El viernes 27 de diciembre se realizó en la Asociación Atlética Argentinos Juniors la Cena de la Militancia, en la que una multitud de integrantes de diferentes espacios políticos se comprometieron a "trabajar para romper con la fragmentación del pueblo, para lograr la recuperación del trabajo, la salud, la educación y la dignidad de la Patria". Asistieron al acto alrededor de 1.500 comensales.
Fue llamativa la gran cantidad de ausencias que se produjeron entre los propios convocantes al evento. Faltaron a la cita la asesora jurídica de los jubilados María América González; el secretario general de los metalúrugicos de Quilmes, Francisco "El Barba" Gutiérrrez; el recientemente laureado presidente del Banco Ciudad, Roberto Feletti; el ex peronista Fernando Melillo; el legislador Eduardo Peduto -envió una carta de adhesión, que fue leída por el locutor-; los socialistas democráticos Jorge Rivas y Ariel Basteiro, el secretario Abel Fatala y la diputada Juliana Marino que se tuvo que quedar en la sesión a garantizar los votos .
No hubo oradores en la cena, pero los integrantes de una selecta lista de dirigentes políticos propuso cada uno su brindis -y eso que era una cena que convocaba a la unidad- de fin de año. Eduardo Murúa y "Pepe" Abelli -el primero de IMPA y el segundo del Movimiento de Empresas Recuperadas- llamaron a profundizar la participación popular y a seguir el ejemplo de ellos y su gente, para seguir recuperando fuentes de trabajo.
El emblemático dirigente de la Juventud Peronista en los ’70, Juan Carlos Dante Gullo, convocó a los presentes a seguir apoyando las luchas sociales, en tanto que el secretario de Descentralización y Participación Ciudadana del Gobierno porteño, Ariel Schifrin, exigió "a grito pelado" que en las luchas electorales se debe discutir "primero el programa, después las candidaturas". Lo repitió varias veces, como mandando un mensaje hacia alguien.
Cuando los brindis finalizaron, de repente, un anónimo incorregible comenzó a cantar -casi con timidez- la primera estrofa de la conocida marchita "Los Muchachos Peronistas", que se difundió rápida e inconteniblemente entre la concurrencia, hasta ocupar -como una inundación- todo el recinto y aún sus alrededores. Fue un espectáculo digno de presenciar las caras de felicidad de los cantores, en contraposición con otras expresiones -incluso de algún organizador-, que exudaban un disgusto que mueve a deducir que ni el peronismo ni el gorilismo están muertos.
Sobre el final primó la tolerancia y, una vez finalizada "la marchita" todo fueron buenos augurios y los concurrentes se dispersaron con la consigna de seguir defendiendo -más allá de las banderías políticas- los principios que los reunieron al cabo de una de las etapas más difíciles de la historia argentina.