Las encuestas no sirven para predecir resultados electorales. Es decir, una encuesta bien hecha, con una cantidad de casos relevante, un muestreo parejo, realizada con una combinación de distintos métodos (presencial, teléfonos fijos, celulares) y publicada sin pasar por el filtro del jefe de campaña podría servir para predecir, en determinadas circunstancias y siempre con pinzas, los resultados electorales. Pero como “consumidores” de encuestas, muchas veces, las más, no contamos con esa certeza de que las cosas se hicieron bien. En medio de esta sobreoferta de sondeos contradictorios entre sí, algunos bien hechos y otros perpetrados, casi, a mano armada, es imposible separar la paja del trigo, así que las encuestas no nos sirven para predecir resultados electorales.
Sirven, claro, para muchas otras cosas. Diseñar estrategias de campaña, conseguir fondos, levantar la moral de la tropa propia o hacer terrorismo entre las filas del rival, incluso modificar el conteo final de una elección cerradísima. Bien hechas y en las manos adecuadas, son una herramienta política o de marketing formidable y es por eso que a pesar de los fracasos en 2011 y 2015, en el Brexit y en Colombia, y en las últimas elecciones de los Estados Unidos (donde no fracasaron tanto, ya que indicaban que Hillary Clinton sacaría cerca de dos millones de votos más que Donald Trump, como efectivamente sucedió), los sondeos gozan de buena salud, y cada mañana, los que trabajamos cerca de los políticos, recibimos en nuestras casillas de e-mail uno o dos o tres estudios.
No teman, sin embargo, los ansiosos, los apurados, los que no pueden esperar a la noche del 13 de agosto para conocer los resultados: hay otras formas de anticipar, con trazo grueso, las tendencias que se van consolidando de cara a las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias que tendrán lugar en alrededor de dos semanas. Pistas: en general, los microclimas entienden mejor lo que sucede que las fotos grandes. Como hacen las moscas, la imagen que cuesta encuadrar en una sola toma se puede reconstruir con la sumatoria de muchos ojos más pequeños. Vamos a enfocarnos en algunos escenarios para tratar de ver cómo actúan de cara a lo que, ellos calculan, será el resultado de las urnas no solamente ahora sino también en octubre.
En el Senado, por caso, en los últimos días se rompieron algunas dinámicas muy consolidadas. “Si mi bloque no me va a acompañar, voy a tener que evaluar lo que voy a hacer en el futuro”, dijo Miguel Ángel Pichetto la semana pasada, mientras se debatía en la Cámara alta un proyecto de ley del Gobierno para otorgar créditos subsidiados destinados al consumo en las clases bajas. El histórico líder de la bancada peronista no pudo conseguir el número que quería en esa sesión: un pequeño grupo de legisladores que responden a gobernadores peronistas decidió no dar quorum y la votación que el rionegrino había negociado con las autoridades del oficialismo se cayó. “Acá algunas cosas ya funcionan como si Cristina estuviera en la Cámara”, explica un añejo legislador con despacho en el anexo de la calle Yrigoyen. Ese convencimiento no procede de encuestas sino de la praxis cotidiana.
En ese aspecto, el de semblantear la realidad día a día, pocos adquieren, por necesidad, tanta destreza como los intendentes. El cierre de listas, en el que más de treinta jefes comunales rompieron con el PJ para seguir a CFK en su aventura, ya hablaba de un peso específico de la expresidenta en el territorio, que ellos preferían anotarse en la columna del haber. Ya en plena campaña, Gabriel Katopodis, de San Martín, el más importante de los pocos líderes locales que acompañan a Florencio Randazzo, hizo algunos guiños a la expresidenta. En una fábrica de cueros, donde ella hizo su primera aparición proselitista, se repartieron volantes que proponían el corte de boleta para acompañar a Fernández de Kirchner y a los candidatos locales que responden a “Kato”. Esta semana se anunció una escisión del Movimiento Evita en esa misma localidad y con la misma consigna de voto cruzado. Desde la municipalidad dejan jugar. Señales, sin encuestas en la mano.
Un tercer síntoma de la salud electoral de la exmandataria parte del mismo búnker de Cambiemos, donde juran y perjuran que los sondeos siguen dando un empate técnico entre Unidad Ciudadana y el candidato Esteban Bullrich. Pero en los hechos no se aprecia lo mismo. Uno de los mejores termómetros de campaña son los productores de radio. Tengo varios amigos que se dedican, con talento y mucho laburo, a este métier. Uno de ellos me escribió esta semana: “Al Pro le deben dar mal los números en Provincia porque todos los días me escriben para meter alguna nota. Antes los pedía y ni bola, pero ahora me llaman ellos para salir”. No es ciencia, pero tampoco es magia. Es el fino arte de intuir hacia dónde marcha la nave en aguas encrespadas, durante una noche sin estrellas.
Esto no significa, ni mucho menos, que la elección esté resuelta a favor de CFK. Quizá sea, apenas, que después de 2015 se había subestimado mucho su capital político y electoral, y ahora, mejor tarde que nunca, algunos recalculan sus próximos pasos. Faltan dos semanas, claves, para las primarias, y luego 70 días más para la elección definitiva. Hay un número altísimo de indecisos (para esto sí sirven las encuestas). Cambiemos es oficialismo en la Provincia, en la Ciudad y en el país. Gobierna la mayoría de los municipios bonaerenses. Cuenta con el amplio favor de los medios de comunicación más importantes. Tiene, digamos, una bala de plata que puede cambiar el rumbo de la elección si se usa de forma criteriosa y en el momento adecuado. Quizás dos. Pero lo cierto es que hoy, más allá de lo que digan los sondeos que adquieren estado público, el escenario no es de empate técnico ni de triple empate ni de polarización. Aunque nadie se anime a decirlo, Fernández de Kirchner es la favorita en el territorio más grande del país. Eso no sale en la tapa de los diarios pero es noticia.