Interna y confrontación de liderazgos. Esa es la dirección que decidió imprimirle Florencio Randazzo a este proceso preelectoral del peronismo bonaerense. La bajada de línea a los suyos es disruptiva porque busca el choque con el cristinismo en todos los niveles para pugnar por el apoyo partidario y del electorado, llevando a la exasperación a algunos de los involucrados.
El ex ministro de Cristina Kirchner le agrega de esta forma un mayor drama al ya de por sí culebrón de larga data que tiene por protagonista al caótico justicialismo de la provincia de Buenos Aires desde la derrota de Aníbal Fernández. Los llamados a la unidad de parte del cristinismo y los intendentes que se benefician de la imagen de la expresidenta colisionan de frente con la actitud centrífuga de los operadores randazzistas.
Al cierre de esta edición, varios de los dirigentes del PJ provincial se aprestaban a congregarse el miércoles por la noche en la sede de la calle Matheu. El ex intendente de La Matanza y presidente del partido, Fernando Espinoza, confirmó que invitó personalmente a Randazzo y a su ladero, Julián Domínguez. “Julián me dijo que iba a venir”, dijo un entusiasta Espinoza.
Quienes asistirán seguro son los que algunos llaman ahora el Grupo Caballito, es decir, los que se reunieron aquella vez con Cristina y estaban conformados por La Cámpora, los intendentes de la Tercera Sección que eran del Grupo Esmeralda y algunos de la Primera Sección que todavía no se jugaron con Randazzo.
La reunión en la sede nacional del PJ es parte del Comité de Acción Política que dispuso Espinoza el año pasado en la cumbre de la localidad de Lobos, en la que se decidió convocar semanalmente a una reunión (iba a ser los martes) para conversar la situación interna y encauzarla en búsqueda de unidad. La medida, evidentemente, no fue muy exitosa.
Días pasados, otra reunión que iba a concretarse se suspendió en solidaridad por la muerte del padre del intendente lomense, Martín Insaurralde. Al día siguiente de ese fallecimiento, Insaurralde mantuvo un almuerzo informal con Máximo Kirchner, sin medios. A pesar de sus intentos de despegarse el año pasado, el jefe comunal del segundo municipio más poblado de la Provincia estaría ya encuadrado en la estrategia cristinista, como muchos de sus colegas de la Tercera, por la irremediable contundencia de las encuestas.
Pero esos números parecen no importarle al comando de campaña de Randazzo, conducido desde hace alrededor de un mes por Alberto Fernández, ex jefe de campaña también de Néstor y de Cristina Kirchner. El día anterior a la reunión del PJ, el ex jefe de Gabinete dijo que “la lista de unidad, tal como está planteada, no es posible” y hasta se permitió ironizar con que la única unidad se lograría con ellos “no presentándose”.
En esa conferencia de prensa, Fernández aseguró que Randazzo y los suyos ya cuentan con más de los 30 mil avales requeridos por la ley electoral para la presentación de la lista interna y poder competir en las primarias, mientras a un costado exhibía las cajas con la supuesta documentación, y llamó a “aprender de las experiencias”, en alusión al daño que trajo, a su entender, el hecho de que en el justicialismo no haya habido primarias en 2015 a nivel presidencial.
Si bien al principio Randazzo solamente quería internas a nivel senadores y diputados nacionales, la postura ha virado al extremo, en pos de asegurarse el apoyo de los dirigentes, sean los que sean, desde la base territorial hasta la cima. “O están con nosotros o están con ellos, si ustedes arman la lista [de concejales] de ellos, yo tendré la propia”, le dijo el exministro a un grupo de intendentes, entre los que estaban Alberto Descalzo (Ituzaingó) y Julio Pereyra (Florencio Varela).
Desde la vereda de enfrente, el cristinismo sigue insistiendo en que quieren un “acuerdo de unidad, sin hacer locuras” y se apoyan en que “los intendentes no quieren PASO, ellos son los que presionan”, según explicó uno de los operadores del ultrakirchnerismo. “No sabemos qué quiere realmente Florencio, es imposible saber”, reflexionan resignados.
Algunos intendentes proponen por lo bajo a Randazzo aplicar el “método Othacehé”: armar la lista propia y la opositora para dejar a los caciques contentos y no tener problemas en el Concejo Deliberante propio. El randazzismo parece haber desechado esta opción porque teme que no se traccionen votos desde las bases hacia arriba si a los dirigentes de base les da lo mismo que gane cualquiera. Tiene a su favor lo mismo que tiene en contra: la indecisión estratégica y hasta el final de la competidora que más mide.
Más chica, pero otra interna feroz
Si bien en volumen no se le compara, existe otra tensión gigantesca en uno de los otros frentes electorales que competirían en territorio bonaerense. No es Cambiemos ni el margaritomassismo. Es el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, al borde de la ruptura.
La sabida desconfianza entre el Partido Obrero, el PTS e Izquierda Socialista (los tres que componen la alianza) ya pasó a niveles de confrontación que parecerían de difícil retorno. La gota que hizo rebalsar la olla fue el cambio de padrón del mendocino Nicolás del Caño (PTS) para la Provincia, con intención de ganarle la primaria al histórico Néstor Pitrola (PO).
El gesto calculador fue tomado muy mal por el PO, quienes ya venían con la sangre en el ojo desde 2015, cuando acusaban de “marketineros” a los del PTS por esgrimir la carta de la juventud de Del Caño para ganarle la candidatura presidencial a Altamira.
“Son pura imagen sin discurso, peor que Podemos en España. Muchos queremos que se vayan, han servido de quinta columna del kirchnerismo y hasta han marchado con Aníbal Fernández, queremos que se quiebre el FIT”, explicaba un dirigente intermedio del PO. En 2015, el FIT logró 3,3% en la Provincia, superando al frente Progresistas de Stolbizer. En una elección de medio término, saben que las chances de ganar una banca son mayores y la ambición, a veces, es mala consejera.