Paradójicamente, la democracia contiene en su seno una tiranía: la de las mayorías. Por esta razón, los gobiernos que no llegan al poder bendecidos con la hegemonía parlamentaria, deberán negociar palmo a palmo cada una de sus necesidades de caja, dejando en el camino jirones de sus partidas para lograr la aprobación de sus presupuestos.
Esto termina de ocurrir, precisamente, con el presupuesto anual que envió Mauricio Macri para ser votado en un Congreso en el que tiene minoría en ambas cámaras. Fue muy interesante la negociación que nació al calor de esta inseguridad del poder. En esta instancia, los ganadores fueron los que gobiernan los territorios, que son los que bajan la orden de votar positivamente a sus diputados y senadores -la “ley de leyes” volverá seguramente al Senado a causa de las modificaciones que se aprobarían este miércoles-, por supuesto que a cambio de que se cubran sus necesidades de caja.
Los jirones que dejó Macri en el camino se traducen en la limitación a los “superpoderes” del jefe de Gabinete, en la inclusión de partidas por un total de 4.500 millones de pesos para obras hídricas y cloacales y otras, financiadas con deuda, que totalizarán otros 4.000 millones.
La sesión de este miércoles promete, además, ser maratónica, tanto que se espera que habrá unas 20 horas de debate, porque adicionalmente la izquierda va a plantear alguna cuestión por el aumento de las dietas que se autoimpusieron los legisladores, que llevaron sus emolumentos hasta los 140 mil pesos, que, una vez realizados los descuentos pertinentes, quedarán reducidos a unos “miserables” 106 mil pesos. Esta circunstancia, teniendo en cuenta la verborragia de que hacen gala los “legisladores del pueblo”, podría extender aún más la sesión.
Esta es la primera vez que Macri busca la aprobación de un presupuesto, que debió consensuar con los bloques del Frente Renovador y el que encabeza Diego Bossio, aunque habrá legisladores del Frente para la Victoria que también votarán positivamente, entre ellos, José Luis Gioja.
También se tratará en la sesión el proyecto de régimen de contratación público-privada, que fue reenviado a comisión en la última sesión a causa de algunas desinteligencias internas en el interbloque Cambiemos, que, sumado al rechazo conjunto del Frente para la Victoria y del Frente Renovador, delimitaron el fracaso ocasional de la iniciativa que hoy volverá al recinto con algunas modificaciones.
El Presupuesto prevé una pauta de crecimiento del Producto Bruto Interno del 3,5 por ciento, una inflación de entre el 12 y el 17 por ciento, un tipo de cambio que rondará los $17,92 y un déficit fiscal del 4,2 por ciento del PBI. Más allá de los números, habrá un ambicioso plan de obras públicas y un aumento en las transferencias a las provincias.
La Ley de Administración financiera prevé un tope para la reasignación de recursos del 7,5 por ciento del gasto previsto en el Presupuesto. En la a menudo extraña jerga de los medios, a esta postestad se la denomina “superpoderes”, asimilándola a hipotéticos superhéroes que en realidad sólo habitan en la imaginación calenturienta de algunos guionistas de historietas.
Macri les cedió a los gobernadores, en total, unos 13.500 millones de pesos para obras y otros ocho mil millones más. De todos modos, impuso la pauta de que las provincias con déficit fiscal se tienen que comprometer a reducirlo en un diez por ciento en 2017. Por el contrario, las que sostienen un resultado financiero positivo, gozarán del premio a endeudarse sin necesidad de contar con la autorización del Estado nacional.
El oficialismo ya negoció los votos necesarios para aprobar las tres leyes que les importan a sus operadores y considera que en la madrugada sus proyectos irán a votación.