Una parábola es el relato de un acontecimiento ficticio que permite transmitir un mensaje a través de una analogía o una comparación. Se trata de un cuento de intención didáctica que se basa en una mirada sobre el mundo que resulta verosímil, asemejándose en cierta manera a las fábulas.
Esta narrativa de una vida privada de esposo ideal, con vida política basada en una moraleja de esfuerzo y resiliencia, es lo que viene tratando de imponer Daniel Osvaldo Scioli desde que se sumó a la arena política de la mano de Carlos Menem, hace exactamente 20 años, cuando fue arropado por el poder de turno, que lo consideró un fiel peón de la continuidad del neoliberalismo versión pejotista. Seguramente, el exmotonauta no imaginó que a dos décadas de esa irrupción enfrentaría su peor escándalo personal y mediático.
En los hechos concretos, y sin entrar en la farandulización obscena que propicia el mismo Scioli, sucedió que el ex candidato presidencial del kirchnerismo se vio envuelto en un enredo de mujeres por la difusión por parte de la supuesta amante de unos chats que exhibían una presunta infidelidad. A los dos días, el exgobernador anuncia que será padre de un hijo que concibió con Gisela Berger, su hasta entonces mujer que acababa de abandonar el lecho conyugal de La Ñata. A los pocos minutos, en una sugestiva rapidez que llamó la atención de varios malpensados, Berger hizo público que Scioli –confeso antiabortista– le pidió que interrumpiera el embarazo, entre otras acusaciones de difícil comprobación.
El huracán mediático que envolvió al exmotonauta fue tan fuerte que pudo haberlo hecho extrañar los embates de Cristina por cadena nacional. Su imagen pública, que con tanto ahínco (y dinero) se había empeñado en construir, sufría el peor golpe a cinco semanas del cierre de listas.
El combo de una tormenta de palabras como “infidelidad”, “aborto” y “mentira” puede derribar a cualquier dirigente político, porque castiga la identificación emocional del electorado con el dirigente y fuerza al votante a ejercer un juicio moral basado en valores muy arraigados e instintivos. La horizontalización y viralización de la información (tanto la falsa como la veraz) gracias a la revolución tecnológica se ocuparon de agigantar los daños.
En el caso de Scioli, las consecuencias políticas fueron devastadoras. Un escándalo de ribetes chabacanos y frívolos agrava su daño cuando del otro lado hay un político sin anclaje territorial ni respeto por la mayoría de sus compañeros de partido. El otrora gobernador por ocho años del mayor distrito del país nunca logró tender fidelidades entre la dirigencia. Todas las agrupaciones que le respondían (como la Juan Domingo o la Descartes) se esfumaron el 10 de diciembre de 2015, cuando perdió el control de la caja bonaerense.
El llano no ha sido grato con Scioli desde entonces. Su imagen negativa creció, y dejó de ser una pieza codiciosa para sacarse fotos. Según pudo saber Noticias Urbanas, el exgobernador tiene como máximo anhelo obtener alguna banca para ejercer oposición desde allí y no sepultar su sueño presidencial. “Estoy a disposición de ocupar el lugar que me asignen”, le dijo a un importante intendente del primer cordón en la zona sur. “Creo que si le damos el tercer lugar en la lista de diputados, agarra viaje”, comenta con estupor el dirigente, sin poder terminar de creer la decadencia abrupta de su hasta hace poco jefe político.
“La verdad es que esta chica [Berger] nos hizo un favor”, dice uno de los operadores de Máximo Kirchner. “Aunque en política nunca se sabe, y menos en el peronismo, creemos que Scioli ya fue”, remató.
Otros consultados del PJ dicen entre risas que “no se lo quiere cerca a Daniel” por temor a que el escándalo los salpique, en medio de un berenjenal mayúsculo del peronismo bonaerense para poder consensuar una lista única o una interna entre dos opciones. Scioli anhelaba ser el hombre que aunara la tropa cristinista y la que quiere renovarse, o al menos, el que tenga el visto bueno de uno u otro bando. Eso ya no estaría pasando.
Como para terminar de hundirse, el exgobernador no hizo declaración alguna en la que niegue de forma taxativa el pedido de aborto a su exnovia. Al cierre de esta edición, su último tuit seguía siendo del 10 de mayo por la tarde, horas antes de su entrevista con el complaciente Jorge Rial.
Una vez, Emilio Monzó recordó ante tertulianos que Néstor Kirchner, semanas antes de morir, le reclamaba que se sume a su equipo para armar su campaña presidencial para 2011 y que, en medio de la charla, disparó: “Yo mido 25 y este (improperio mediante) con Pimpinela mide 35 sin gestión”.
Scioli tejió más imagen que política, instrumentalizó a algunos amigos artistas –quienes también recibieron beneficios cuando él fue gobernador– para darle color y brillo a la estética sombría de la política, anidó amistades y negocios con algunos importantes gerentes y accionistas de medios concentrados y, a pesar de que su propio partido lo califica fuera de micrófono como un mal gobernador, logró estar a solamente dos puntos de obtener la Presidencia con casi todo el PJ abroquelado.
Tal vez por ese énfasis en la imagen pública por sobre el andamiaje territorial y la gestión es que el búmeran por el escándalo privado golpea tan fuerte a Scioli y lo deja, al parecer, fuera de carrera por un tiempo. Mucho más incluso que las denuncias de corrupción que la Coalición Cívica hizo contra él por presunta asociación ilícita, lavado de dinero y administración fraudulenta. En una de las causas que enfrenta por utilizar el avión de la Gobernación para turismo personal está involucrada, también, su exnovia, quien se quiso despegar públicamente aclarando que “no sabía” que ella figuraba como azafata y no como pasajera en las actas del vuelo.
En el libro La parábola de Pablo –en el que se basó la exitosa serie El patrón del mal–, el escritor Alonso Salazar narra la vida de Pablo Escobar y explica la ficción épica que había montado el narcotraficante en su disputa con el Estado colombiano y la cruda metáfora final de tener todo el dinero del mundo pero estar forzado a pasar sus últimos días asfixiado en la clandestinidad de un subsuelo de Medellín.
En la parábola de Daniel, el montaje de la vida privada y la sensación de impunidad por ese blindaje fueron la sobredosis letal que dejó agónica su vida política. Pero, para su suerte, la Argentina siempre dio segundas oportunidades.