La crisis que sobrevino en Uber, la compañía de remises que posee un sistema de reservas online, que provocó la renuncia de su Chief Executive Officer (CEO) Travis Kalanik y de otro de sus directivo más importantes, David Bondeman motivó de parte de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF) el reclamo para que reformen “radicalmente sus prácticas de trabajo”.
El secretario general del organismo sindical, Steve Cotton, le escribió al cofundador y presidente de Uber, Garrett Camp, que la ITF “da la bienvenida a los cambios que vienen en el liderazgo de su empresa y considera esto como una buena oportunidad para corregir lo que nosotros consideramos una descarada cultura corporativa”, para agregar luego que “ahora tiene la oportunidad de cambiar fundamentalmente la forma en que la empresa opera”.
“Ya es hora de que Uber abandone su modelo de negocio perjudicial, que socava o ignora los derechos de los trabajadores y los operadores de transporte bien entrenados y regulados y evita las regulaciones establecidas para proteger a los pasajeros y los usuarios de la carretera“, expresó Cotton en su misiva, insistiendo a continuación que es hora de “promover un transporte seguro y sostenible”.
Para aclarar los puntos de la controversia que dividen las aguas, en el comunicado de la ITF, Cotton expresó que “la ITF no está en contra del uso de la tecnología del siglo XXI, que mejora nuestros sistemas de transporte. Sin embargo, no hace falta decir que no toleraremos la reactivación del empleo y las condiciones de trabajo del siglo XIX a través de la llamada economía gig“.
La economía gig es la nueva forma de trabajo, que se conoce con los eufemismos de “economía colaborativa” o “economía compartida”, en el que la mayoría de las empresas que la practican utilizan Internet para facilitar las transacciones comerciales entre vendedores y compradores. Algunas sirven para arrendar activos, como Airbnb y otras venden mano de obra, como TaskRabbit y Upwork. El caso particular de Uber comparte algo de ambos sistemas, ya que se vende mano de obra (un chofer transporta a otras personas), mientras que usa un activo (el propio vehículo, que es propiedad del que lo maneja).
En la economía gig predominan los contratos a corto plazo, en el que se desempeñan tareas puntuales y de manera independiente.
Cotton no dejó de destacar que “Uber es una empresa de transporte y sus conductores son empleados. Estos hombres y mujeres trabajadoras tienen derecho a un salario mínimo, a la seguridad social y a otros beneficios para los empleados. Tienen el derecho desde su nacimiento a la libertad de asociación y de negociación colectiva”, explicó.
Para el caso de que Uber decida ofrecer su colaboración, el titular de la ITF aseguró que desde su organización “estamos dispuestos a ayudarle a lograr una transición justa y justa de sus prácticas actuales para lograr ese objetivo”.
Por su parte, el presidente de la ITF, Paddy Crumlin, comentó que “en la ONU, en el Tribunal de Justicia Europeo, en Londres, Copenhague, Nueva York, Tokio, Buenos Aires y más allá, han sido los sindicatos los que han desafiado con éxito el modelo de negocios de Uber. Ahora es el momento para la empresa de respirar profundo y cambiar para mejor. Con las salidas recientes, nunca ha habido una mejor oportunidad de hacerlo. ”
La Federación de Trabajadores del Transporte (ITF) con sede en el Reino Unido desde que fue fundada en 1896, engloba a más de 5 millones de afiliados a 708 sindicatos del transporte de 154 países y cuenta con sedes regionales en América, Asia, Europa, África y Medio Oriente.