Un tema añejo que se renueva al son del conflicto político. La división del municipio más densamente poblado de la provincia de Buenos Aires recobra fuerza cada tanto, especialmente cuando la conveniencia política de varios actores se acomoda en el mismo bando.
En la década de 1990, el menemismo impulsó particiones municipales (uno de los gestores de esa reforma fue el suegro de Massa, Pato Galmarini), con el caso más emblemático de Morón, tras la destitución de Juan Carlos Rousselot y con el telón de fondo de la naciente feroz batalla entre el entonces presidente Carlos Menem y el gobernador Eduardo Duhalde.
Esa división (que creó los partidos de Hurlingham e Ituzaingó) seguramente ayudó a que en su momento Martín Sabbatella sea electo y a que hoy lo fuese Ramiro Tagliaferro. Pero que gracias a ello haya habido aparejada una mejora en la calidad de vida de los vecinos aún es un enigma. Especialmente si vamos al caso de la división de San Miguel, que enajenó al insustentable José C. Paz, dejándolo por dos décadas en condiciones de precariedad social y en manos de su cacique Mario Ishii.
Eso mismo, la sustentabilidad, es el talón de Aquiles de la idea detrás de partir al segundo municipio más grande de la Argentina. En términos estrictos, roza el 1,8 millón de habitantes y está cerca de alcanzar el 1,2 millón de votantes (superando a Rosario y Córdoba, aunque con muy diferente marketing). Algunas alarmas ya se encendieron, en el oficialismo y la oposición, para alertar de que la ambición política pueda llevar a un problema posterior aún más inmanejable.
El nuevo capítulo de esta vieja novela comenzó en marzo pasado, cuando el presidente del bloque del GEN en la Cámara de Diputados bonaerense, Marcelo Díaz, presentó un proyecto para dividir en cuatro al populoso distrito: dos en su extremo este (La Matanza y Tapiales), otro en el centro (Laferrere) y otro en su extremo occidental (cuyo nombre preliminar sería Juan Manuel de Rosas). Contó con voces a favor y en contra, pero fue recién en agosto cuando se alinearon los planetas, con el respaldo explícito del Frente Renovador y el guiño más tibio pero complaciente de Cambiemos. El objetivo que dicen buscar es la descentralización y la mejora de los servicios al atomizar los gobiernos.
Esta semana hubo una reunión entre Díaz y legisladores del Pro y del massismo en el despacho del ascendente Manuel Mosca, vicepresidente de la Cámara y canal conductor de muchos de los intentos que la gobernadora quiere transmitir sin decir. Entre los tres sectores, suman 55 de las 92 bancas.
La reunión fue difundida con un anuncio de que se comenzará a trabajar en un estudio de “factibilidad” que luego se hará llegar al Ejecutivo. La “viabilidad económica” de la partición y el enlace con Vidal estará a cargo del presidente del bloque Cambiemos, Marcelo Daletto, factótum del jefe de la Cámara de Diputados de la Nación, Emilio Monzó.
Nada es casual. Monzó suele ser la génesis de todas las elucubraciones posibles para sumar peronismo al Pro y esmerilar las probabilidades de Sergio Massa de consolidarse (al igual que el vidalismo, pero ellos cuidan más las formas por la convivencia en la Legislatura). Ese es hoy el eje de los movimientos macristas y, paradójicamente, en esto son aliados con el massismo, no porque el tigrense quiera su autodestrucción, sino porque a ellos los seduce mucho la carta de la partición: si no es el PJ tradicional, es al massismo y no al Pro a donde irían los votos de las nuevas alcaldías creadas.
Por su parte, el GEN seguramente también se ilusiona con quedarse con el acotado La Matanza, más cercano a su perfil por contener las localidades con clase media-alta (Ramos Mejía y San Justo, entre otros barrios). Al sur, Tapiales tiene a la más sofisticada Lomas del Mirador pero incluye regiones vulnerables como Aldo Bonzi y Villa Madero. No sería raro que ese nuevo municipio fuera a manos del massismo, así como Laferrere, en donde pisa fuerte el barón del sindicato de comercio Rubén “Negro” Ledesma, jefe del FR local.
La incógnita principal sería la sustentabilidad de Laferrere y, especialmente, del supuesto partido Juan M. de Rosas, que contendría a González Catán y Virrey del Pino, dos de las localidades con mayores niveles de necesidades básicas insatisfechas del país y sin una red productiva que abastezca las arcas de una nueva alcaldía.
Un referente del vidalismo aseguró a Noticias Urbanas que la gobernadora no está decidida sobre el tema y que se trata de una discusión “que dará para largo”. “Lo usan para mojarle la oreja a [la intendenta, Verónica] Magario y a [Fernando] Espinoza. Vidal los considera destituyentes, sin medias tintas”, señalan. Pero también admiten la preocupación de que no se repita un nuevo caso José C. Paz que funcione como un búmeran.
En la foto elocuente que distribuyeron, con un mapa gigante de La Matanza sobre la mesa y ellos alrededor debatiendo alrededor, los legisladores que formalizaron el inicio de las negociaciones traían reminiscencias de esas viejas películas de guerra, en las que se dirime qué territorios están en pugna y cuáles asegurados. Esas estrategias de batalla en las que la gente suele quedar en el medio y ser la menos tenida en cuenta.