Como candidato porteño, Daniel Filmus tiene un récord difícil de igualar. Perdió en las siete elecciones a las que se presentó en el distrito. Tres veces en 2007 (general y balotaje para jefe de Gobierno y general para senador, donde entró como segunda minoría), dos en 2011 (general y balotaje para jefe de Gobierno) y dos en 2013 (primarias y general para senador). Y lo peor es que, salvo el consuelo de entrar en la Cámara alta hace diez años arrastrado por Cristina, lo suyo vino en declive. Para jefe de Gobierno, Mauricio Macri lo goleó in crescendo, y para legislador nacional, la última vez directamente quedó afuera. Para esta vuelta, sin embargo, le fueron a pedir por favor que repitiera. ¿Perversión electoral de sus compañeros? No. Pese a su currículum, el exministro de Educación sigue siendo el dirigente kirchnerista que mejor mide en un distrito ultracomplejo para el peronismo.
Está claro que no solo la sucesión de derrotas de Filmus le dan dimensión al fenómeno. En 2009, cuando él se negó a poner la cara para que lo hicieran boleta otra vez, encabezó de prestado el banquero comunista Carlos Heller: el FpV apenas pasó los dos dígitos. Otra muestra: desde que la Ciudad es autónoma, se acabaron los intendentes peronistas. Ya no hubo Carlos Grosso, reconvertido en asesor macrista, ni Jorge Domínguez, el recordado “Topadora”. Vinieron el radical cordobés Fernando de la Rúa, el joven progre Aníbal Ibarra y el empresario boquense Mauricio Macri. El último candidato a jefe de Gobierno con el sello del PJ, Raúl Granillo Ocampo, sacó un penoso 1,68 por ciento en 2000.
A partir de entonces, los dirigentes peronistas se camuflaron en alianzas y debieron conformarse con ser partenaires. Como Jorge Telerman en 2003: fue el vice de Ibarra, luego de que Filmus declinara la misma oferta para sumarse al gobierno de Néstor Kirchner. La aventura del “Pelado” como jefe porteño, herencia tras el desastre de Cromañón, se esfumó a la siguiente elección. No le ganó ni a Filmus. Literalmente. Como Grosso, hoy Telerman es macrista, en su caso funcionario.
Con estos antecedentes, ¿qué puede pasar ahora con el peronismo porteño? Según marcan las encuestas, en el mejor de los casos, volver al nivel de la derrota digna. Hoy todos los sondeos para diputados nacionales, incluso los que encarga el jefe del PJ porteño, el sindicalista Víctor Santa María, muestran a Elisa Carrió con números inalcanzables, en torno de (o hasta por arriba de) los 40 puntos. El trío de Unidad Porteña (Filmus con Unidad Ciudadana, Guillermo Moreno con Honestidad y Coraje e Itai Hagman con Ahora Buenos Aires) mide cerca de 20. Con esto hasta podría alcanzarle para vencer a Martín Lousteau, quien tras el breve estrellato por su excelente balotaje de 2015 otra vez la pelea de abajo.
Una elección de este tipo, segundo puesto con más de 20 por ciento, consolidaría al peronismo/kirchnerismo (o viceversa) como el principal grupo opositor en la Ciudad. Ratificaría lo que es ahora. Más allá de la vocación de poder que pregonen en sus discursos, ni siquiera pueden batir el desafiante “vamos a volver”. Salvo que rememoren a “Topadora”.
El rol opositor de los K-PJ le ha valido fuertes críticas internas, incluso desde otras jurisdicciones, por sus acuerdos en la Legislatura con el macrismo. Peleas en la superficie, negocios bajo las bancas.
La señal más potente para esta elección, de todos modos, vino de la líder intelectual del espacio. Cristina Kirchner prescindió de la marca PJ en territorio bonaerense, donde mejor imagen tiene. Así, en la Ciudad, la lista 2 terminará de arrumbarse en los libros de historia. Y los muchachos peronistas, repartidos y disfrazados en otros espacios. Incluido el macrismo.