La marca Trump no conoce de muros fronterizos. El sueño sudamericano del magnate toma forma, lejos de la retórica antiinmigrante que ha marcado su campaña por la presidencia de los Estados Unidos y que tanta indignación ha causado en la región. Frente a la playa Brava de Punta del Este, donde el viento del sudeste le da ese brío que la distingue de la tradicional playa Mansa, hay una construcción circular de unos 20 pisos rodeada de altos edificios vidriados.
Se trata de un esqueleto de hormigón, con las típicas grúas amarillas y el montacargas que sube y baja por uno de los laterales. Pero algo diferencia a esta construcción en ciernes de las demás: en el frente, mirando hacia el Atlántico, cinco letras doradas de unos 5 metros de alto forman la palabra Trump. En la planta baja una enorme foto del magnate recibe a los posibles compradores en la única Trump Tower que se construye en América Latina.
El desarrollador inmobiliario YY Development Group, de capitales 100% argentinos, convenció al republicano de invertir en la “Mónaco sudamericana”, como se conoce a Punta del Este en Uruguay, y desde allí dar el salto a Buenos Aires. La capital de Argentina tendrá un edificio Trump Office, ubicado a metros del obelisco, ícono de la Ciudad. El proyecto está terminado y sólo espera la aprobación oficial.
“Eric Trump ya conocía Punta del Este y los dueños de la desarrolladora tienen una afinidad con la familia Trump”, dice Juan José Cugliandolo, director general de YY Development Group. “La ciudad es un destino cosmopolita, seguro y exclusivo. Por otro lado necesitas un público que pueda sumarse a un proyecto de estas dimensiones”, dice.
Punta del Este está acostumbrada a grandes emprendimientos inmobiliarios, pero los constructores de la Trump Tower aseguran que una vez finalizada la obra no habrá nada parecido en todo Sudamérica. El edificio contará con 51.000 metros cuadrados de hormigón, de los cuales 32.000 serán para la venta. Cada una de las 20 plantas tendrá 7 unidades de entre 100 metros y 300 metros cuadrados a un valor promedio de 5.500 dólares por metro. Para alguno de los dos penthouse habrá que desembolsar 8 millones de dólares.
A cambio, los residentes recibirán grandes dosis del estilo Trump: 10.000 metros de amenities repartidos en cuatro subsuelos, helipuerto, cancha de tenis cubierta, dos piscinas, aire acondicionado central, restaurantes, salones de todo tipo y una construcción de primera calidad, todo inspirado bajo el lema ultra exclusive residences que identifica a los productos de Trump Corporation.
Valores que arrancan en los 520 mil dólares no han sido un problema para la venta. La torre está adjudicada en un 60 por ciento, con siete de cada 10 compradores llegados desde Argentina. El resto se reparte entre unos pocos uruguayos y muchos europeos y estadounidenses atraídos por los productos Trump.
“El proceso surge de un trabajo con Eric Trump, el hijo de Donald, que es quien apadrina el proyecto. Él plantea que el ultra exclusive es un nuevo concepto de residencias, una diferencia de la marca Trump”, explica Cuagliandolo. Cumplir con los estándares de Trump implica someterse al escrutinio constante del magnate, un plan estudiado para que nada desentone con la magnificencia que prometen las letras doradas que ya luce el edificio. “Que Trump esté instalado en la región hace que haya un faro que se destaca sobre cualquier otro proyecto, pero también hay que cumplir las expectativas” de los clientes, advierte el ejecutivo.
La presencia de la marca Trump en América Latina se reduce a un edificio multiuso en Panamá (el Trump Ocean Club), un hotel en Río de Janeiro y, ahora, la Trump Tower en Punta del Este. Pero pronto sumará un emprendimiento de alto impacto en Buenos Aires, una plaza que, desde la llegada de Mauricio Macri al poder, se ha convertido en una atracción para los inversores. “El cambio de gobierno llevó a decidirnos a aterrizar en Buenos Aires. La apertura del mercado financiero seducirá a empresas internacionales que se preguntarán cuál es el edificio icónico de la ciudad. La marca Trump debe estar asociada a un mercado libre, más allá del signo político”, dice Cuagliandolo. El proyecto se dibujó en febrero, dos meses después de la asunción de Macri, y la idea es que el gobierno de la ciudad lo apruebe antes de fin de año. “Se llamará Trump Office Buenos Aires, un edificio premium de oficinas”, revela Cuagliandolo.
La construcción tendrá 35 pisos con plantas de oficinas de hasta 800 metros y 4 subsuelos para servicios. El terreno elegido ocupa una esquina libre a cuatro calles del obelisco, un sitio que el ayuntamiento piensa revalorizar aún más con la construcción de un gran centro de distribución del transporte urbano. “En Buenos Aires la marca Trump no existe y entendemos que hay una demanda que espera ser satisfecha. La idea es que pases por esa esquina y veas algo único”, explica Cuagliandolo. Los valores de venta serán similares a los de la Trump Tower de Punta del Este, aunque en esta sólo habrá oficinas. Donald Trump ya está en Sudamérica.