En la noche del 22 de junio, las negociaciones por el armado de las listas en el peronismo porteño aparentaban estar encaminadas, aunque no resueltas. Hoy, a la mañana siguiente, todo parece estar a punto de estallar, aunque quizás no ocurra una cosa ni la otra. La noticia es que hay que seguir esperando.
La exigencia de La Cámpora era, para la lista de diputados, poner al frente al trío Gabriela Cerrutti (Nuevo Encuentro)- Juan Cabandié-Daniel Filmus éste -el que mejor mide de los tres- en el tercer lugar. De todos modos, este reparto fue calificado de “infumable” por casi todos los sectores del PJ, que quieren a Filmus por encima de todos para agrandar la “torta”.
“Quieren lugares y ponen una lista con un techo bajo que nos hace perder seis puntos. Así, entran dos legisladores y un diputado nacional” razonan los Pejotas.
Paralelamente, el pedido de los jóvenes camporistas para la lista de legisladores incluía en los primeros lugares a Mariano Recalde -éste era un nombre ya aceptado por todos los demás-, María Rosa Muiños -también era un nombre acordado previamente- y, como novedad, la inclusión de José Cruz Campagnoli, otro Nuevo Encuentro.
Todos estos movimientos -y el cómo sigue, perfiles y nombres, cristinistas, no tan cristinistas o nada cristinistas- generaron una serie de rispideces que afectaron la negociación, pero no la abortaron. Quienes negocian son conscientes de que la división puede ser letal para todos -como advierte Putin cuando habla de misiles- y de lo que se trata es de conseguir la mayor cantidad de legisladores posibles en la Legislatura y en la Cámara de Diputados de la Nación. La peles no es por la conducción de la política, sino de la lapicera, aunque algo que ver tengan ambas realidades.
La ronda de los nombres cambia constantemente -en las dos tiras-, las cuestiones de género son agitadas por intereses varios, con olor a Cristina, que piensa en casi todas mujeres y en esta puja habrá nuevas incorporaciones y salidas abruptas, pero esto es algo que sucede habitualmente, como aquella anécdota que narraba Winston Churchill, que esperaba en el Estado Mayor de alguna guerra a un coronel, que llegó algo retrasado y comentó: “me dispararon”. A continuación, uno de sus superiores le contestó: “eso es algo que suele suceder cuando hay una guerra”. La seguimos a la noche. Risas y final.