El presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, manifestó en un reportaje concedido a un portal digital de la ciudad, que “si me tengo que ir, me voy en cinco minutos” y que “no me apego a los cargos”. Seguramente, sus palabras sonarán a música en los oídos de los dirigentes del Pro que cultivan una línea cercana la concepción política de Marcos Peña y del mentor de éste, Jaime Durán Barba.
En esa dirección, el propio Monzó reconoció que “hoy estoy con un rol mucho más pasivo en el espacio, en cuanto a mi opinión dentro del equipo de gobierno. Hoy la preponderancia es la de Durán Barba”. Así, sin mayores tensiones, Monzó aceptó el cambio de rol, que inclusive lo mantiene ahora fuera del rol de armador que ejerció en la elección anterior, justo en un momento en el que el arte de la “muñeca política” se cotiza tan alto en el mercado.
Él sólo dice que existe “incompatibilidad entre el rol de armador y mi cargo como presidente de la Cámara de Diputados“. Monzó explica, sin enojos, que “hoy mi rol es otro” e incluso adelanta que “no creo volver a ocupar ese rol“. Para minimizar su desplazamiento, se escuda en que “el cementerio está lleno de imprescindibles”.
De todos modos, el legislador no se escuda en los logros obtenidos hasta ahora y no se desenfoca con respecto a lo que aún queda por hacer. “El Presidente ha sido muy amplio en la formación del gabinete y nosotros hemos consolidado Cambiemos dentro de la Cámara de Diputados, pero falta mucho más. No podemos decir que un espacio que lleva un año, está consolidado“, acaba, sin apelar a la autocompasión.
Sobre lo que aún queda por delante, Monzó apela a la “chapa” que le da haber estado allí mismo. Inclusive afirma, por “haber sido armador político y viniendo del peronismo, uno siempre tiende a ampliar la base para consolidar el resultado electoral de los años venideros. Ése es el sentido. Y esto, claro está, tiene que hacerse sin perder la identidad con la cual se fundó y se creó este espacio político”. Hasta se dio el gusto, canchero, de llamar a sus antiguos compañeros. “Creo que muchos actores del peronismo pueden incorporarse tranquilamente a los objetivos políticos que tiene Cambiemos“, disparó, apelando al viejo oficio de ponerse al volante de la ambulancia política, ésa que recorre el campo de batalla recogiendo a los heridos, aunque lejos de la bondadosa precursosa, Florence Nightingale.
Entretanto, como para abonar la teoría de la enemistad permanente, hace unos pocos días, el editor del diario Perfil, Jorge Fontevecchia, abastecido de municiones por los enemigos del presidente de la Cámara de Diputados, desarrolló la teoría que circula en la mesa chica del Gobierno, en la que existen dirigentes que consideran que existe una conspiración en marcha, protagonizada por “el peronismo” -sin distinguir matices internos, que son multitud-, que aspira a obligar a Macri a renunciar, sea mediante disturbios callejeros o mediante algún farragoso golpe palaciego.
Allí, siempre según Fontevecchia, entraría a tallar Monzó. La empinada escalera que lo llevaría al poder partiría de una supuesta incapacidad de Gabriela Michetti, que no poseería “la espesura política, la capacidad funcional ni la fortaleza emocional para continuar la presidencia”. Una vez eliminada su candidatura, su sucesor natural sería, entonces, Federico Pinedo, el presidente provisional del Senado, que debería convocar, según la teoría, a la Asamblea Legislativa, que elegiría al sucesor de Macri.
En este punto, relató el propietario de Perfil, el único peronista en la línea de sucesión -el propio Monzó- se convertiría en el nuevo presidente, teniendo en cuenta la resistencia de los peronistas a designar a los no peronistas en posiciones importantes del Gobierno.
Si bien el desarrollo y la presentación de Fontevecchia están impregnados de una fuerte paranoia, también demuestra que en el seno del Gobierno la línea Peña-Durán Barba no sólo retomó el control total del armado político para el año que viene, sino que existen quienes operan planes de contingencia para librarse de algunos de sus enemigos “peronistas” internos. No existe la inocencia en la política y la sola existencia de la teoría -que es tan fuerte que hasta designan habitualmente a Monzó como “el traidor”- da cuenta de la importancia que posee el presidente de la cámara baja en la construcción diaria de la política gubernamental.