Etchecopar, lejos de Aristóteles, volvió a las andadas

Etchecopar, lejos de Aristóteles, volvió a las andadas

El locutor radial volvió a mostrar su apócrifa arte declamatoria para insultar a los más humildes, que se movilizaron con la CGT. Se puede acordar o no con el Gobierno, pero sin insultar a los demás.


Ayer, miércoles ocho de marzo, la radio fue una equívoca fiesta. El poeta de la nada, Ángel Etchecopar volvió a utilizar su apócrifa arte declamatoria para insultar a la gente que protestó en el acto de la CGT, a los que comparó -sin suerte, porque no es un insulto, aunque pretendió serlo- con “aborígenes” y luego los trató de “descerebrados”.

Pero el vate de la propaladora 10 no se quedó allí. Excediéndose en la defensa del Gobierno nacional -un derecho que le asiste, como a cualquier otro-, escupió que “todos los que están arriba del palco deben haber hecho muy buen negocio con la dictadura, porque la añoran, porque la necesitan. Necesitan de nuevo tener un Videla que los torture, que torture a los pibes“.

Luego de su desafortunada expresión, el conversador radial se puso intimista y relató una historia absolutamente traída de los pelos, en la que situó a una exnovia en las cercanías de la Quinta de Olivos en tiempos de Perón -como para destacar que es un hombre de la zona norte con aspiraciones de pertenecer adonde no pertenece- sólo para quejarse de las movilizaciones de la época, que eran mucho más numerosas y constantes que en estos tiempos.

Luego, sin inocencia, Etchecopar repitió un argumento que ha sido muy utilizado por los incultos relatores de las verdades que no necesitan comprobación científica, cercanas, por lo tanto, con la paradoja. “Entre todos los que están hoy en la plaza hay descerebrados, gente que no sabe por qué va pero va, gente que la llevan de la nariz con un plan, hambreados por los mismos sindicatos, usados y utilizados“.

El gran Aristóteles dividió el conocimiento en dos niveles, con uno intermedio. Para el griego, existía la doxa u opinión, que era “un conocimiento superficial, parcial y limitado, vinculado a la percepción sensorial, primaria e ingenua”. Si volviera desde el más allá, Aristóteles se sentiría feliz de tener en el desangelado locutor un ejemplo práctico y viviente de su enunciación teórica.

Los otros dos niveles que planteó el griego que fue el académico que formó a Alejandro Magno fueron la ignorancia, que es la ausencia de conocimiento de todo lo que no está al alcance de los sentidos y la episteme, equivalente al conocimiento científico, el que penetra hasta las causas y los fundamentos de las cosas, que era objetivo porque dependía sólo de la naturaleza y “no de nuestras construcciones artificiales” y sistemático, porque estaba organizado de acuerdo con parámetros lógicos y racionales.

Etchecopar intentó, con el escaso éxito acostumbrado, asimilar a los manifestantes con una turba que es fácilmente arreada a cualquier parte por cualquiera que se les proponga. Esta engañosa teoría existe hace más de 60 años -aunque fue desmentida permanentemente por los hechos posteriores- para menospreciar a los movimientos populares y enunciar las doctrinas que justificaran los golpes de estado.

Quizás sea excesivo llegar hasta Aristóteles para explicar las burradas que se profieren en la Argentina. El problema es que tamañas tonterías se condicen con tamañas teorías.

A veces es necesario poner las cosas en su justo lugar.

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