La última semana, el foro bonaerense de intendentes de Cambiemos tuvo varias apostillas para destacar. Una de ellas fue la presentación formal (ya hace rato no era novedad) de la incorporación al espacio vidalista de cuatro jefes comunales peronistas. Con foto y todo, para recelo de los radicales.
Los intendentes Hernán Bertellys, de Azul; Jaime Méndez, de San Miguel; Carlos Berterret, de Coronel Pringles, y Manuel Passaglia, de San Nicolás (hijo de Ismael, que se encuentra de licencia), tuvieron su asado protocolar con la gobernadora y ya presidenta del partido y con el vicepresidente del Pro provincial, Jorge Macri, sentado a la derecha de Vidal en la mesa principal. Los peronistas (con un massista incluido, el delfín de Joaquín de la Torre en su distrito) tuvieron su debut y llevaron a 69 el número de jefes comunales alineados al Ejecutivo provincial. Decirles macristas o categorizarlos como parte de Cambiemos suena a una antojadiza sobreactuación.
En ese almuerzo surgió el pedido de algunos intendentes de conformar un fondo educativo bonaerense destinado especialmente a la pauperizada infraestructura, mientras que voces oficialistas machacaron sobre las 1.300 obras puestas en marcha en la Provincia (en plena ejecución después del parate del primer semestre). Por su parte, la gobernadora dijo en su breve discurso: “Establecimos una forma de gobernar distinta, con diálogo y minoría en la Legislatura, y aun así sacamos leyes, con un Poder Judicial sin presiones y garantizando la paz social”. Léase: “Tenemos gobernabilidad contra todos los pronósticos”.
El próximo foro de intendentes será en noviembre –sin fecha confirmada– en la localidad de Lobos. Para esa oportunidad, van a sumar a la convocatoria al ministro de Economía provincial, Hernán Lacunza, a la espera de que baje línea en temas impositivos y escuche reclamos presupuestarios. Básicamente, contener y empujar hacia delante hasta que la gestión se facilite por el ciclo económico nacional, que no levanta. Por ahora, entre la falta de recursos, la herencia recibida y la ascendente inseguridad, lo que sobran son problemas.
Pero el gran hecho político del foro fue la cotización al alza de los intendentes. Con la fecha del cierre de listas a nueve meses de distancia y un verano en el medio, el cortejo oficial a los jefes comunales, sean barones del populoso conurbano o ignotos chacareros del interior, viene in crescendo.
La vieja estrategia de Néstor Kirchner, ponderar a los intendentes (en ese momento, con la intención de desdibujar al entonces gobernador Daniel Scioli), parecía haber reposado entre naftalinas. El presidente Macri hizo un culto del vínculo con los gobernadores al comienzo de su gestión, por ejemplo. Sin embargo, es hora de volver a hacer uso de viejas mañas y desde la Casa Rosada estimulan –vía el Ministerio de Interior– el acercamiento con los funcionarios del primer mostrador.
Más de un vidalista relacionó la difusión mediática de este asado como una forma de presentar una foto que balancee la de la Federación Argentina de Municipios (FAM), que aglutina a intendentes de todo el país y que entronizó –justo en la víspera del foro– a Verónica Magario, titular de La Matanza, como su presidenta. Hace rato no es secreto que Vidal y el tándem Magario-Fernando Espinoza se llevan a las patadas. “María Eugenia los considera lisa y llanamente destituyentes”, expresó una vez un funcionario con despacho nacional pero de militancia en la Primera Sección.
Ese mismo dirigente le confió meses atrás a Noticias Urbanas que lo de la FAM “ya estaba arreglado” tras bambalinas y que “iba a haber un primer año con Magario y después asumirá [el intendente de Córdoba y radical] Ramón Mestre”. Ambos conducen los dos municipios más poblados del país después de la Ciudad de Buenos Aires. Ahora bien, si la táctica ya estaba prevista así, ¿por qué el vaciamiento a la asunción de Magario por parte de Cambiemos?
La razón parecería ser, según admiten en el oficialismo, mera politiquería de baja altura. Tratar de que resabios kirchneristas no tengan una foto de exaltación y consenso. Llamó la atención que el grupo Esmeralda, liderado por el lomense Martín Insaurralde, tampoco apoyara a la intendenta matancera, que fue ungida por una efímera unanimidad: en realidad la respaldaron solamente peronistas (kirchneristas y no tanto), pero nadie de Cambiemos ni del Frente Renovador.
Como para terminar de calentar los ánimos, Magario dio una entrevista al diario Perfil en la que acusó a Cambiemos y al massismo de querer “romper y destruir” La Matanza. Y asestó un puñetazo en el costado menos imaginable: devaluó el supuesto dialoguismo de la gobernadora. “Hace más de cinco meses que Vidal no me atiende ni siquiera por teléfono. La vi en abril y nunca más la volvimos a ver. Si la llamo, me contesta algún funcionario. No sé por qué hace esa diferencia, también tiene que trabajar con el distrito más grande de la Provincia”, disparó.
La Liga municipal crece en influencia y en interacción, aunque tampoco debería dar todo por descontado ni creerse engranaje central de una estrategia que los supera. Algún vidalista reflexionaba en voz alta: “Stolbizer debería irse con Massa, porque esa es la garantía de que el peronismo no se unifique bajo esa boleta”. La fragmentación del espectro pejotista es la principal obsesión oficialista. El coqueteo con los intendentes opositores es solo la pequeña parte de un todo.