Más allá de las candidaturas, más allá de las encuestas, más allá de los dimes y diretes que atrae una elección, en la segunda mitad de 2017 se definen tantas cosas en los comicios de la Provincia de Buenos Aires que enumerarlas sería algo tedioso, en especial por la ristra de cuestiones que se deberían tener en cuenta.
De todos modos, existen algunas premisas que no pueden ser desechadas para evaluar lo que vendrá.
Lo primero, lo básico que se debe analizar es qué significa una elección de medio término, porque en esta circunstancia no se disputan cargos ejecutivos. De todos modos, el Poder Legislativo, cuyos casilleros deberán llenarse este año, guarda una fuerte ingerencia en los terrenos del Poder Ejecutivo, que por esta razón busca colonizar los espacios de los cuerpos parlamentarios.
Diputados nacionales y provinciales, senadores nacionales y provinciales y concejales serán, entonces, el objeto del deseo en 2017, tanto para los partidos políticos que compiten como para sus simpatizantes.
Están claras algunas de las estrategias que adoptará el oficialismo provincial, que aún deben decidir algunas cuestiones esenciales, como la designación de sus cabezas de lista.
Este camino tiene varias vertientes, porque dependerá del candidato que dé la cara por el oficialismo para saber qué campaña va a desarrollar. Las variantes posibles son disímiles. El oponente de fondo será el peronismo, aunque en este punto también clasifica Sergio Massa, que encabeza hasta ahora las encuestas. Por lo tanto, el oficialismo, que por ahora figura tercero, deberá armar una estrategia que contemple, no sólo a uno, sino a los dos oponentes para generar condiciones para la victoria.
Si el oficialismo centrara su campaña en ir contra el kirchnerismo y contra Cristina, para el caso de que su oponente fuera la expresidenta, la mejor candidata, en este caso sería Elisa “Lilita” Carrió, quizás su peor enemiga. De paso, así se polarizaría la elección y se le podrían quitar votos también al Frente Renovador, que en estos días debió soportar el estallido de su alianza con Margartira Stolbizer, por lo cual se deberían replantear los últimos sondeos de opinión, que le otorgaban a esta coalición el primer lugar.
En el camino de plantear un proyecto político a largo plazo, la opción Carrió suena como coyuntural, pero con escaso futuro. Las técnicas de destrucción del enemigo no son apropiadas para durar en la política. La líder de la CC-ARI esmerila bien, pero con esa misma lija también se desgasta a sí misma. De todos modos, la necesidad tiene cara de hereje y, si los números no favorecieran al oficialismo, Carrió es una opción desesperada y posible, porque mide más que otros candidatos del espacio. De todos modos, su postulación es válida solamente en condiciones de adversidad.
Otra de las opciones que se barajan tiene mayor proyección política, pero implica algunos riesgos que los estrategas de la campaña bonaerense evalúan justo en estos días. Se la prodría denominar “la opción Macri”, ya que incorpora como primera figura al primo del presidente e intendente de Vicente López, Jorge Macri. La baja en la imagen del presidente, en especial en el Conurbano, conspira contra esta alternativa, pero no está descartada. Plebiscitar el apellido presidencial en una época de recesión podría ser contraproducente, pero a la vez la marca Macri fue la que los llevó al triunfo, o sea que Cambiemos podría elegir esta opción.
La opción Facundo Manes es, en cambio, toda de Vidal. El médico especialista en la salud de los cerebros es una construcción de Vidal desde el principio al fin. Ni siquiera es demasiado conocido, pero si empezara a recorrer los canales y lograra absorber algo de la imagen de la gobernadora e incorporarla a la suya propia, sería una construcción en la que Vidal no tendría acreedores y sumaría en un cien por cien para sí misma. De todos modos, en el Conurbano Manes no suma demasiado, en parte a causa de su escasa exposición pública y en parte por el mensaje que derrama, alejado de la problemática de los sectores populares.
El único camino que le queda a Vidal -será su gestión la que se plebiscite y ella quien ponga en juego su imagen- choca de frente con la estrategia de Macri. Éste se planteó que su presencia en territorio bonaerense es imprescindible, aunque no para Vidal, sino para él mismo, que debe lidiar con una recesión que desgastó su imagen, por lo que necesita vampirizar la de Vidal para poder mantenerse surfeando sobre las olas. Claro, la versión oficial es que Macri correrá a ayudar a Cambiemos en su versión bonaerense, pero la realidad es que Vidal mide bastante bien en su territorio -alrededor de 15 puntos por sobre Macri-, por lo que él necesita más de ella que ella de él. Sería una devolución de favores, porque la imagen de “él” fue la que la llevó a “ella” a aposentarse en La Plata.
Por el contrario, los intendentes de Cambiemos, que son 70 en la provincia, tal como se ufanan algunos operadores de Vidal, que destacan que empezaron la gestión con 65 jefes comunales, le exigieron a la gobernadora que sea ella la imagen de la campaña. El pedido de los alcaldes es el producto de una lógica política incontrastable. En este sentido, la exigencia de la mandataria es mostrar gestión, convencida -en el Pro esto es religión- de que sólo las giras para inaugurar obras otorgan puntos para ganar elecciones.
No es que los jefes comunales se opongan al desembarco de Macri en la provincia, lo que pasa es que ellos defenderán la joya Pro, que sienten que les pertenece. Aceptarán las recorridas de campaña de Macri por sus distritos, esperanzados de que su presencia no les quitará puntos, pero esperan que junto con el jefe de Estado llegue “ella”, que es la que les suma en sus distritos.
La semana última, Macri fue hasta San Martín junto con Vidal para inaugurar una colonia de vacaciones que construyó el intendente peronista Gabriel Katopodis. De esta manera, busca nacionalizar la campaña -su principal objetivo- y obligará, de paso, a todos sus candidatos a que se esmeren en defender su gestión, pensando en 2019. De esta menera, se convertirá en un invitado a menudo incómodo, casi como un extranjero.