Ni las recetas del FMI que signaron sin azar nuestra suerte, ni el 30% de pobreza, ni la desnutrición, el hambre y las cacerolas desesperadas; para quien fue el Presidente de la Nación durante la crisis del 2001, Fernando De la Rúa, el problema era que “faltaba merluza”.
La “lectura” presidencial sucedió en el programa de Susana Giménez, cuando dijo que en el país pasaban cosas “inéditas” y, desconcertada, la dueña de los teléfonos televisivos de los ’90 contestó “claro, lo del Senado, lo del Vicepresidente”. Pensando que estaban en la misma línea dialéctica de pensamiento, Susana se sorprendió cuando el ex Presidente de la Alianza le retrucó “no, quiero decir que se acabará la merluza”, como si ese fuera el principal problema del país en ese momento.
Susana solo pudo contestar un atónito “sí”, pero para los argentinos fue un golpe que marcó el alejamiento fatal de la política con la realidad social de los ciudadanos. La verdad es la mentira más eficiente, porque es aquella mentira que logra desarrollar su propósito.