En la oposición que hace pie en la provincia de Buenos Aires, las cosas siguen en desorden, a contramano del oficialismo, que parece haber organizado su interna principal. El Frente Renovador y el kirchnerismo buscan los pasos a seguir mientras ven cómo Cristina sigue copando la escena opositora, teniendo la mejor intención de voto y no dejando margen para terceros.
Por el lado del massismo, su jefe aprendió de viejos errores y aceptó –a regañadientes– dejar el centro del ring mediático. No hará medios nacionales hasta fines de mayo, explican sus voceros. Su estrategia es ir de la periferia al centro: microgestos en el interior provincial o en localidades del conurbano, visitando pymes o centros de jubilados, sin prensa y con pocos dirigentes.
En frente ya sabe que no tendrá ni a Carrió –ellos creen– ni a Cristina. Pero sí a un oficialismo con la cara de María Eugenia Vidal y a un kirchnerismo que lo correrá por izquierda. La decisión, dicen desde Tigre, ya está tomada: el binomio para el senado del FR será Sergio Massa-Margarita Stolbizer. No importa que el diputado siga poniendo en duda su candidatura cuando es entrevistado o que la líder del GEN pida más tiempo. Las huestes del massismo ya dan por descontado que competirán.
Esa carrera también incluye a las bancas de la Cámara de Diputados: allí quien ya está anotado es Daniel Arroyo, exviceministro de Alicia Kirchner en Desarrollo Social. A la cúpula massista le gusta su capacidad de discurso y su perfil técnico-político. Para el primer puesto igual buscan un nombre más fuerte. No se descarta a la propia Malena Galmarini (dato elocuente: ya tampoco lo descarta ella cuando se le pregunta).
La campaña de Massa busca ser “anti-marketing, lo más diferente a Marcos Peña posible”, aseguran sus laderos. Apoyados en Roberto Lavagna y sus economistas, los del FR buscan instalar la idea de una alternativa “entre el equipo de los gerentes y el de Comodoro Py”. Para eso tendrán la ayuda del capital simbólico que les regala el talismán Stolbizer o, como un massista la denominó: “Nuestro ISO 9000 contra la corrupción”.
El binomio pasará a mostrarse en conjunto a fines de mayo, cuando calculan que llegará “el estrés de la polarización que harta a la gente”. En junio, mientras todos negocien el cierre de listas –incluso ellos–, plantearán un plan integral en materia de seguridad y de economía.
Admiten que los números, por ahora, no son muy optimistas. Reconocen que pueden perder pero que se cosechará la siembra en 2019, cuando la economía termine de arruinarse, auguran. “La imagen de Sergio cae pero sube su intención de voto por el perfil opositor. En el interior bonaerense creció dos por ciento”, añaden. En la Tercera Sección, donde la polarización les es más asfixiante, ellos apuestan al crecimiento de la figura del presidente del Club Lanús, Nicolás Russo, para recorrer el territorio, a la espera de la salida de Massa a la calle en gran escala.
En la vereda de enfrente, Daniel Scioli languidece a la sombra de Cristina, esperando su bendición. Junto con Massa y Cristina, es la otra figura principal de la política bonaerense de los últimos años, pero su poder es parasitario: los focus groups muestran que si se desmarca de la expresidenta, su intención de voto cae casi la mitad. Buena parte de sus votantes lo ven como un guardia del dogma kirchnerista y no como un peronismo superador. A no preocuparse los sciolistas: algo similar le pasa a Florencio Randazzo (aunque al menos está en pleno intento de reconversión).
En su despacho de la Fundación DAR, en la calle San Martín esquina Bartolomé Mitre, se escenifica la decadencia. Como explica un exhabitué consultado por Noticias Urbanas, “ya no está rodeado de colaboradores y personal de seguridad. Solo recibe las visitas de Alberto Pérez, de su asesor de prensa, Carlos Gianella, y de Alberto De Fazio. Y pará de contar…”.
Pocos intendentes lo visitan –él debe trasladarse al conurbano para obtener una foto– y el otrora desfiladero de personalidades que era DAR (en el piso de abajo estaba el búnker de comunicación que conducía Jorge Telerman) pasó a ser un gélido cobijo en el que el exgobernador opera en contra de Randazzo y a favor de que Cristina no desista de él en el armado de listas, algo que lo preocupa.
Pero lo que más muestra la crudeza del momento actual de Scioli es la pérdida del apoyo de sus principales laderos: Cristina Álvarez Rodríguez ya no le responde (se alineó con Gioja), Mariano Cascallares impulsa a Randazzo y se olvidó de su pasado al frente del IPS sciolista, mientras que Guido Lorenzino, Santiago Montoya y Gustavo Marangoni también abandonaron la flota naranja y buscan calor en el peronismo Esmeralda o en el massismo.
La embestida judicial de la Coalición Cívica a fines del año pasado –forzando a que su nombre se manche con causas de corrupción en la gestión– le enturbiaron su flanco mediático, tal vez lo mejor que tenía gracias a sus amistades personales con popes del Grupo Clarín. Su falta de poder territorial se hizo más evidente y ahora, una vez más, la que definirá su suerte será Cristina: ¿le arrendará nuevamente su caudal electoral o decidirá el ocaso final de aquel ambicioso deportista que hace justo 20 años era elegido por Carlos Menem para competir por el PJ en la Capital?