El peronismo ya se prepara para una nueva batalla política: las elecciones legislativas de este año. Si bien estos comicios no son claves ni definitivos como el mundillo de opinólogos sugiere ya que las presidenciales llegarán recién en 2019, el cónclave que se realizó el viernes 24 de febrero en San Vicente dejó algunas perlitas por el lado del justicialismo. Por acción u omisión, la figura de Cristina, con todos sus condimentos, sigue siendo determinante en cada uno de los pasos que encara el peronismo, y más en el caso del desorientado peronismo bonaerense. Ella no tiene claro si finalmente será candidata, y nadie tiene claro su futuro judicial, pero que influye en el proceso actual no hay duda. Y nadie sabe hasta cuándo esto será así. Lo que sí está claro que la ex Presidente no solo atrasa la posibilidad de que el peronismo sea alternativa de poder real sino que hasta puede llegar hasta a anular esa posibilidad en el corto y mediano plazo. Ella estará fuera de las grandes ligas a la hora de elegir presidente, (sin olvidar que la doctora ya tuvo dos períodos al frente del Ejecutivo nacional). Y en el peronismo no hay mucha tradición de retornos, salvo el de su fundador, 18 años más tarde.
Un asistente a la reunión dijo por lo bajo: “Nuestro drama es que la que trae los votos es también la que envenena el proceso de renovación”, dando a entender que nadie mide lo suficiente este año (de ahí la necesidad). Pero lo peor que les puede pasar para reorganizarse es que Cristina retome aire interno presionando desde la poderosa imagen que supo generar desde el poder. “Macri no responde, vuelve Cristina” es algo que quieren imponer desde el entorno de la ex presidenta, y ya aparecieron algunos carteles con la palabra “Vuelve”. Algo que también alientan desde el macrismo, ya que la polarización no les cae para nada mal, como quedó expuesto en el discurso de Macri en la apertura de sesiones ordinarias.
Quizás Florencio Randazzo, si lograra superar su miedo al “carpetazo” –ese fantasma que lo rodea con olor a trenes chinos–, pueda ser la figura que retenga buena parte de los votos pero-kirchneristas que ninguno de los intendentes logra sostener. Pero no se sabe.
Desde el plano estrictamente del poder político, los que no sintieron la presión de Cristina son los padres de la movilización del 7 de marzo. Es más, Juan Carlos Schmid, uno de los líderes de la CGT, recordó cuando los llamaba “los oligarcas de los sindicatos” y que nunca los tuvo en cuenta en su gobierno. “No se va a trepar a nuestro reclamo, no lo vamos a politizar”, enfatizó con dureza, ninguneándola.
Panorama bonaerense del PJ
En la reunión hubo definiciones de peso: unidad y apoyos a la marcha de la CGT contra el Gobierno nacional y al paro docente llamado para el 6 y 7 de marzo.
La reunión comenzó bajo las consignas “Unidos por el trabajo”, “Unidos por la Argentina” y “Unidos por Buenos Aires”, con la participación de intendentes, dirigentes y legisladores de los distintos sectores del justicialismo y con la sorpresa del diputado nacional Máximo Kirchner entre los presentes, algo que hizo despotricar hasta el cansancio a Martín Insaurralde que se sintió emboscado.
Luego de la suspensión del congreso partidario en Santa Teresita, en donde el santacruceño y su madre fueron el eje de la discordia, el peronismo bonaerense buscó dar una señal de unidad detrás de la convocatoria de la CGT para el 7 venidero.
Los intendentes Verónica Magario (La Matanza), Gabriel Katopodis (San Martín), Mario Secco (Ensenada) y Julio Pereyra (Florencio Varela), el senador nacional Juan Manuel Abal Medina y el diputado Eduardo “Wado” de Pedro fueron algunos del variopinto que llegaron a la quinta de San Vicente.
Máximo Kirchner tuvo su estreno partidario en el escenario, y acompañó con sonrisas y gestos aunque no fue orador. “Me invitaron y no podía decir que no”, dijo a la prensa antes del arranque del encuentro. Capitalizó de buena manera el giro de ese día de Cristina, que mandó a la militancia al acto de la CGT en lugar de que fueran a verla declarar con el juez Claudio Bonadio en Comodoro Py.
En el escenario se ubicaron unos 30 dirigentes delante de una pantalla gigante de led en la que se alternaban los hashtags #UnidosPorArgentina, #UnidosPorBuenosAires y #UnidosPorElTrabajo.
Varios fueron los puntos que se repitieron en la larga lista de oradores: la importancia de lograr la unidad para derrotar en las urnas a Cambiemos, la convocatoria a respaldar el paro docente del 6 de marzo, el apoyo a la movilización de la CGT del 7 de marzo y la necesidad de que la marcha por el aniversario del golpe de Estado, el 24 de marzo, sea multitudinaria.
Verónica Magario dijo que las candidaturas recién se definirán sobre el filo del cierre de listas. “Faltan cuatro meses, a último momento resolveremos”, contestó con firmeza cuando le consultaron por las postulaciones de dirigentes como Julián Domínguez, quien ya adelantó públicamente su intención de competir, y Randazzo, que andaba de viaje por el Vaticano.
“No tenemos que agredirnos entre nosotros en los programas de televisión. Nuestro enemigo es el Gobierno”, sostuvo, más belicoso que de costumbre ante la tribuna enfervorizada, el sindicalista mecánico Oscar Romero, en representación de la CGT.
La diputada Fernanda Raverta fue la representante de La Cámpora a la hora de los discursos. Llamó a diseñar un “plan antiajuste” y sostuvo que Macri solo propone “un plan de negocios”. “Este es el momento de la apertura, la inteligencia y la unidad y de volver a enamorar”, pidió el intendente de Mercedes, Juan Iturrioz, en línea con el llamado a la unidad que cruzó todo el encuentro, sobre todo el proveniente de los chicos K, algo cuestionados. La cuestión que tras la foto de unidad salieron tan divididos como siempre. Por eso Cristina sigue tan viva.
El cierre estuvo a cargo de Fernando Espinoza, presidente del PJ y dirigente de La Matanza. “Unidos seremos fuertes. Organizados, invencibles”, manifestó entusiasmado ante la concurrencia. Y la marcha peronista invadió San Vicente.
Con demasiadas dudas y las necesidades en stand by, el síndrome de Cristina y la exasperante lentitud de la renovación del poder partidario, que avanza como los tanques del general Alais en Semana Santa del 87, ser opción válida es una meta aún lejana.