Macri quiere negociar con los intendentes por “arriba” de los gobernadores

Macri quiere negociar con los intendentes por “arriba” de los gobernadores

Una de las preocupaciones de Macri gira en torno al diseño de cómo lidiar con los jefes de las provincias, en especial cuando la gran mayoría de ellos pertenece al Partido Justicialista.


Cuando Néstor Kirchner asumió la Presidencia de la Nación se encontró con que la poderosa Liga de Gobernadores le respondía mayoritariamente a Eduardo Duhalde. De hecho, tardó cerca de un año en alinearlos tras su proyecto. Para lograrlo, ensayó varias estrategias, una de las cuales fue potenciar a la Federación Argentina de Municipios (FAM) para contrarrestar su poder negociando con sus subordinados, adjudicando directamente las obras en las comunas, sin pasar por la aquiescencia de los jefes territoriales.

En sus inicios, el Gobierno macrista –personificado en este caso por Rogelio Frigerio– proyectaba “reorganizar” la FAM y dividirla en bloques políticos como en una Legislatura y, una vez ordenados, negociar con los intendentes con base en sus urgencias.

Ya en febrero hubo varias reuniones entre el ministro del Interior y los intendentes justicialistas, que fueron en buen tono. Pero la armonía fue diluyéndose lentamente y por estos días ya todos se aprestan a velar las armas para pelear por la conducción.

Julio Pereyra, el actual presidente de la FAM, ya no piensa, como decía en febrero de este año, que vio “a un ministro predispuesto a trabajar los temas” que los ocupan desde la Federación Argentina de Municipios. El 11 y 12 de mayo últimos, los intendentes peronistas se reunieron en Concordia y acordaron designar a Eduardo “Bali” Bucca, intendente de Bolívar, para intentar retener la FAM bonaerense, hoy en manos del jefe comunal de Ituzaingó, Alberto Descalzo.

Saben que la pelea nacional será difícil y que quizás haya llegado el momento de entregar el cargo que hoy ejerce Pereyra y abroquelarse con el territorio donde se librará en 2017 la madre de todas las batallas. En la provincia de Buenos Aires, el peronismo perdió la Gobernación y planteará la pelea desde los municipios, de los que retuvo 54, aunque allí también está en inferioridad, ya que la alianza gobernante se quedó con 10 municipios más.

Por ahora todo es incertidumbre con respecto a quiénes se quedarán con qué. El peronismo tiene, en todo el territorio nacional, más municipios que Cambiemos, lo contrario de lo que ocurre en la provincia más importante del país. Pero los contendientes están negociando al revés, por razones obvias.

Al peronismo le interesa conservar la provincia de Buenos Aires para construir la vuelta en 2019 desde allí, y Macri está interesado en soslayar el poder de los gobernadores, tanto como Kirchner estaba empeñado en minimizar la influencia de los mandatarios que respondían a Duhalde. Ninguno es inocente ni entregará nada de lo que pueda retener para sí.

El 16 de mayo último, Rogelio Frigerio dejó en claro que aquella tolerancia y “buena vibra” de los primeros tiempos se reconvirtió en disputa política. Ese día convocó a 50 intendentes de Cambiemos de todo el país en el Salón Azul de la Casa Rosada.

A la salida del cónclave, el ministro declaró, refiriéndose a la FAM, que hay que “construir una institución que represente a todos los argentinos”, que genere “mecanismos para solucionar los problemas de la gente” y finalizó predicando que “los problemas no tienen ni bandera ni camiseta política, son de todos los argentinos, no de determinado partido”. Todo muy Mauricio.

Pero detrás de Frigerio llegó para hablar con los periodistas el subsecretario de Gestión Comunal, Lucas Delfino, que puso las palabras que develaron el objetivo de la reunión. Primero anticipó que “la FAM dejará de ser una sede del PJ” y que, por sobre todas las cosas, “dejará de ser un lugar donde se dirime la interna peronista”.

Luego, en tono filosófico, el funcionario planteó: “Debemos terminar con la relación tóxica del Gobierno nacional con los municipios” y, finalmente, expresó que “la ciudad, como primer contacto con el vecino, es el primer ladrillo de la democracia en un país tan heterogéneo como el nuestro” (?).

En lo concreto, además de la prevención que genera el uso del poder territorial por parte de los gobernadores, en el Poder Ejecutivo nacional existe la conciencia de la carencia principal que aqueja al Pro, que es su falta de inserción territorial.

Tan grande es esta que debió apelar en las elecciones del año pasado a una alianza inesperada, impensada y aún a veces incómoda con la Unión Cívica Radical para lograr esos votos imprescindibles que residen en los rincones más apartados de la República. En este sentido, una vez más, fueron proféticas las palabras que un veterano sacerdote le espetó a este cronista muchos años atrás: “En los pueblitos más pequeños de la Argentina hay tres edificios que no faltan jamás: una capilla, una unidad básica y un comité radical”.

Esto es lo que se propone construir el Pro, y la FAM es uno de los instrumentos que necesita imprescindiblemente para llegar a ser un partido nacional. Este asunto sobrevolaba (aunque sólo tácitamente, por ahora) la reunión en la Casa Rosada.

Ahora el problema que debe resolver el Gobierno radica en el delicado equilibrio político que deberá guardar para sobrevivir. Es que para ganar la FAM debe construir una alianza con los seguidores de Sergio Massa, porque los números para superar al peronismo aún no están claros.

Esto quiere decir que deberá asestarles otro desaire a sus aliados radicales, que querían ubicar al intendente de Córdoba, Ramón Mestre, en la presidencia. La alianza con el Frente Renovador solo podría prosperar si se le entrega la presidencia al intendente salteño Gustavo Sáenz. En este caso, el malhumor de los radicales, que ya vienen bullendo hace tiempo por una serie de destratos, podría alcanzar el punto de ebullición.

Tanta rabia no les da como para romper la alianza Cambiemos, pero sí dará pie algún día para que la presentación de facturas sea impiadosa. Y de internas, los radicales saben más que nadie.

De todos modos, en la FAM, si todos respetaran la acumulación de los otros, la sangre no llegaría al río. Tanto Carl von Clausewitz como Sun Tzu, dos de los más respetados teóricos de la guerra, sostuvieron que la mejor batalla es aquella en la que el general vencedor evita que sus tropas entren en combate, llegando a la victoria porque su posición se ha vuelto tan ventajosa que su enemigo abandona la lid, convencido de que la derrota será su único destino.

Volviendo a la Argentina, los contendientes observan hoy los movimientos de sus adversarios, tratan de adelantarse a su estrategia y esperan el momento para ubicar a sus hombres en los espacios más ventajosos. El tiempo dirá, pero es probable que el camino, más que el de Von Clausewitz, sea el del Mahatma Gandhi.

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