Habría que reformular la sentencia que dice que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. En realidad, el peor sordo es que no escucha. Oír, oímos todos, pero ignorar lo que oímos es el camino de los sordos selectivos, que fingen no escuchar lo que no desean tener en cuenta.
Esta larga y fútil perorata viene a cuento por una serie de notas periodísticas y desmentidos oficiales y oficiosos sobre los voceros del Papa y sus amigos, que a veces hacen las veces de ser su propia voz. ¿Complicado, no?
Todo comenzó con algunos cruces que se produjeron entre el referente de La Alameda, Gustavo Vera, el asesor estrella de Mauricio Macri, Jaime Durán Barba y la inefable (indescriptible) Elisa Lilita Carrió, la chaqueña que es diputada por la Ciudad Autónoma.
La esencia de las comunicaciones que suele tener como protagonistas al Papa y a sus amigos Gustavo Vera y Juan Grabois está en la constante crítica del Pontífice contra el ajuste que llevó adelante el Gobierno desde el 10 de diciembre de 2015. Esta contrariedad del Papa es la que tiñe su relación con Mauricio Macri, contra quien no tiene nada -según anunció oficialmente-, aunque eso no le impide manifestar su preocupación, precisamente, por los resultados de sus políticas restrictivas de la actividad económica.
En el Vatican Insider (es decir, El Vaticano desde adentro), una publicación especializada que ejerce como una especie de vocero oficioso del Pontífice, se publicó el último siete de julio un artículo dando cuenta de un mail de Francisco que dejaba en claro que Vera y Grabois no son sus voceros oficiales -un verdad de Perogrullo, pues para eso está la oficina de prensa del Vaticano-, pero que “pretender silenciarlos es tanto como querer censurar la voz del mismo Pontífice”.
Los que no quisieron entender se refirieron a estas palabras como ambiguas o que no son entendibles. En realidad, lo que trasunta el crítico religioso (recientemente devenido hasta tal jerarquía) Joaquín Morales Solá en su columna del diario La Nación es su desagrado político contra Vera y Grabois, pero ése es su problema de sordera selectiva, simplemente.
Morales Solá insiste en que la única oficina de prensa del Papa es la del Vaticano, para luego pasar al texto del mail de Francisco a Gustavo Vera, en el que le expresa que “predicar con viento en contra es, en definitiva, la característica del profeta”, tras lo cual le elogió al líder de La Alameda su “actitud y actividad constructiva”, aunque luego le advirtió que “sucede lo de siempre: cuando ven a alguien que construye puentes les da miedo”, en referencia a los repetidos intentos de descalificación que sufrieron Vera y Grabois, que el papa sospecha que son ataques solapados contra su propia investidura.
Como para no dejar dudas, luego Francisco le ratificó a Vera que “sos mi amigo. Lo dije y lo digo. Te hospedás aquí. Eso sí: te tienen miedo porque no solo denunciás sino que construís”, advirtiéndole que “las elites selectivas le tienen terror al hecho concreto de que todos somos hijos de Dios, iguales ante la justicia y con los mismos derechos”.
En el correo, al que tuvo acceso el Vatican Insider, Francisco aludió con dolor a la campaña en contra que se desarrolla en contra de su propia persona y de su investidura en algunos medios de prensa. “Me viene, al final, una frase muy argentina: ‘prender el ventilador’. Creo que al operativo de prensa, organizado por algunos colaboradores del oficialismo le cabe perfectamente. Después de todo y lo digo con tristeza, desparraman lo que tienen en el corazón. Levantar muros y ensuciar a los otros, aquí son sinónimos”
El primero que deslizó, conciente del daño que le causan al Gobierno las opiniones de “los voceros del Vaticano”, oficiales o no, en el preciso momento del “trabajo sucio”, fue Jaime Durán Barba, que habló antes que nadie de los “voceros del Papa” en un artículo publicado en un medio de comunicación.
Al llegar a este punto es necesario aclarar que tanto Durán Barba como Carrió son las espadas designadas por el Gobierno para cruzar de a Francisco cuando éste se pone de mal talante. En este caso, son los voceros oficiosos del presidente y una especie de termómetro para medir la temperatura de la relación entre el Gobierno y el Vaticano.
Este cruce entre voceros tuvo como detonante los últimos pasos del ajuste tarifario, que dejaron daños indelebles entre los más humildes, una afrenta que Francisco toma como ineludible a la hora de hacer política, que en su rol de Pontífice siempre llevará adelante. Para peor, dos encuestas recientes del Gobierno Sitúan a Francisco como uno de los hombres más prestigiosos de la Argentina.
Aún así, hay sordos que creen que es uno más entre la multitud.