A días de que se determinaran los candidatos a las PASO de la provincia de Buenos Aires, los primeros sondeos se hicieron presentes. Con matices, todas las encuestadoras medianamente serias –aunque en la Argentina han hecho todo lo posible para ser consideradas poco rigurosas, como mínimo– enseñan un escenario ideal para un oficialismo sin candidatos descollantes.
El podio de las preferencias está “binopolizado” por Esteban Bullrich y Cristina Kirchner, ahora en su nueva versión del Frente de Unidad Ciudadana (FUC). Entre ambos, rige un empate técnico que según se tengan en cuenta las proyecciones, ronda los 34 puntos. En tercer lugar, más lejos de lo que le gustaría, está Sergio Massa, con la alianza 1 País. Mucho más distante, con un solo dígito, figura Florencio Randazzo, con el Frente Justicialista Cumplir.
El mundo de la demoscopia tiene, como todos los gremios, sus vericuetos y triquiñuelas. Cuando los encuestadores hacen preguntas con nombres propios, la situación de Bullrich –más desconocido para el electorado que sus contrincantes– empeora, mientras que la de Massa mejora ostensiblemente. Ahora, cuando se pregunta a los electores si votarían por el candidato de María Eugenia Vidal o de Cambiemos, el ministro de Educación trepa.
Los cerebros de la maquinaria electoral del oficialismo repiten sobre Bullrich lo que repetían en 2015 sobre Vidal: es mejor alguien más desconocido pero con poca imagen negativa que alguien a quien conocen todos pero con mucho voto reactivo.
El segundo caso es el de la expresidenta. En la Provincia sus niveles de imagen positiva son mejores que en el resto del país, pero su imagen negativa sigue superando el 50 por ciento. Su juego a merced de la polarización con Macri y Vidal le garantiza a Cristina capturar el voto más furibundamente opositor (que en el conurbano bonaerense es mucho) pero difícilmente pueda sumar extras.
“En los focus groups surgen los datos que nos dan confianza. Ante la pregunta de a quién jamás votarían, arrasa Cristina, seguida por Massa. Esteban lidera junto con Randazzo el segmento de ‘no sé si lo votaré pero podría’, determinante sobre el final de la campaña”, explica un optimista operador vidalista. Este mismo funcionario con despacho en La Plata recuerda cuando meses atrás hablaba de las consecuencias políticas de exaltar la polarización y la grieta con el cristinismo. “Marcos cree que, con ella en la cancha, el triunfo es casi seguro por el voto útil para derrotarla”, dijo en aquella oportunidad, en alusión a lo que comentaba puertas para adentro el jefe de campaña y estrategia de Cambiemos, Marcos Peña.
La bajada de línea desde la Rosada –inmiscuida en la campaña bonaerense más que en ninguna otra provincia gobernada por Cambiemos– es tener (o ayudar a tener) una campaña tranquila, sin crispación y salir a jugar fuerte en septiembre y octubre para que se viva un escenario de virtual balotaje entre “el pasado y el futuro”. Con Cristina como jefa de la oposición y tras su división del PJ, esa estrategia nunca pareció tan fácil.
Aunque, como dice Jaime Durán Barba, “Cristina exige más”. El respeto que impone al publicista ecuatoriano también se repite entre la dirigencia del oficialismo, en forma indirectamente proporcional a Sergio Massa, a quien le auguran un futuro poco prometedor.
El peronismo bonaerense, por su parte, hace su aporte para que el caos espante todos los votos posibles. El juez electoral bonaerense Juan Manuel Culotta confirmó esta semana que el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, y el diputado provincial José Ottavis no podrán presentarse a las primarias del PJ orgánico para competir con Randazzo, quien quedaría solo en ese frente. La impugnación fue por no haber cumplido varios de los requisitos exigidos por ley para candidatearse, en una desprolijidad que no hace más que agregarle un aire de comedia a ese espacio político.
El aturdimiento en el que se encuentra el peronismo, exacerbado tras la ruptura del cristinismo, tiene algunos ejemplos desopilantes. Por ejemplo en Hurlingham, el intendente Juan Zabaleta se quedó sin propios tanto en la lista de concejales del FUC como del PJ. Su ambigüedad (impulsaba a Randazzo pero se asustó sobre el final) hizo que las cúpulas definieran por él y salió a tratar de corregir la situación en el período de tachas y enmiendas que permiten modificar las listas. Incluso, ante la desesperación, le pidió al vidalismo que el candidato de Cambiemos, Lucas Delfino, no se postulara o lo hiciera con otra boleta. Los que ayudaron a dividir a la oposición tienen buen diálogo con el oficialismo.
Otro ejemplo es Lomas de Zamora. El intendente Martín Insaurralde fue de los primeros en querer “descristinizar” al PJ a comienzos de 2016. Pero con las encuestas en la mano que le dan a la expresidenta 40 puntos en su municipio, decidió acatar su liderazgo para que no se le complique su terruño. Pero su tendencia a las zonas grises sigue intacta: terminó armando la lista del FUC y también la del randazzismo, pactando con el hijo del Chino Navarro, cabeza de lista para concejal. Así no hace falta mandar a cortar boleta.
Y en medio de la precampaña, la gobernadora logró clausurar el conflicto con los gremios docentes, al menos el capítulo 2017. Luego de miles de ofertas y contraofertas, sellaron la paz con un aumento del 21 por ciento en tres cuotas y la cláusula gatillo por si la inflación desborda los límites que pretende el tándem Sturzenegger-Dujovne.
En La Plata creen que la batalla mediática la ganó Vidal, porque logró demonizar las huelgas y llevó a los sindicatos (muchos de ellos explícitamente kirchneristas) a la mesa de negociación. “Esta paritaria no es resultado de los paros sino del diálogo”, bajó línea la gobernadora al presentar el acuerdo. Como para que no queden dudas de que a la hora de la disputa, lo de “Heidi” siempre fue tan solo un mote publicitario.