Recién cuando los acreedores argentinos del Estado porteño se negaron a aceptar la propuesta de reprogramación de los pagos por los bonos Tango I y II, las negociaciones -paradójicamente- comenzaron a tomar forma. En las asambleas londinenses en las que se votó la propuesta, por el contrario, los que se avinieron a aceptar la propuesta del Gobierno fueron los acreedores europeos, que poseían la mayoría en las series II y IV de los bonos.
El Bono Tango fue una propuesta del Gobierno porteño -en esa época en manos de Fernando de la Rúa-, que decidió endeudarse por 400 millones en 1998, que en el 2001 fue complementada por otra toma de deuda por 100 millones más. De las cinco series -cuatro de las cuales fueron colocadas en Europa y la Argentina, en tanto que la restante sólo lo fue en nuestro país- de las que consta el Bono Tango hay dos en liras (la II y la IV), una en dólares (como no podía ser de otra manera, la I), una en euros (la V) y una en pesos (la III).
En Londres hubo éxito en las asambleas de tenedores de las series II y IV, en liras, y fracaso en las asambleas de las series I y V. La serie III siempre fue pagada en término, por lo que en Londres no hubo asamblea para ella.
UNA NEGOCIACIÓN COMPLICADA
Tras las asambleas, cuando realmente comenzaron las negociaciones con los tenedores argentinos, comenzó a tomar importancia la serie III. Esta serie, que como estaba siendo pagada en término, no mereció mayor atención hasta el día después de la última asamblea, fue puesta sobre la mesa por los propios tenedores. El motivo fue muy simple: la devaluación del peso compromete seriamente sus ganancias y genera disconformidad aún cuando el Gobierno pague en término.
Como en toda negociación hay controversias, ésta no tiene porqué ser la excepción. Los funcionarios porteños ofrecieron, entonces -en vista de la dureza con que las Administradoras de Fondos de Jubilación y de Pensión negociaban las series I y V- incluir a la serie III en el "paquete".
Los hombres de Pesce pidieron una prórroga por cuatro años para el próximo vencimiento de la serie III -que lo llevaría hasta el 2007- y ofrecieron en cambio un ajuste en el monto de la deuda. El coeficiente de este ajuste estaría atado a una eventual mejora en la recaudación fiscal, tomando como base la del año 2001.
La prenda de cambio sería atar a esta negociación la suerte de las series I y V. No sólo eso, sino que los negociadores del Gobierno porteño -que no pueden ofrecerles a los tenedores argentinos mejores condiciones que las que les ofrecieron a los europeos, ya que se negocia con los límites que impone una ley de la Legislatura- exigirían que las asambleas de las series I y V deberían ser previas a la de la serie III.
El esquema es el siguiente: si se negocian las series I y V a la baja, sólo entonces sería factible incluir la serie III, hacia la alta.
HABRÁ OTRA LEY
Para que el acuerdo sobre la serie III tenga el marco legal adecuado, el Gobierno porteño enviará -cuando éste esté listo- un proyecto de ley para llegar a la asamblea de Londres con mandato legislativo. Este punto es imprescindible porque las asambleas para aprobar la quita del 30 por ciento en los intereses de las series I y V serán previas a la de la serie III, por lo que obraría como garantía de cumplimiento por parte del Gobierno.
La Ciudad ya entró en un default selectivo con la serie I, que venció en abril, y está a punto de entrar en default con la serie V, que venció el siete de julio, por lo que el 7 de agosto empezaría a regir otro default. Ésta es la razón de la urgencia con la que se desarrollan las negociaciones. No sería bueno para ninguno de los dos sectores -el gubernamental y el privado- seguir dilatando los acuerdos. El primero no puede seguir sumando fracasos en la negociación de su deuda externa, en tanto que el segundo no puede -simplemente- seguir sin cobrarle a ese inevitable pagador que es siempre el Estado.