Pisar sobre firme y evitar las arenas movedizas. Esa fue la táctica que imperó sobre el final del cierre de listas de candidaturas para la Provincia de Buenos Aires en la cúpula de Cambiemos. Y por cúpula hablamos de las tres personas que ultimaron los detalles los últimos tres días antes de la medianoche del 24 de junio: el jefe de Gabinete, Marcos Peña; la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, y su jefe de Gabinete, Federico Salvai.
“Están despuntando nombres”, comentaba durante esas horas de dudas un operador macrista, espectador ansioso de un escenario que ya era dominado solo por la cima del poder del Pro y lo dejaba sin respuestas. A diferencia de otras provincias en las que gobierna el oficialismo, Peña –jefe de campaña y estrategia– se involucró de lleno. Analizando encuestas y la probable jugada de Cristina Kirchner, los popes del oficialismo arribaron a conclusiones más conservadoras de lo que se amagaba en un comienzo.
El primer dato en confirmarse fue el de quién encabezaría la larga boleta bonaerense: Esteban Bullrich. Las vacilaciones para con el ministro de Educación (y de él mismo) con su candidatura bien merecen una columna aparte. Su instalación comenzó en el segundo semestre del año pasado y luego se desinfló, influenciada en parte porque él mismo planteaba dudas y ponía reparos en abandonar el cargo. Desechada la opción Elisa Carrió y Jorge Macri, retomó fuerza la postulación del exdiputado pero con idas y venidas. La razón era que varios (entre ellos su amigo Jaime Durán Barba) pensaban que una figura femenina y mucho más nueva y desconocida como la titular de la Acumar, Gladys González, podría ser mas rendidora a la hora de contraponerla a Cristina. Algunos del Gobierno bonaerense (hasta la propia Vidal, dicen algunos) empezaron a gustar de la idea.
Horas después de confirmarse Bullrich, vino el desenlace sobre quién encabezaría la larga lista de diputados nacionales (lleva 35 nombres porque se renuevan la mitad de 70). Desde hace meses el nombre cantado era el neurólogo mediático Facundo Manes, ligado al radicalismo pero en la picota por su amistad personal con la gobernadora. Pero allí también Cambiemos quiso evitar experimentos y eligió colocar a Graciela Ocaña en el primer puesto: no solo porque es una mujer sino por su perfil de transparencia y lucha contra la corrupción. A la hora de enfrentar a Cristina, que además por esas horas se pensaba que podía ser candidata a diputada, Manes resultaba un personaje demasiado liviano.
La sorpresa fue la reacción destemplada del médico estrella. Decepcionado con que en vez de ir primero tendría que ser segundo, se negó a aceptarlo inmediatamente, algo que cayó muy mal en el vidalismo. En medio del fragor del cierre de listas no trascendió, pero operadores de Manes intentaron dar vuelta la situación unas horas después explicando que su jefe “no quería ser el número dos, aunque la negociación estaba abierta”. Pero para el Pro ya estaba cerrada y archivada.
Así fue cómo Héctor “Toty” Flores, representante de la Coalición Cívica e histórico dirigente social de La Matanza, trepó al segundo lugar, con Guillermo Montenegro tercero (en breve dejará la embajada en Uruguay), otra “lilita” como Marcela Campagnoli en el cuarto puesto y el académico radical Fabio Quetglas en el quinto (cercano al sector que responde a Ernesto Sanz).
Hablando de radicales, se conocieron los tres que definió el Comité Provincia junto al vicegobernador Daniel Salvador para que integren la lista dentro de los 12 primeros lugares considerados “competitivos” (es decir, que obtendrán una banca casi seguro): además del ignoto Quetglas, el puesto seis lo ocupó Carlos Fernández (del alfonsinismo) y el décimo, Josefina Mendoza, dirigente de Franja Morada y de la FUA.
Si bien algunos en la UCR continuaron sus quejas de siempre fuera de micrófono, y aunque algunos formadores de opinión machaquen sobre la idea de un radicalismo que sale perdiendo siempre, la verdad es que en el cierre bonaerense obtienen un saldo favorable: debían renovar dos bancas en Provincia y ganarán tres. La matemática tal vez no les alcance para digerir que una aliada con mucho menos poder de fuego territorial como Carrió haya conseguido lo mismo que ellos (Flores, Campagnoli y el empresario Javier Campos Malbrán).
La respuesta puede encontrarse en que para el Pro la cofundadora de Cambiemos juega a la alta política y resulta estratégica. Cuestiona y causa dolor pero también se vuelve una defensora enfática, además de otorgar un blindaje ético indispensable para una porción del electorado oficialista. El único alfil mediático radical medianamente comparable es el jefe del interbloque en Diputados, Mario Negri. No le haría mal alguna vez pensar a la UCR qué puede aportar además de las filtraciones de quejas a los medios.
Y si de quejas se trata, algunos monzonistas también expresaron un “ninguneo hasta el día anterior” al cierre de listas. Con la intervención explícita del presidente de la Cámara de Diputados, esa línea interna del Pro bonaerense logró el noveno lugar para uno de los suyos, Juan Aicega. Otros operadores de Emilio Monzó bajaron el tono y opinaron que no habían “cobrado tan mal”, pero lo que sí es innegable es que la boleta oficialista cristaliza el nuevo rol periférico que el Gobierno le asigna a su ex jefe de campaña. En la comparación choca con el mérito de Jorge Macri, quien puso en el séptimo lugar a Natalia Villa, en un gesto para el titular del Pro bonaerense, quien supo dejar de insistir a tiempo con una candidatura que no alcanzaba quorum. Pronto podría sumarse como funcionario al Ministerio del Interior como parte de pago.
Por pedido de Vidal, en el puesto 11º estará el dirigente matancero Hernán Berisso, para enviar un guiño al Pro de ese distrito, y en el 12º, el representante directo de Peña en la lista, Ezequiel Fernández Langan, que iba para el número ocho. Pero el funcionario a cargo de Asuntos Electorales fue una de las víctimas de las negociaciones contra reloj para contentar a todos.
La confirmación de Cristina como candidata deja servida la mesa para la polarización, mientras que su ruptura orgánica con el PJ y la lista de Florencio Randazzo por separado favorecen la atomización del voto opositor, que tendrá como tercera opción peronista a Sergio Massa. Un menú a medida de Cambiemos, que ya se ilusiona con un triunfo. No debería olvidar el oficialismo que, por ahora, parece al alcance de la mano más por favores ajenos que por virtud propia.