“Vamos llegando nosotras a la cancha juntas, con las vendas y los botines a prepararnos para otra jornada de partidos. Y de golpe, nos vemos. Enorme, entre todas las fotos, aparece la cancha de Güemes, nuestro lugar en el mundo, ese terreno que ganamos… Nos agolpamos frente a la imagen y la convertimos en trofeo. Lloramos, nos abrazamos, vale mil goles. Reconocimiento al laburo, a la grandeza de un barrio en el medio de una capital europea, blanca y poderosa.”
Así concluyen las líneas del cuento “el gol de todas” que escribió Mónica Santino, referente y entrenadora de la Asociación Civil La Nuestra que realiza entrenamientos de futbol femenino en la villa 31. El texto describe la emoción que sintieron las chicas de La Nuestra al ver a la Cancha Güemes, el espacio en el que juegan hace 10 años, en una pantalla en Berlín durante un torneo de futbol femenino. Es que la Cancha Güemes tiene la capacidad tender puentes entre la historia. Por un lado, es metáfora de la reconstrucción de la villa 31 en manos de sus vecinos y vecinas después de los años duros de la dictadura, y además es espacio de apropiación, empoderamientos y re-actualización barrial para muchas mujeres que allí, en la entraña de su propio barrio, se descubrieron como futbolistas.
Esta cancha nació en el Barrio Güemes de la Villa 31. Las y los vecinos la hicieron renacer de los escombros que habían dejado las topadoras del intendente de facto Cacciatore. La dictadura cívico-militar iniciada en 1976 se hizo presente con sus prácticas de violación de los derechos humanos, persecución y desaparición forzada en todo el país, pero en las villas de la Ciudad, además, el propósito fue desalojar a las personas que llevaban años viviendo en el lugar. La resistencia ante este hostigamiento y violencia fue llevada adelante por las y los dirigentes de los sectores que constituían la villa y el apoyo de sacerdotes del Tercer Mundo, grupo de pertenencia del Padre Mugica, asesinado por la Triple A en 1974. Sólo quedaron 33 familias, el resto fue expulsado de manera violenta a terrenos fuera de la Ciudad. Fueron estas 33 familias las que con el retorno de la democracia llevaron adelante la tarea de reconstruir la villa. De ahí en adelante la cancha Güemes no hizo más que consolidarse. Se transformó en un espacio de pertenencia cultural y de interacción social de profunda relevancia.
Con los años, el potrero que manchó y gastó zapatillas de chicos, chicas, mujeres y varones del barrio pasó a ser una cancha de pasto sintético, con tribuna y alambrado en donde todos los días se realizan diferentes prácticas deportivas para las y los vecinos y donde los fines de semana se organizan torneos de fútbol y encuentros barriales. Alrededor de la actividad deportiva que no cesa, se desarrolla una importantísima actividad social, cultural y comunitaria.
La cancha no es solo un lugar de juego y práctica deportiva. Para muchas chicas, es el lugar donde encuentran respuesta a distintas cuestiones que las atraviesan, formas de ver el mundo, de pararse en la cancha, de responder. Esas niñas y adolescentes defienden su derecho al juego y hacen propia la reivindicación de un espacio que antes era considerado exclusivo de varones. Ahora ellas también son parte de la cancha, la construyen, se apropian y hacen de ése un espacio vivo. A través de ella, las pibas se apropian de su barrio, sienten pertenencia y rompen estereotipos de género así como los paradigmas tradicionales sobre el uso de los espacios públicos, especialmente aquellos destinados a la práctica de fútbol.
Además, hay muchos otros proyectos deportivos que tienen lugar allí desde hace años: prácticas de hockey para mujeres, fútbol mixto llevado adelante por la agrupación La Garganta Poderosa, torneos de fútbol de mujeres y de varones, con participación de equipos de toda la Villa 31, que congregan a las familias alrededor de la cancha con venta de comida, bebidas, lo que convierte a la cancha en un lugar vital de reunión social y en comunidad. De esta manera, este espacio público se reactualiza a la luz de la nuevas generaciones. La cancha Güemes es testigo y protagonista de la historia de la villa 31 y también símbolo y referente de la identidad barrial.
Las y los vecinos del barrio se enteraron de que el Gobierno de la Ciudad pretende achicar la cancha en el marco de la urbanización; todxslxs que allí practican deportes se oponen, no quieren una cancha más chica, quieren una cancha renovada donde sigan pudiendo jugar 9 jugadoras o jugadores por equipo. La cancha es un símbolo, y el barrio entero sabe que no puede achicarse.
En esta última semana el Gobierno de la Ciudad intentó ingresar a la cancha para iniciar las obras varias oportunidades las y los habitantes del barrio exigen que antes de dar inicio a cualquier obra dentro de la cancha se realice una reunión que permita acercar posiciones, conocer el proyecto en detalle y realizar las modificaciones que hagan falta para que esa remodelación implique que el Barrio Güemes pierda una parte de esa cancha, un pedazo de su corazón.
Posponer esta reunión tan prometida por el Gobierno y tan esperada por los vecinos y vecinas reproduce una práctica autoritaria a la que el GCBA nos tiene acostumbradxs: llevar adelante acciones que no son consultadas con la comunidad involucrada. La urbanización debe ser integral y participativa, de otra forma se estaría imponiendo una urbanización que pierde de vista el capital social y cultural que el barrio construyó históricamente.
A pesar de la gran movilización de las y los habitantes del barrio para defender la cancha, en el día de hoy el GCBA comenzó las obras demoliendo las tribunas, esto se hace desoyendo las demandas de los y las vecinas.
Por otro lado, en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la legisladora Andrea Conde, presidenta de la Comisión de Mujer, Infancia, Adolescencia y Juventud, con el apoyo de todo el FPV, presentó un proyecto que busca preservar la historia de la cancha declarándola Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires por su valor histórico y su función social, cultural y deportiva. Una visión de la cultura ampliada e integral reconoce maneras diversas de fortalecer los lazos de identidad barrial mediante la protección de aquellos espacios en donde se actualiza la vida e historia barrial.
“La cancha no se achica” sostienen quienes todos los días practican allí algún deporte. El Gobierno debe decidir si avanza por sobre el reclamos legítimo de mantener el tamaño de la cancha o escucha a las y los ciudadanos, quienes en definitiva hacen uso diario de ese espacio que supieron defender desde hace años.