La programación artística del Centro Cultural Recoleta cambiará a partir de agosto con la llegada de su nueva directora, Jimena Soria, quien coordinó la Bienal de Arte Joven en la ciudad.
El mes próximo comenzarán ciclos de cine, teatro, danza, letras, música y cultura urbana, además de residencias creativas con artistas de diferentes puntos del país y los proyectos de investigación y creación que resultaron electos de las convocatorias por la nueva gestión.
La muestra contará con la exposición de Augusto Zanela (Buenos Aires, 1967) llamada El primer día, que es un conjunto de tres instalaciones que ocupan dicha Sala Cronopios, dividida a su vez en tres espacios autónomos. Al cuidado de Adriana Lauria, los trabajos de Zanela recrean el primer acto creativo divino, el del Génesis, en un operativo conceptual que incluye una maraña de 160 tubos de neón colgados del techo de la sala, en la que se instaló un gran espejo en una punta de la sala y un banco de madera en la otra.
En los tiempos del tarifazo, la obra de Zanela escribe “luz con luz”, según la curadora, que a la vez que manifiesta la necesidad que determinadas épocas tienen de buscar alguna clase de iluminación.
Cuentan en el CCR que la reacción del público es en general de asombro y también lúdica. “Zanela es uno de los artistas más serios, trabajadores e interesantes de la actualidad -dice la curadora-. Su proceso de investigación y de búsqueda tiene muchos puntos de contacto con lo que hace un investigador de cualquier disciplina, y en él confluyen muchos saberes, entre ellos su formación como arquitecto, ya sea para manejar el espacio como para poner en marcha a un grupo de personas para producir estas obras”.
Por otra parte, en la Sala 10, Matías Ercole (Buenos Aires, 1987) presenta otro acto de prestidigitación en el Recoleta. Te creo, te destruyo es una serie de dibujos del artista que se exponen de manera inusual. En pocos años, Ercole ha creado una iconografía, un universo visual ya reconocible en el panorama del arte local. En esta oportunidad, sus paisajes fantasmagóricos, similares a decorados de una ópera oscura, saltan de la pared al piso de la sala y se sostienen con armazones de hierro y bolsas de arena.
Junto con Sol Ganim, Ercole diseñó un espacio teatral para el drama de sus dibujos con cera y tinta, de gran tamaño, y que se replican en pequeñas obras colgadas e iluminadas como si hallaran al borde del precipicio de la imagen. La muestra es también, de algún modo, una suerte de instalación donde los dibujos aparecen como fragmentos o escenas que rehúyen de la imagen total.