El desafío transformador del nuevo mapa político porteño

El desafío transformador del nuevo mapa político porteño

La crisis desatada tras el incendio de República Cromañón dejó al desnudo fallas sistémicas en los controles en la Ciudad. Cómo queda la política para dar solución a esta tragedia, en la cual las víctimas prometen llegar hasta que se haga justicia. Qué piensa cada sector y de qué modo se posicionan para los tiempos que vienen. El cambio del mapa político porteño y qué es lo que puede pasar. Procesados y presos: ¿Chabán y cuántos más?


Todas las revoluciones traen aparejados grandes cambios y dejan un sinnúmero de muertos.

En la Ciudad de Buenos Aires lamentablemente ya tenemos los muertos. Si los cambios no llegan en el corto plazo habremos perdido la oportunidad como sociedad, y la proyección futura de los políticos de todos los niveles y partidos que habitan en los despachos porteños, empezando por el jefe de Gobierno, será nula.

Para empeorar la situación, este desafío se produce en un momento donde la maniobrabilidad política del jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, tras el shock inicial quedó reducida a la mínima expresión. Los altos niveles de exposición y decisión que tiene por estos días el secretario de Seguridad Urbana, Juan José Álvarez, se corresponden con la ecuación de poder que lo depositó en el Gabinete y también él será alcanzado por el éxito o el fracaso.

Uno de los problemas que políticamente afectaron a Ibarra tras la tragedia fue que no tenía nombres de fuste para descomprimir y desviar el maremoto con el cual lo tapaban las olas. La incorporación de nombres del poder nunca fue el camino preferido por el jefe de Gobierno de la Ciudad, quien huyendo siempre de los aparatos tradicionales, cubrió puestos claves con jóvenes inexpertos del Frente Grande o sus amigos del Colegio Nacional Buenos Aires, de poco o nulo conocimiento público más allá de sus virtudes o defectos.

Esta vez no pudo elegir cómo seguir, le impusieron una continuidad que llegó con la identidad peronista intacta, algo que nunca agrada mucho en el ibarrismo.

Tras la ida de Juan Carlos López -quien además de ser ex cuñado y hombre de confianza de Ibarra, es un prestigioso abogado que fue fiscal en el Juicio a las Juntas- Marcelo Antuña -al igual que otros postulantes propuestos- carecía de la densidad política que requería la situación. Antuña, de muy buena llegada a Vilma Ibarra y por lo tanto a Alberto Fernández, resistió hasta último momento en su cargo y ahora algunos sueñan -o deliran tras su renuncia- con colocarlo en la recientemente creada secretaría de Justicia y Trabajo.

Omar Chabán será procesado en los próximos días pero la investigación puede no parar allí para inmuiscuirse en los responsables penales del gobierno. En el entorno del empresario aseguran que "Omar ya está en el horno, pero estén seguros de que no va a ir solo, nos llevamos puestos a varios".

Álvarez, quien acordara su ingreso al gobierno con Eduardo Duhalde en Punta del Este, es un hombre al que siempre le tocó lidiar con difíciles y debe saber que llegó a un cargo que en la Ciudad se denomina la "silla eléctrica". La metáfora remite a la magnitud del histórico descontrol comunal en lo que hace a habilitaciones y verificaciones -lo viene chequeando por estos días-, y ya fueron eyectados de ese sillón a casi todos los que lo ocuparon. Su destino político, al que muchos sitúan en Provincia y no aquí, se define vulgarmente como "pato o gallareta". Si le sale bien podrá aspirar a cualquier cosa, en caso contrario volverá a completar su mandato en el Congreso.

Mientras la tragedia está aún fresca y los chicos siguen internados sumando fallecidos casi ininterrumpidamente, algunas certezas se pueden ir desgranando de la actuación de los distintos sectores.

A saber, el kirchnerismo evaluó en su momento -entre muchas dudas y discusión interna- que aún no era el momento de soltarle la mano a Ibarra, algo que quedó demostrado en la dispar actitud que tuvo el bloque que responde al Presidente Kirchner en la Legislatura. Nada asegura que su posición se mantenga en el tiempo si la crisis recrudece y el conflicto generara costos irreversibles.

La defensa de la institucionalidad a la que aluden los hombres del Presidente, tiene más que ver con que no hubieran podido capitalizar una renuncia que depositaba -a la luz de las encuestas- el poder porteño en las puertas de Chacabuco al 100, o sea en las manos del cauteloso Mauricio Macri.

Este hecho obligó al jefe K, Alberto Fernández, a comunicarse con Daniel Scioli, con el que no sólo conversaron la propuesta de suspensión de la compulsa interna del PJ prevista para el 10 de abril, sino que pergeñaron distintos escenarios a partir del crecimiento indiscutido del poder peronista en las decisiones de la Ciudad.

A su turno Macri, quien aún no tiene desarrollado el olfato "asesino" para cuando su presa flaquea, no pudo o no supo armar el frente de consenso para erigirse como alternativa. A pesar de que su presencia estuvo lejos de ser un reclamo social, su impericia y falta de decisión asomó como en otras oportunidades. Su acierto fue mantener la boca cerrada.

Jorge Telerman, uno de los artífices de la llegada de Juanjo Álvarez, es el "ahijado predilecto" de Eduardo Duhalde aunque mantiene una lealtad sólida con Aníbal Ibarra que lo llevó a la Vicejefatura y luego a la Secretaría de Desarrollo Social. Hábil en el diseño de la nueva y ampliada gobernabilidad, Telerman ata su destino al hecho de armonizar este nuevo esquema de poder capitalino, del que puede erigirse como uno de los grandes beneficiados a pesar que Kirchner no lo tiene entre sus más queribles. Pero también corre el riesgo de ser alcanzado por las esquirlas si el tema político-social y jurídico retorna a una etapa de desmadre.

Para el sector de Vilma Ibarra, la tragedia de Once tuvo un efecto político desvastador, ya que perdió el máximo referente de su espacio (López), uno de los cerebros del armado (Antuña) y también a Fiszbin. La contracara en el poder porteño, fue el jefe de Gabinete Raúl Fernández, quien mantuvo un perfil bajo, se sumó a generar junto a Ibarra y Álvarez el esquema de gobernabilidad que sostuvo la institucionalidad (y a su jefe) y evalúa en privado cómo mantener para el ibarrismo los principales resortes por los que vienen los recién llegados. Luego vendrá, si es posible, la etapa del reposicionamiento (ver nota aparte).

Dada la magnitud de la tragedia, no quedó ajeno en las consultas el cardenal Jorge Bergoglio. El arzobispo de Buenos Aires aportó su habitual cordura para no sumar más problemas a los que ya había causado el incendio. Una actitud positiva y concreta de este sector de la Iglesia en un momento en que el progresimo de la "blasfemia" se parecía a un colador.

Volvamos al principio. Soplan vientos de cambios profundos, ya no de actores sino de políticas que garanticen a la ciudadanía vivir y desarrollar sus vidas con las garantías que la Ciudad puede y debe ofrecer. La semana pasada nos referíamos al reduccionismo de este hecho a un tema burocrático de ocasión, cuando en realidad el problema es sistémico y polifacético, capaz de destruir mucho más que lo acaecido hasta el momento. Parece terrible.

Para producir las transformaciones hay un presupuesto generoso, y ahora -todavía con el dolor a cuestas- hay conciencia política y social. Si la política defecciona, la sociedad sin duda se la llevará puesta por negligente.

Desde estas páginas siempre apostamos a más y mejor política. Esperamos que esta vez la dirigencia toda esté a la altura de las circunstancias.

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