El sábado 24 de septiembre, los jóvenes residentes en la Villa 21 Iván Navarro -integrante del equipo de redacción de la revista villera La Garganta Poderosa- y Ezequiel Villanueva Moya fueron amenazados, secuestrados y torturados por efectivos de la Prefectura Naval Argentina, que incluso llegaron a efectuarles un simulacro de fusilamiento. En la noche de este martes, Iván Navarro fue nuevamente amenazado por otro efectivo de la Prefectura, cuando intervino para evitar que continuara una golpiza contra dos jóvenes en las cercanías del Centro Cultural.
Tras regresar a la villa después de relatar su experiencia en el programa Minuto Uno, que conduce Gustavo Sylvestre por la señal de cable C5N, Navarro fue a jugar al fútbol con sus amigos al club Juventud Unida. Cuando regresaba a su casa, vio a dos prefectos golpeando a uno de los chicos que tenían retenidos, mientras le gritaban: “Ahora van a cobrar todos, por habernos escrachado en los medios”.
En ese momento, uno de los heroicos defensores de la moral y las buenas costumbres vio a Navarro observando la escena y le espetó, con ese tono de voz que emplean los servidores del orden, siempre suave y pleno de educación: “Qué mirás?”, le dijo. El chico le contestó, asustado y a la vez valiente: “Nada, pero no le hagas nada al pibe, porque yo los denuncié”.
La reacción del prefecto fue llevar la mano a su arma y, mientras amagaba desenfundarla, gritarle al muchacho: “¿Así que fuiste vos, pedazo de hijo de puta? Empezá a correr…” Navarro no se hizo repetir la orden y huyó prestamente hacia su casa, perseguido por ese ser impoluto, cargado de sagradas verdades en que se convierte un prefecto cuando lo empuja su fe en la democracia.
Como el agente del orden lo logró alcanzarlo, Navarro sintió que había salvado milagrosamente -una vez más- su vida.
Sus amigos y los demás integrantes del staff de La Garganta Poderosa pidieron la inmediata intervención de la Justicia y de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, bajo cuyo mando revistan las fuerzas federales de seguridad.
Además, se deberían revisar los protocolos de estas fuerzas, ya que difícilmente figure entre las atribuciones de estos soldados el imperativo de amedrentar a los jóvenes villeros, aunque, si figurara, debería ser quitado de sus competencias.