A un año de las primarias, para el Pro no hay tiempo que perder en Provincia. Ya lo demostraron con las incorporaciones de exkirchneristas y exmassistas y con el desinterés por evitar ofender a los aliados radicales bonaerenses en el camino. Todo vale para ganar un territorio que con cuyo resultado puede catapultar o empantanar tanto al Gobierno nacional como al provincial.
En esa estrategia, hoy es clave el rol de dirigentes jóvenes que cuentan con el respaldo de los tres titiriteros principales en el tablero bonaerense: la gobernadora María Eugenia Vidal, el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Emilio Monzó, y el intendente y presidente del Pro provincial, Jorge Macri.
Los tres popes funcionan no siempre en forma articulada y, cada vez más, tienen intereses contrapuestos. Como en 2014 y 2015, antes del cierre de listas, cada uno busca imponer su liderazgo en el armado del territorio aún más inhóspito para el macrismo. Vidal lleva las de ganar por ser la dueña de la caja y de la mayor imagen positiva entre el electorado, aunque Monzó es un viejo conocido para muchos peronistas bonaerenses, y el primo presidencial cuenta con la mayor experiencia Pro en el distrito y, además, la portación del apellido. Desde lejos, el ministro Rogelio Frigerio, de buena relación con los tres, colabora en lo que puede.
Los sub-40 que operativizan la avanzada del Pro son en su mayoría vidalistas, y están encabezados por Lucas Delfino (jefe del partido en Hurlingham y subsecretario de Asuntos Municipales de la Nación), Alex Campbell (referente de San Fernando y funcionario de la Gobernación bajo el ala del ministro Federico Salvai), Ezequiel Pazos (dirigente del macrismo en José C. Paz), Alberto Czernikowski (armador en Malvinas Argentinas) y Ezequiel Fernández Langan (funcionario de Interior y jefe en San Miguel).
Quienes supervisan estas jugadas, que incluyen reuniones secretas y diálogos telefónicos con dirigentes propios, del PJ y del massismo, son los dos principales alfiles hoy por hoy de la gobernadora: Salvai y el ascendente Manuel Mosca, vicepresidente de la Cámara baja bonaerense y oriundo de Avellaneda. Otro ariete clave de Vidal es su secretario de Comunicación, Federico Suárez, que supo ser del riñón del presidente Macri y estuvo a cargo de su discurso por muchos años. Tras dar el salto de la General Paz y aceptar trabajar en La Plata, encabeza la ofensiva vidalista para reforzar la comunicación y el mensaje propio.
Por su parte, Monzó, siempre receloso del vidalismo, tiene a uno de sus hombres de máxima confianza operando en el Conurbano: el viceministro del Interior, Sebastián García de Luca, quien suele hacer más de una visita por semana a la Primera y Tercera Sección. Él fue uno de los instigadores de las últimas incorporaciones de dirigentes massistas intermedios a Cambiemos.
Jorge Macri, en tanto, cuenta con la joven Soledad Martínez, diputada nacional y expresidenta de Juventud Pro. El intendente y presidente del Grupo Bapro tiene a favor su buena relación con los intendentes de la zona norte, pero en contra que el vidalismo también lo recela.
Hoy en día, la discusión que hay entre varios de los operadores en Provincia pasa por si potenciar la construcción con los propios o persistir con las cooptaciones de los que ya están, a pesar de la crispación que provoca en los socios radicales y de la Coalición Cívica.
Mientras Vidal siga siendo un imán en las encuestas que atrae a los hilachos del peronismo que dejó la caída del kirchnerismo, va ganando incorporar lo ajeno. Por ahora en Cambiemos todos entran. Hasta que se rompa de tanto doblar.