El lunes a la tarde se produjo la reunión del Consejo Metropolitano del Partido Justicialista porteño, encabezado por Presidente del partido, Víctor Santa María, en la que se tomaron importantes decisiones, en un clima de suspensión trasitoria de las disputas internas que se saldarán con política, superando algunos conflictos que parecían no tener final.
La noche del lunes presentó la sorpresa de que todos los sectores del peronismo se allegaron hasta la sede partidaria de San José 181. Confluyeron inesperadamente, como hacía tiempo que no lo hacían, 46 de los 52 congresales que existen, representando al Nuevo Espacio de Participación (NEP) de Juan Manuel Olmos, que envió a Silvia Gottero; el Movimiento Evita, que mandó a Sebastián Demiryi; delegados de Alberto Fernández, que todavía abandonó el Frente Renovador y se muestra en un apostura de construcción propia pero que si se dan las condiciones integraría este espacio renovado; La Cámpora, cuyo emisario fue Mariano Recalde, además presidente del Consejo y Andrés Rodríguez, titular de UPCN, que encarna al sector sindical.
Toda esta movida fue adelantada por Noticias Urbanas en la noche del domingo previa. La sola presencia de todos estos referentes significa una pausa en las hostilidades que fueron moneda corriente en los últimos meses, aunque lo mismo fue posible entregarle mandato la Mesa Política para iniciar negociaciones con el resto de los partidos que componen el Frente para la Victoria y abrir otras con un amplio abanico de partidos, que abarcan desde los movimientos Patria Grande, de Itaí Hagman y Libres del Sur de Humberto Tumini, hasta el Proyecto Sur de Pino Solanas y la Unidad Popular de Claudio Lozano, pasando por el Nuevo Encuentro, de Gabriela Cerrutti, Bien Común, de Gustavo Vera y el Partido Solidario de Carlos Heller. Todo esto se deberá plasmar en un alianza de partidos previa a las definiciones.
La nueva etapa proseguiría sin mayores sobresaltos hasta que comience la ronda de los nombres de los candidatos. Allí, el amago de unidad será puesto a prueba, porque es habitual que la política quede ceñida -en algunas facciones- sólo a que sus principales dirigentes se transformen en diputados, senadores o concejales, mientras que los otros dos años que quedan hasta la próxima elección sean sólo una molesta pausa, en la que las internas que vendrán les servirán para ubicarse mejor. Esta actitud produjo cientos de fracasos, pero muchas veces todavía se siguen anteponiendo las ambiciones personales antes que los proyectos colectivos.
La especulación electoral de los peronistas comienza con la consideración de que el 35 por ciento del electorado porteño es netamente opositor a Macri y se divide en un 20 por ciento de votos peronistas, un diez por ciento de electores que se inclinan hacia la izquierda y otras opciones progresistas, que fluctúan en el voto hacia los partidos del centro, un poco hacia la derecha y un poquito -muy poquito- hacia la centroizquierda.
El último punto en que hubo acuerdo fue en el de revisar la denominación que llevará en sus boletas la opción encabezada por el peronismo. Hay quienes plantean que debe seguir llamándose Frente para la Victoria y otros, que es la hora de cambiar de nombre. No hay consenso aún en este punto y los apoderados peronistas Fernando Barrera, Karina Ravich y Mauro Riano deberán trabajar sobre este punto.
Uno de los referentes peronistas se refirió con sutileza a la pausa en los combates que se produjo, aceptando que solo es una tregua, aunque la lejana unidad “está en manos de Mandrake, es de difícil resolución”. Planteó que el PJ va a convocar a armar “un frente”, en el que lo de este lunes fue apenas el primer paso. “Hay dos sectores -planteó el dirigente, uno que impulsa la candidatura de Juan Cabandié y el otro, que impulsa la de Daniel Filmus. Para nosotros, debe ir a la cabeza el que más mide, que es Filmus. Si ellos eso no lo desean y quieren encabezar con uno propio, ésto se debería dirimir en las PASO”.
En este terreno, falta mucho para que la unidad cristalice y esta suma de voluntades se convierta en un proyecto político con proyección futura. Es más, muchos se conforman con que sólo se logre armar una lista de candidatos que logre un resultado medianamente decente y que la proyección quede para más adelante, o sea, para nunca.