Después de haber destruido una cisterna que se había convertido en el último vestigio de la residencia que perteneció a Juan Manuel de Rosas, el líder argentino que entre 1829 y 1852 enfrentó al imperialismo británico, la empresa constructora Estudio Kohon aceptó la sanción que le impuso el juez Carlos Bentolila, a cargo del Juzgado Penal, Contravencional y de Faltas N° 2, y construirá un Museo de Sitio a su memoria.
El conflicto se inició cuando el 27 de diciembre último la empresa constructora rompió el acuerdo alcanzado con la Gerencia Operativa de Patrimonio, Museos y Casco Histórico, por el cual la cisterna sería revisada por los arqueólogos y los paleontólogos de esa repartición. Ese día, cuando los técnicos se presentaron a trabajar, se encontraron con que la bóveda había sido derrumbada y los obreros continuaban trabajando, a pesar de que eso estaba prohibido momentáneamente.
A continuación, la obra fue clausurada y el caso fue enviado al Fuero Penal, Contravencional y de Faltas. Finalmente, la empresa se avino a reparar el daño producido y contrató a los arquitectos Mederico y Pablo Faivre para construir sobre la cisterna un Museo de Sitio, que estará ubicado en el subsuelo del edificio de Moreno 550, en el que vivió Rosas entre 1830 y 1852, cuando fue derrocado por un golpe de Estado que incluyó el desfile de tropas extranjeras por las calles de Buenos Aires.
La preservación de los restos de la cisterna impedirá la construcción de las cocheras que estaban previstas en el proyecto original, que eran 264. El resto del edificio de 14 pisos, en cambio, será erigido tal cual estaba proyectado.
Los arqueólogos encontraron en el terreno un valioso yacimiento de objetos utilizados por los porteños que vivieron hace más de un siglo en ese lugar, que resultan importantes para determinar las características principales de la vida cotidiana de entonces.
Luego de la controversia, la clausura y la rehabilitación de la obra, en el Museo de Sitio se exhibirán los objetos encontrados en la cisterna y sus alrededores, que constan de platería, juguetes, azulejos, garrafas, botellones, cristalería y hasta el esqueleto de un animal doméstico, posiblemente un gato (ver ilustración).
La titular de la Gerencia Operativa de Patrimonio Urbano, Graciela Aguilar, destacó el trabajo que se encuentra en vías de realización, que consta primero “de la aceptación del daño por parte de la empresa y luego por un proceso de trabajo conjunto, que se está realizando de manera positiva”. En enero de 2018, en diálogo con Noticias Urbanas, Aguilar había considerado que “una obra nueva no va en detrimento de la conservación y no solo eso, sino que la existencia de objetos históricos puede elevar el valor económico de un proyecto arquitectónico”.
La historia de la casa fue tan azarosa como la misma historia que se desarrolló en sus salones. Fue construida en 1753 por el comerciante español Felipe Arguibel, que se casó en 1762 con Andrea López Cossio. Luego fue pasando a sus descendientes, hasta que en 1813, Juan Manuel de Rosas se casó con Encarnación Ezcurra, cuya familia descendía de Arguibel.
En 1837, Rosas compró la vivienda, adonde había nacido en 1817 su única hija, Manuela Robustiana Ortiz de Rosas. Lo mismo, dos años antes ya funcionaba allí la sede del Gobierno, que siguió allí hasta el año siguiente, cuando esta se trasladó a la finca de San Benito de Palermo. En 1852, la casa fue expropiada por el Gobierno que derrocó a Rosas y se convirtió por esos años en la sede del Gobierno de la provincia de Buenos Aires, hasta que en 1884 esta se trasladó a Ensenada.
Entre 1884 y 1901, funcionó en la Casa Ezcurra –como se la conoció en algún momento– la sede de la empresa estatal Correos y Telégrafos. En aquel año, el correo se trasladó a la sede de Corrientes y Reconquista. En 1903, finalmente la casa fue demolida y los descendientes de Rosas construyeron allí locales comerciales y casas de renta. En 1910 la compraron los hermanos Lorenzo, José y Benito Raggio, que construyeron allí el edificio conocido como Palacio Raggio, con planos diseñados por el arquitecto suizo Lorenzo Siegerist, que también construyó, muy cerca de allí, el edificio El Forjador, ubicado en Perú 535, adonde funcionó el “escritorio” (así se llamaba entonces a las oficinas) de la fábrica de artículos metalmecánicos del ingeniero Domingo Noceti.
Una reparación histórica
Este será el primer museo dedicado a Juan Manuel de Rosas que se erigirá en la Ciudad de Buenos Aires, la ciudad en la que nació y en la que desarrolló sus dos mandatos gubernamentales. Existen además un museo donde estuvo la Casa Rosas, ubicada en la localidad bonaerense de San Andrés (partido de San Martín) y otro más, en la que fue la sede de la Estancia del Pino, en la localidad de Virrey del Pino (partido de La Matanza). Pero aquí, en su ciudad, en la que además ejerció el gobierno de la Confederación Argentina durante 20 años, el olvido y la proscripción fueron hasta ahora la tónica adoptada contra su persona.
La explicación se puede buscar en las muchas veces que los historiadores liberales agredieron la memoria de Rosas, más interesados en “bajar” una determinada línea ideológica antes que en ceñirse a la verdad de los hechos que conformaron la historia de nuestra nacionalidad. Así, este fue acusado de tiranizar a los mismos argentinos a los que favoreció con su defensa del mercado nacional, contra la sesuda opinión de los “librecambistas” de entonces, que reclamaban la apertura indiscriminada de las fronteras argentinas a las mercancías de todo el mundo.
Esta longeva confrontación es la que dio origen a la grieta que nos divide, que sigue tan vigente como cuando nació hace largo tiempo la Argentina. Quizás haya sido por eso la injusta demora.