El problema en ciernes fue, finalmente, una oportunidad y una solución.
El comienzo de la campaña electoral obligará al Gobierno de Cambiemos a prescindir de algunas de sus principales espadas, que bajarán a la arena política a competir por bancas parlamentarias, para lo que deberán renunciar a sus cargos ministeriales a partir del 14 de julio próximo, aunque la campaña electoral comienza el 10.
Tal es el caso del ministro de Defensa Julio Martínez, que irá a buscar un lugar en el Senado por su La Rioja natal, adonde deberá luchar nada menos que contra el expresidente Carlos Saúl Menem. Lo mismo hará el ministro de Educación, Esteban Bullrich, que se presentará para luchar por una banca, también senatorial, en la Provincia de Buenos Aires. El tucumano José Cano, finalmente, abandonará el Plan Belgrano para irse a Tucumán a buscar un escaño en la Cámara de Diputados.
En este punto, existirá un enroque con la vacante que deja el radical Martínez. En su lugar será ubicado el cordobés Oscar Aguad, también radical, para conservar los espacios partidarios tal cual fueron planteados al comienzo del mandato de Mauricio Macri.
La estructura que abandona Aguad para pasar a Defensa, finalmente, quedará ocupada por Ándres Ibarra, el silencioso exgerente de Socma, que comenzó con Macri en Boca, pasó al Gobierno de la ciudad y pasó luego al Gobierno nacional, donde ocupa hoy el Ministerio de Modernización. Ahora, le agregará a su estructura todo el Ministerio de Comunicaciones y el Ente Nacional de Comunicaciones, al frente del cual seguirá Miguel de Godoy, un hombre del radicalismo que trabajó con Macri desde sus comienzos en el Gobierno porteño.
De esta manera, Ibarra se quedará con una megaestructura, que incluye el manejo de la renovación tecnológica del Estado, las comunicaciones y el en que regula los restos de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Se convierte así en el hombre de mayor confianza de Macri, entre de los que funcionan fuera de la órbita política.
En este tren, Macri quiere despolitizar al Enacom -que fue un emblema del kirchnerismo- y además, fusionar áreas de Gobierno, dentro de su plan de reducción del Estado. Para esto, fusionará reparticiones del estado y les quitará el presupuesto a otras, con el objeto de ejecutar el mismo ajuste que propone en otras áreas de la economía.