que Sergio Massa va a apoyar la sanción de la ley. El último intento de Macri de disuadir al tigrense fue la conferencia de prensa del martes, en la que lanzó aquella frase de “no acompañemos al kirchnerismo en esta propuesta”, como si la sola mención al gobierno anterior pudiera oficiar como disuasivo de la oposición.
Como Massa no picó el anzuelo, ahora no queda más remedio que apurar el trago y volverlo lo más breve posible, para que el amargo sabor de la derrota se disipe más prontamente.
El apuro tiene razones que ya fueron apuntadas, pero el cúspide de la adversidad arribó junto con el gigantesco acto que protagonizaron las centrales obreras el viernes último. Si había que agregar algún otro elemento, no hizo falta ninguno más. No es lo mismo un pedido realizado en los salones, mientras se degusta un sabroso café, que hacerlo desde la calle, apoyado por cientos de miles de personas.
Además, el propio Macri, que escucha realmente a pocas personas en su diario trajín, recibió el imprevisto asesoramiento de uno de los líderes de la oposición: Sergio Massa, que le aconsejó lo que finalmente hará. El mismo consejo le habrían dado algunos de los miembros más sensatos de su gabinete. En cuanto al tigrense, los renovadores filtraron que Massa hasta propuso alguno de los cambios que va a sufrir la ley en su recorrido legislativo en Diputados, donde este miércoles comenzará a discutirse el proyecto, con la presencia de los integrantes de las cinco centrales obreras. La semana próxima expondrán los empresarios PYME y el ministro de Trabajo, Jorge Triaca. El jueves de esa semana se discutirá la letra chica del dictamen de las comisiones y se espera que el proyecto sea aprobado.