Febrero es la antesala de las definiciones. Su mes siguiente, marzo, es en el que comenzarán a suscitarse algunos de los hechos políticos del largo ruedo que concluirá con el cierre de listas de junio. Por ejemplo, es en marzo cuando Elisa Carrió deberá decidir en qué distrito jugará, ya que se vence el período legal para que fije domicilio en el padrón electoral que la habilite a ser candidata en la Ciudad o en la Provincia.
A comienzos del mes próximo está programada una reunión de la mesa chica del Cambiemos rioplatense –macrismo, vidalismo y larretismo– para ultimar detalles de la organización para la estrategia de campaña, relativos básicamente a la comunicación, la logística y los recursos.
Pero, previamente, María Eugenia Vidal ya empezó a armar su equipo para batallar la provincia de Buenos Aires, bastión que se llevará todas las miradas no solo por ser el de mayor tamaño sino porque en él podrían jugarse el prólogo de varias carreras presidenciales.
La gobernadora volvió a elegir a su mano derecha de muchos años, el actual jefe del Gabinete provincial, Federico Salvai, como su jefe de campaña. Fue su principal operador en 2015 y el armador de la Tercera Sección. Hoy sigue siendo la voz de Vidal en temas políticos y tendrá a cargo el comando de la titánica tarea de campaña y logística.
A su vez, se definió que no habrá un reparto taxativo de trabajo para determinadas personas asignadas a las secciones electorales. El principal criterio será por municipio. “Donde haya un intendente de Cambiemos, allí será jefe de campaña y tendrá libertad para armar su lista de concejales. Los esfuerzos se abocarán a los distritos donde no gobernamos”, explican desde La Plata.
Allí es donde entrará en juego el gabinete vidalista, cuyos ministros serán una especie de “facilitadores” por región: Cristian Ritondo (Seguridad) estará a cargo de Lomas de Zamora y Florencio Varela; Alejandro Finnochiaro (Educación) hará lo propio en la desafiante La Matanza; Santiago López Medrano (Desarrollo Social) coordinará San Martín y José C. Paz; el ex denarvaísta Gustavo Ferrari (Justicia) se enfocará en Bahía Blanca y la Sexta Sección, y el peronista Joaquín de la Torre (Gobierno) buscará sostener en Mar del Plata los buenos resultados de 2015, a pesar de la controvertida gestión del intendente Carlos Arroyo.
Vidal también quiere en la cancha a dirigentes fuera del gabinete. Su hombre de confianza en la Legislatura, el presidente de la Cámara de Diputados bonaerense, Manuel Mosca, coordinará en la Séptima Sección, además de dar una mano en términos generales; en Escobar deberá poner las barbas en remojo el presidente del Banco Provincia, Juan Curutchet, y el intendente de Lanús, Néstor Grindetti, ayudará al armado en Avellaneda.
También habrá actores que con funciones fuera de la órbita de la administración pública bonaerense tendrán roles asignados. Es el caso del director del PAMI, Carlos Regazzoni, encargado de Almirante Brown por ser el jefe del macrismo local desde hace años, o el del jefe de asesores del Presidente, José Torello, quien buscará hacerle mella al massismo en Tigre. El subsecretario de Asuntos Municipales de la Nación, Lucas Delfino, colaborará en la Primera Sección, por su contacto directo con los intendentes debido a su cargo, pero tendrá la lapicera en su distrito original, Hurlingham.
No faltaron las vacantes para los larretistas de paladar negro: el diputado Álvaro González deberá armar para Cambiemos en Ezeiza (donde gobierna un intendente considerado aliado táctico del vidalismo, Alejandro Granados) y Néstor “el Turco” Abbas, asesor en las sombras del jefe de Gobierno porteño, tendrá a su cargo la populosa Merlo.
El sector del monzonismo merece un párrafo aparte. Quienes se abroquelan en el liderazgo del presidente de la Cámara de Diputados también fueron tenidos en cuenta, a diferencia de su conductor, cuyo rol en esta obra está difuso o, al menos, líbero. “Ayudará con los peronistas”, dijo un vidalista que admitió que Emilio Monzó no será el interlocutor poderoso del macrismo bonaerense, como lo fue en 2013 y 2015.
Pero sus dos delfines, Sebastián García de Luca (viceministro de Interior) y Marcelo Daletto (diputado bonaerense del Pro), oficiarán de facilitadores en la Quinta y Cuarta Sección, respectivamente, aunque el primero de ellos –más por motivación propia y encargo de Monzó que por guiño de Vidal– se mantiene activo en la Tercera Sección, el territorio más hostil para Cambiemos y usina de votos para el kirchnerismo.
En la esfera nacional, el jefe de campaña y estrategia de Cambiemos, Marcos Peña, designó al secretario general de Presidencia, Fernando de Andreis, como su embajador en lo que sean las negociaciones bonaerenses y el enlace entre la campaña provincial y nacional. Porque si bien las listas seccionales serán a gusto y piacere del vidalismo, y las de concejales al de los jefes distritales, la boleta nacional tiene otro cantar.
Por el impacto que tendrá ese resultado en la Casa Rosada en una elección que, por lo bajo, todos en el Pro califican de “muy difícil”, es sabido que la lista para diputados nacionales y el codiciado binomio para el Senado tendrán muchos opinantes pero dos últimos decisores: la gobernadora y el Presidente. Pero para esa definición esencial aún resta mucha agua por correr.